Es muy interesante cómo entenderemos algunas cosas que suceden con nosotros solamente allá adelante, pasado el tiempo, cuando podamos analizar todo a una distancia segura. Otras cosas no entendemos nunca, pues el dolor provocado y el vacío dejado jamás podremos superar. Sin embargo, nada como la sensación de entendimiento y de sosiego que sentimos al percibir que todo ocurrió exactamente como debería. Una de las más desagradables experiencias por las que pasaremos será llevar un pie en el culo de quien amamos, vermos a alguien que creemos que es el amor de nuestras vidas, alguien sin cuya presencia creemos no sobrevivir. En un primer momento, nos desesperar, removiendo lo que en nosotros hizo que expulsáramos a aquella persona de nuestra vida. La culpa recaerá con un peso tan grande sobre nuestra alma quebrada, que seremos incapaces de reflexionar sobre lo que el otro también dejó de hacer, cuanto el otro sólo quedaba cerca sin donarse, sin compartir, sin reciprocidad. Pues bien, muchas veces la culpa por el término de una relación es de los dos, pues ambos navegaban por mares revueltos, hace tiempo, y se hacían de ciegos. Y otra, el amor puede acabar, sí, simplemente termina, después de la acumulación de vacíos. Vida que sigue.
Otra experiencia bastante desesperante viene a ser el desempleo, cuando somos despedidos de un trabajo que ya forma parte de nuestro cotidiano. Al principio, pensamos que el mundo acabó, que jamás seremos reempleados, que ése era el mejor empleo del mundo. Olvidamos cuánto trabajo nos usaba, cuánto nos hacía infelices, tanto de compañeros de trabajo traicioneros que nos rodeaban.
En realidad, la mayoría de la gente se vuelve mejor después de sentir en la piel dolor intenso
, después de pasar por experiencias desesperadas y doloridas. Es como si el sufrimiento nos vaciaría los sentidos, para que, poco a poco, fuéramos llenos de esperanza y de fuerza para luchar. Después de sufrir toda la devastación emocional que nos atropella, nos reenguemos, porque tenemos que continuar, que sobrevivir, que volver a trabajar, volver a amar, volver a vivir. Por esa razón, aunque no consigamos quedarnos inertes frente a lo que de mal nos sucede, tener la convicción de que lo mejor todavía estará por venir nos ayudará a pasar por las noches oscuras con una punta de esperanza que hará mucha diferencia.
Creer que merecemos lo mejor no es ingenuidad, sino necesidad, para que los no nos enmascaran con menos fuerza y no nos retiren el foco de luz que cargamos dentro de nosotros.