¿Alguna vez has parado para pensar en el poder de las palabras? ¿Ya se detuvo para analizar lo que dijo durante esa discusión? Las palabras pueden acariciar o lastimar el alma en segundos.
Lo que decimos
Imagínese que alguien dice repetidamente a un niño oa usted mismo, que usted es un inútil. Esta persona puede ser su madre, su padre, un amigo o un grupo de personas a lo largo del tiempo. La carga puede ser injusta o exagerada, pero con la repetición su inconsciente cree en esas palabras. Usted acaba sintiendo un inútil, y siente también rabia, depresión y resignación.
Comenzamos a creer que no somos capaces de hacer lo correcto, porque nuestra mente inconscientemente activará el mensaje automático, grabado por la repetición.
Podemos entrar en un círculo vicioso: creemos que somos inútiles y actuamos como tal. Así, la acusación inicial se vuelve verdadera.
No todas las personas se identifican con las afirmaciones negativas dichas a ella. Pueden sentirse irritadas, ofendidas y decepcionadas, pero no aceptan esa programación negativa. Las respuestas e interpretaciones difieren de persona a persona, lo esencial es que las palabras son muy importantes cuando nos comunicamos con alguien, ya sea de manera formal o informal. Cuidado con las discusiones; en esas horas hablamos sin pensar en las consecuencias.
Algunas palabras pueden pasar desapercibidas, pero otras pueden dejar marcas para toda la vida. La palabra puede ser al mismo tiempo, una herramienta que nos ayuda a ser comprendidos o un arma que hiere a las personas.
Las palabras también lastiman ... qué hacer para hacernos conscientes de eso?
Intente esta experiencia: tome una hoja de papel, amase bien, apriete, dobla o haga una bola. Cada uno puede hacer de su manera. A continuación, trate de dejarlo como era antes.
¿Puedes? Es difícil, ¿no es así?
Es imposible alisar ese papel y dejarlo en el estado en que lo encontramos. Él sigue lleno de marcas.
El corazón de las personas es como ese papel. Cuando lo machacamos con nuestras acciones y palabras, es difícil borrar la impresión dejada sobre él. A veces, en un impulso, decimos palabras de odio y resentimiento. Cuando pensamos al respecto y nos arrepentimos ya es muy tarde. No podemos hacer nada más.
Todo podría ser diferente si pensáramos antes de hablar.
Aprenda a ser comprensivo y paciente.
Alguien dijo una vez: "hable cuando sus palabras sean tan gentiles como el silencio".