Descubrir los tres disfraces favoritos del miedo

Es difícil reconocer que tenemos miedo. Parece que sentir como nuestro cuerpo se estremece cuando tenemos que enfrentarnos algo espeluznante es signo de debilidad, pero nada más lejos de la realidad. Tener miedo es uno de los aspectos más naturales del ser humano y también de los más beneficiosos en lo que se refiere a la supervivencia. Si no experimentáramos esta desagradable, pero útil, emoción, probablemente no estaríamos aquí hoy. Es precisamente la emoción que nos lleva a ser valientes.

Pocas personas son empáticas con aquellas que tienen miedo, cuando en realidad todos tenemos miedo de algo, pero preferimos ocultar porque no queremos ser juzgados de manera negativa. No queremos parecer más débiles o menos valiosos que los demás, y es entonces que enmascaramos el miedo e intentamos resolver el problema con sólo la decisión de evitar enfrentar las situaciones a las que nos expone.

El resultado es que esta fantasía que usamos no hace nada sino fortalecer esta emoción, y hace más difícil ser capaces de superar las circunstancias que no nos permiten avanzar. Si quieres saber cómo camuflamos el miedo, no dejes de leer.

La pereza disfraza el miedo de "no tengo voluntad"

Cuando tenemos miedo de enfrentar una situación, en algunas ocasiones optamos por la pereza como una actitud que nos libra del esfuerzo que supone tener que exponernos a lo que tanto nos genera pavor.

A veces parece que la pereza es un remedio que nos permite postergar lo que en el fondo deseamos. El "no me da ganas" o el "mañana lo hago" no es más que parte del maquillaje que el miedo usa para no tener que pasar por las posibles, pero improbables, consecuencias que podrían suceder.

El tedio camufla el miedo con un "aburrido"

Otra manera muy común que el miedo usa para camuflarse y no ser descubierto fácilmente es el aburrimiento. Si tenemos que afrontar un problema que vemos como muy peligroso, aunque realmente no es, es mucho más fácil y cómodo decir que nos aburríamos con eso que realmente dar un paso y arriesgarse a superarlo. Si, por ejemplo, tengo miedo de hablar sobre un asunto que conozco porque en el fondo lo que más temo es ser criticado por el público, será más fácil para mí decir que hacer una presentación es un trabajo que me aburre demasiado (aunque en el fondo yo sé que podría ser algo por lo que podría enamorarse). De esta manera no seré tan negativamente juzgado o presionado cuanto se diga que tener que hablar en público me deja ansioso. Tristemente, el primero se admite más que el segundo.

La mentira caracteriza el miedo con un "nadie va a percibir"

La mentira es el disfraz de lujo del miedo, y

mentir es esquivar las consecuencias por haber cometido un error o mostrar una cara que nos provee mayor aceptación por parte de los. también. Aunque es verdad que la mentira no es tan aceptada como los demás disfraces, también supone una vía de escape que alimenta el miedo. Ocultar algo que nos asusta y miente al respecto o disculpas ayuda a corto plazo para que nuestra ansiedad no se exponga y nos sintamos más relajados. El problema es que, como en los casos anteriores,

a largo plazo las situaciones no se superan correctamente. Si a veces usted disfraza sus miedos con alguno de estos tres disfraces, usted puede considerar que el único que va a conseguir es bloquearse en el momento en que está, y no será capaz de confrontar lo que teme. El más sensato, aunque sea difícil, es normalizar el acto de sentir miedo a veces, darnos a nosotros mismos el derecho a experimentarlo y, sobre todo, dejar de cubrirlo con actitudes perezosas, aburrimiento o mentiras. ¿Te atreves a enfrentar tu miedo?