Una de las primeras preguntas que hacemos cuando tenemos un problema es: ¿qué debo hacer? Instantáneamente, reflexionamos sobre las diferentes alternativas posibles para actuar. Sin embargo, algunos problemas no se resuelven después de ese ejercicio. Se repiten, o simplemente se pospone, pero no se resuelven. Eso porque quizás deberíamos concentrarnos en ser, y no hacer.
Al principio esto puede sonar un poco abstracto, pero en realidad se trata de una idea muy concreta. Algunos problemas no se resuelven porque la solución no está en tomar alguna acción específica para finalizarlos. Lo que exigen es un cambio, ya sea de enfoque, de actitud o de algún aspecto de la personalidad. Es por eso que las personas hablan de ser, y no hacer.
"La gente suele decir que aún no se han encontrado. Pero el 'yo' no es algo que usted encuentra, es algo que usted crea. "
-Thomas Szasz-
Hacer se vuelve inútil cuando el origen de una dificultad está en ser. Piense, por ejemplo, en alguien que repetidamente intenta hacer que su pareja preste más atención en él. A menudo se queja y quiere ser respetado. Sin embargo, esto no resuelve lo que sucede. Tal vez lo apropiado no sea afirmar (hacer), sino revisar lo que está detrás de su necesidad de atención frustrada (ser).
Ser, y no hacer, en diferentes circunstancias
La primera idea a enfatizar es que a menudo no podemos definir un problema o indicar lo que es realmente problemático. Muchas veces lo que prevalece es el deseo de deshacerse de él. Lo vemos exclusivamente como una molestia o una amenaza que debe ser enfrentada lo más rápido posible.
Esto nos lleva muchas veces a apresurarnos. En principio la acción, o la reacción, se activa mucho antes de que se haya completado un análisis razonable de la situación. Estar inactivo por un tiempo no es una opción para muchos. Es por eso que se dice que llegamos a un tiempo que no es del ser humano, sino del "hacer humano".
Los problemas más prácticos y materiales suelen resolverse haciendo algo. Si la clave se rompe, se debe reparar. Esto no requiere más reflexión, pues se trata de una dificultad visible, que puede ser especificada, y contra los protocolos de acción ya establecidos. En vista de problemas más abstractos, la situación es diferente. Es cuando es importante ser, y no hacer.
La actitud hacia un problema es una creación personal
Todos están construyendo un modo particular de reaccionar ante los problemas. Mientras algunos ven en ellos un desafío que despierta su interés, otros lo asumen como un riesgo que debe ser rápidamente eliminado. Este es el primer aspecto en que el ser entra en el juego, y no lo hace. Es en el ser que una dificultad recibe significado, donde una actitud hacia ella es forjada.
A veces ganamos mucho cuando observamos y evaluamos nuestra propia actitud hacia un problema. ¿Una idea más constructiva nos ayudaría a resolverlo? ¿Esta dificultad ya se había presentado antes? ¿Qué hemos hecho para resolverlo ha sido eficaz o no? La primera cosa que nos ocurre es hacer lo mismo que ya había sido ineficaz en el pasado?
Ser, y no hacer, significa avanzar en esas reflexiones y buscar enfoques en que se incluya una mirada sobre lo que sentimos y pensamos, ante lo que nos sucede. Es muy probable que la manera de ver el problema y la actitud que asumimos ante él sean lo que está determinando su prolongación o su solución.
Observar, aceptar y comprender
Ser, y no hacer, implica eliminar los automatismos ante las dificultades. Si alguien le ataca, quizás lo más razonable no sea atacar de vuelta. Si falla en alguna tarea, es posible que el mejor no intente minimizar o ocultar este error. Si las cosas no terminan funcionando con la pareja, es probable que la salida no sea responsabilizar al otro.
Es bueno tratar de no dejarnos llevar por nuestras creencias inmediatas. También no apresurarse en pruebas y no negar o alejarse de problemas. En vez de eso, puede ser una buena idea observar la dificultad con una mente abierta, sin juicios o preconceptos que alteren la percepción. Aceptar que hay un problema, sin llenar de angustia. Y orientarse a entender lo que realmente está pasando y cómo nosotros mismos contribuimos a ello.
En otras palabras, si equilibramos nuestro ser y nos conectamos con nosotros mismos antes de actuar, probablemente tendremos más éxito en el camino a seguir. Ser, y no hacer. Redescubriéndonos antes de dar el siguiente paso. Mirar dentro de nosotros mismos, y no fuera. Trabajar en lo que somos para que lo que hacemos suba de nivel.