¿Cómo lidiar con la impaciencia en nuestro día a día?

Mientras en determinados artículos y documentos se promueve la idea de una actitud más tranquila ante la vida, al mismo tiempo la sociedad valora todo lo que le permita hacer cualquier cosa con mayor velocidad.

Llegamos al absurdo de inquietarnos por cinco segundos de demora para conectarnos a internet, por no hablar del grado de intolerancia que tenemos cuando alguien tarda en salir después de que el semáforo esté verde. Es importante resaltar que la impaciencia es una conducta aprendida.

Aunque fisiológicamente existen organismos que reaccionan con mayor dinamismo ante las circunstancias, esto no los induce a la falta de paciencia. Son la cultura y la educación los factores que inoculan esa incapacidad de esperar o tolerar que algo transcurra lentamente. "La paciencia es la fortaleza del frágil, y la impaciencia la debilidad del fuerte". La impaciencia está asociada con la incapacidad de tolerar la frustración. No obtener el resultado deseado rápidamente, al principio, no tendría por qué crear inquietud. Sin embargo, vemos que por un lado existe una demanda social de velocidad en todo lo que hacemos. Por otro lado, la educación suele disociar esfuerzos y resultados. Se fuma la idea de que la gente necesita obtener lo que desea, lo más rápido posible, de cualquier manera. El inmediatismo y la impaciencia

La percepción emocional del tiempo ha sufrido grandes cambios en los últimos tiempos. Hay una verdadera hipervaloración del presente. Mucho se enfatiza la idea del aquí y ahora. Por eso mismo, la ausencia de resultados inmediatos suele transformarse en fuente de angustia
y la mayoría de las personas tienen dificultades para lidiar con la impaciencia. Esta inundación del presente como algo que va más deprisa que lo que esperamos sólo nos llena de ansiedad.

Los conceptos de mediano y largo plazo se han vuelto difusos para muchas personas. No se da mucho valor a los procesos, sino a los resultados. Existe una urgencia en todo, pues se popularizó la idea de que el tiempo se acaba y que no puede ser "perdido".

Entonces, el tiempo ganó un nuevo significado, como un indicador de competitividad.

No hace mucho tiempo, la demora no tenía una connotación negativa. Era aceptada como un hecho natural, especialmente para algunos desempeños relacionados con la creatividad. Se entendía que existen procesos que demandan más tiempo que otros y por eso se permitía que fluir sin acelerarlos. Hoy en día esto es casi imposible. Por eso muchos andan en busca de la técnica, del método o del atajo que los lleve rápidamente al destino que definieron. La irritación y la impulsividad de los impacientesLa impaciencia es el cajón donde la tensión se va acumulando gota a gota. Lo que queda tensionado es la cuerda que tiene en una de sus extremidades el esfuerzo invertido y en la otra el resultado esperado. Entre ambos, lo que existe es un lapso que muchos quieren acortar al máximo.

Por todo esto, es común que quien no sabe lidiar con la impaciencia también permanezca en un estado de irritación constante. Padecen de una especie de avaricia del tiempo. Quieren que todo suceda rápidamente, pero esa velocidad nunca es suficiente para ellos. Si tardan dos minutos, quieren tomar uno. Y así sucesivamente. Como no es posible que todo suceda inmediatamente, se crea un estado de ira y tensión.

También es común que los impacientes actúen de forma impulsiva. Su obsesión por la rapidez se transforma en una necesidad de actuar con urgencia en todo.

Es común que no paren para pensar en qué hacer o qué decir.

Sólo reaccionan, aunque después necesiten retratarse. Y además, la irritación que hay como telón de fondo sólo ayuda.

Cómo lidiar con la impaciencia para superarla La impaciencia no está en sus genes, ni en su constitución como ser humano. Como dijimos anteriormente, se trata de un patrón de conducta aprendido. Desde ese punto de vista, también es posible reeducar las emociones para que correspondan a una forma de actuar más constructiva. Existen diferentes formas de lograrlo, pero una de las más eficaces es simplemente practicar la paciencia.

Se trata, en primer lugar, de incorporar un ritmo subjetivo más lento y tranquilo, sin entrar en desesperación. Es bueno comenzar con ejercicios de respiración. Cinco minutos al día para respirar profundamente y con lentitud. Un gesto tan simple genera tiempos diferentes en los latidos del corazón, en la actividad del cerebro. De esta manera usted eliminará esa sensación de estar perdiendo tiempo. Vale la pena cultivar la paciencia porque cuanto más sereno usted esté, más posibilidades tendrá de obtener un buen resultado. Además, podrá programar mejor su tiempo y ser menos grosero en sus reacciones emocionales. Incluso aumentará la valiosa sensación de control sobre sí mismo evitará hacer para deshacer, decir para desmentir, decir para arrepentirse.

Busque situaciones que le obligan a esperar un poco.

Si su caso no es patológico, eso es suficiente para reeducar la espera.