, ocupándonos de obligaciones y de responsabilidades, extendiendo nuestro horario de trabajo mucho más allá de las ocho horas que nos dejan poco espacio a ser llenados con la convivencia humana y afectiva. Con eso, el peligro de alejarnos del contacto con las personas, de vaciarnos de sensibilidad y tacto, de llevarnos a la frialdad de una vida solitaria, es una constante.Muchas veces enfocamos nuestras energías tan sólo en la obtención de lo que queremos en términos de realización profesional, para lograr éxito profesional y estabilidad financiera, mientras que nos olvidamos de reservar un tiempo necesario para las relaciones personales. Y así seguimos acumulando cosas y confort mientras perdemos, poco a poco, a las personas que nos son vitales, que nos ayudan a ser mejores, sin sucumbir. Por eso, a veces, tenemos la sensación de que estamos siendo ignorados o despreciados por alguien cuya amistad va debilitándose, cuyos mensajes van disminuyendo, cuyas llamadas van en vano, cuyos encuentros se van extinguiendo. Y, en vez de percibir cuánto nuestro comportamiento influenció ese distanciamiento, intentamos culpar solamente al otro por la distancia que nosotros mismos ensanchamos
, ocupados que estábamos con todo menos con él. En ese sentido, no siempre el alejamiento es intencional, no siempre olvidamos a alguien porque quisimos, no siempre la gente se va porque no nos aman más. Es la ausencia de contacto, de mirada, de cuidar, de regar y de cuidar que nos aleja unos de los otros, mucho más que el desamor. Es la valoración extremada de las conquistas materiales que nos vació de conquistas afectivas, de forma sutil, pero fatal.De ahí la necesidad de reservar dentro de nosotros lugares especiales donde habitarán aquellos a quienes debemos gratitud por ayudarnos a ser personas mejores, a llevar con nosotros cargas de sentimientos que no se pueden perder, por más que el cuerpo dona, por más que el cuerpo, el tiempo corre, por más que se canse, se extenue, se deshará. Perder lo que se compra puede hasta ser penoso, pero perder quien nos dio las manos con amor de verdad es irreversible. Y muy loco.