Un pez fuera del agua

Sé que ya he tenido este tipo de discurso muchas veces, pero también han sido tantas veces en que me encontré con comportamientos que, sencillamente, me hacen sentir un pez fuera del agua. Un miembro de esta sociedad donde todos corren al podio, donde todos tienen que ser los mejores, y no por una cuestión de brio personal y / o profesional, de querer hacer mejor que ayer, pero para ser mejores que los demás. ¿Entendemos esta diferencia? Son varios los momentos en que me pregunto cuál será el futuro de esta sociedad.

¿Cuáles serán los valores dentro de 20 años, por ejemplo? No me gusta y no estoy aquí para hablar de falsos moralismos. Nada de eso. Sé que también tú lo has sentido, tantas y tantas veces, ¿verdad? ¿Sabes aquella persona que es juzgada por todos, sin siquiera tener hipótesis de defensa, y sobre la cual todos hablan en la espalda, porque el coraje de hablar al frente quedó presa en una cinta de mentira y de hipocresía brutales?

¿Te acuerdas de aquella situación en que alguien te pidió la opinión y fuiste etiquetado, porque fuiste contra tu opinión y alguien resolvió acatar sólo para caer en gracia?

Y podrías enumerar tantas situaciones comunes a todos nosotros en esta sociedad de hipocresías, de amigos por interés, de inversión de valores

y de formatos perfectos y completamente adecuados a cada situación social y / o personal. Pero, a pesar de todo este escenario gris oscuro, de todas estas cintas que atan al ser humano, que encuentra legítimo alcanzar sus objetivos aunque, para ello, finja tener un corazón que no tiene y un alma tan pura, como la ciudad más contaminada del mundo ... Como te decía, a pesar de estos colores cenizos y de esta inversión de valores cada vez más patente, hay personas que nos marcan tanto, que pasan por nuestra vida y que enriquecen nuestra alma con un simple toque, la suavidad que nos hace pensar que vale la pena formar parte de esta masa global, corroída, pero tan bien frecuentada. ¿Puedes sentir la antítesis de esto? Aquellas personas que nos gustan, pero que nos gustan de verdad, que nos acompañan en todos los recorridos, que nos animan y tanto nos miman, cuando estamos en aquellos días de lluvia y sin aliento, y cuyo único compañero es el cigarrillo de la soledad, el café amargo y la manta en el fondo de los pies. ¿Y ellas? Ellas están ahí, a la distancia de un simple "preciso de ti!" ¿Y habrá sensación mejor que ésta, que sentir que tenemos a alguien que está con nosotros y en nosotros? Apuesto que también tienes la suerte de cruzarte con gente en serio, que te llevan al límite de todo lo que es bueno, con quien comparte los colores de la vida, sean las más incandescentes o las más opacas de este arco iris que es ¡nuestra vida!

E es a mis personas que dedico este pequeño texto. No necesite de él para decirles cuán importantes son para mí, cuánto me gusta y la forma peculiar como me completan, porque les digo y lo demuestran innumerables veces, pero para que no quede por decir que os quiero muy bien, que soy una afortunada por encontrar gente en serio en esta ladera que escalo todos los días! ¡Cuántas veces me definen como una Cenicienta, en este mundo donde ya no se permiten Cinderellas, ni Bellas durmientes! ¡Gracias por hacerme desatar los lazos de satén, llenos de color y brillo, por ayudarme a bailar en la lluvia cada vez que vienen las tempestades! Y hacer de ese momento un momento de amor intenso, entre las gotas de la lluvia y aquella inmensidad de azul, de la que te hablé hace días.

Vivan ustedes, que me llenan de orgullo, de amor, de compartir, de sueños, de tristezas, de música. En fin, vivan ustedes, que me llenan de vida!