Necesitamos vencer el temor de renacer. Nacer no es un momento, sino un proceso que ocurre varias veces a lo largo de la vida. En el ser humano, el nacimiento tiene que ver con desprenderse del otro para siempre. Cortar el lazo que nos ata a alguien. Entrar en un mundo desconocido y asumir esa condición de individualidad y, por lo tanto, de soledad, que nos determina. A lo largo de la vida muchas veces nos encontramos en situaciones semejantes a las que experimentamos en el nacimiento. Las grandes separaciones, las grandes despedidas, la confrontación de grandes comienzos ...
Son situaciones maravillosas y aterrorizantes al mismo tiempo.
Un verdadero desafío que pone a prueba todo lo que somos. La vida es lo que nos coloca ante este tipo de experiencia la mayoría de las veces. Pero el nacimiento también puede ser un proceso voluntario. Una decisión que tomamos cuando la evidencia nos muestra que un gran ciclo murió y que es hora de inaugurar un nuevo. Es hora de superar el miedo de renacer y recomenzar. "Quien no está ocupado en nacer, está ocupado en morir". -Bob Dylan-
El trauma de nacer
Mucho se ha hablado sobre el trauma del nacimiento. Al mismo tiempo, poco se sabe sobre él.
Se presume que el feto pasa por momentos de gran angustia en el momento del nacimiento.
La necesidad de atravesar, de salir al mundo en medio de dificultades, es un momento dramático. Nosotros tocamos nuestras vidas, literalmente, en aquel momento. El grito y el llanto anuncian que estamos fuera. Ahora, somos un ser individual, jugado eternamente en la soledad después de haber disfrutado la miel de la simbiosis con nuestra madre. El mundo al que llegamos tiene mucha hostilidad, aquí ya no hace el mismo calor. En esta nueva etapa hay frío, hay hambre. Son nuevas sensaciones. En el vientre nunca las habíamos experimentado. Antes no necesitábamos pedir nada, ahora sí. Puede ser que atiendan a nuestro llamado, puede ser que no. Es posible que comprendan nuestras necesidades, pero lo contrario también puede suceder.
De la seguridad completa, salimos a la incertidumbre.
Nacer de nuevo y de nuevo Nunca volveremos a ser tan indefensos como la primera vez que nacimos. Pero tendremos que volver a nacer en repetidas ocasiones.
Y también se repetirá el trauma que acompaña a estos procesos. Es un ciclo de vida inevitable.
Varias veces vamos a sentir que estamos habitados por dos fuerzas competidoras. Una de ellas sugiere que existe un amplio mundo más allá de las fronteras conocidas. Es una fuerza que nos invita a explorar, a arriesgarnos. La otra fuerza, por otro lado, nos atrae hacia todo lo que ya conocemos. Enfatiza las ventajas de mantenerse atados. ¿Cómo podemos vencer este miedo de renacer? Muchas veces no tendremos la opción. Nosotros seremos lanzados a una nueva etapa, para un nuevo mundo, sin que nadie nos consulte. La muerte de alguien amado, por ejemplo, no es algo que podemos aceptar o rechazar. Simplemente sucede y nos lleva, una vez más, a una dimensión hostil, donde tendremos que reinventarnos. Lo mismo ocurre con cualquier gran pérdida o con cualquier cambio radical en el contexto habitual.
El gran paso para vencer el miedo a renacer
A veces somos nosotros los responsables de desarrollarnos y decidir el momento y el lugar para renacer. Esto sucede cuando finalmente aceptamos que debemos completar el proceso de individualización, con todas sus maravillas y todas sus limitaciones.
Sucede cuando salimos de la casa de los padres, por ejemplo. O cuando decidimos terminar una relación que prometió ser la respuesta para toda nuestra soledad. También cuando reconocemos que el contexto pesa demasiado y que es necesario recomenzar en un ambiente desconocido, tal vez a miles de kilómetros de donde está nuestra casa. Lo mismo sucede al dejar un vicio hacia atrás o al desistir de algún sueño que finalmente reconocemos como equívoco.
Es imposible nacer de nuevo sin algún trauma. Estos procesos no se realizan en completa serenidad y con moderación. Por el contrario, son decisiones que cuestan. Y cuesta lágrimas, extrañeza, dudas y gasto de energía. Sin embargo, así como cuando nacemos por primera vez, más allá del paso por el estrecho túnel, todo un nuevo mundo nos espera por explorar.
Dentro de cada uno de nosotros vive ese navegante aventurero que es capaz de navegar mil veces para descubrir nuevos mundos. También hay el niño asustado que llama a la madre cada vez que abre la puerta para salir de la casa.
Se necesita tiempo y esfuerzo para decidir nacer. Pero, adelante, allá afuera, nos espera todo lo que somos capaces de ser.