Cuando hablamos de espera, innumerables conceptos e imágenes mentales nos invaden. Son conceptos y sensaciones que representan una carga penosa, una dosis de impaciencia y de demora, que nos son traídos por esta palabra "espera", y aún más por la expresión: "tener que esperar". Escuchamos eso con tanta frecuencia que nos acostumbra a ajustar nuestra perspectiva a una larga espera, literalmente.
Esta palabra nos trae una simbología como, por ejemplo, la imagen de una mujer sentada, aguardando la llegada del amor de su vida; un hijo a la puerta, esperando por una madre que no sabe si llegará; una carta tan aguardada, que demora demasiado (¿vendrá?); una mano amiga que no se extiende jamás.
La espera parece estar ligada al sacrificio: hay una expectativa sufrida durante el acto, un anhelo que no sostiene y un sentimiento de inestabilidad que se prolonga. Y nunca se sabe sobre la efectividad de lo que se espera.Esperar es mantener la emoción en pausa, es sostener un placer que no ha venido todavía, es elaborar sentimientos que pueden no ser sentidos, después de todo, es mantener una postura de observación e intensa ansiedad, suspendida, que puede acarrear en un deseo que no sabemos si se concretar. O, en el caso de todo esto, considerando que suceda (la carta, el amor, la mano extendida, la concreción del sueño), la espera, por sí misma, ha generado diversas ansiedades y preocupaciones innecesarias.
Así, el acto de esperar representa un estado emocional ilusorio; es una duda mientras existe, por todas las emociones y carga negativa que atribuimos a ella. Por eso, si usted cansado de cargar esa carga,
cambie la idea de "tener que esperar" por "sentir la espera". Siente. No juzgue o premedite. No dé espacio para el "si". No podemos vivir sin la espera, ya que forma parte de nuestras jornadas. Entonces, que se espere con ligereza, disfrutando los momentos de la vida y las etapas positivas que esto puede traer.Viva el día, no viva la espera. Saboree la fe que hay en esperar.
Siente lo que está a tu alrededor y en ti ardientemente. Observe la espera como un acontecimiento natural y, por encima de todo, cree en lo mejor. Visualice sus objetivos concretizándose y no alimente cualquier ilusión sobre el futuro. Visualice el sueño aconteciendo, sin embargo, siga firme y dispuesto en el día de hoy, celebrando las pequeñas victorias. No alimente la espera, alimente el presente
, lo que está en sus manos y delante de sí hoy, cultivando la fe para el mañana, que, después de todo, tampoco nos pertenece. No sirve para almacenar fuerzas para después; la energía de la que usted necesita es la que está en vigor dentro de sí, ahora.
Trate la espera como una amiga, de forma cariñosa y cercana, no como una enemiga
que puede no proporcionarle lo que anhela con tamaño ardor. Haga un ejercicio y agradezca todos los días por lo que ya ha adquirido, independientemente del resultado de su espera. De esta forma, la energía de esa palabra, para usted, simbolizará fuerza y luz, con un bellísimo camino para alcanzar objetivos que, naturalmente, vendrán a su encuentro sin forzar, simplemente porque están destinados a ser suyos.