Desvincularse de los arraigados mandamientos familiares y sociales es algo saludable. Porque esos códigos y obligaciones encubiertos nos hacen cautivos de un plan de vida no escogido. Sin embargo, a veces es mejor ser la oveja negra que un personaje inventado por esa falsa perfección que define a algunas familias. Todos, de alguna forma, fuimos cautivos de esa red invisible tejida por los mandamientos familiares, heredados muchas veces de generación en generación. Ellos se elevan como una conciencia invisible, como el alma de un legado donde hay ciertas cosas que necesitamos aceptar sin cuestionar. De hecho, así fue durante nuestra infancia. Hasta que de repente algo despierta en nosotros y nos cansamos de ser rehenes de esas miradas reprensivas, de esas expectativas inscritas en el vínculo familiar.
"Ningún legado es tan rico como el de la honestidad."-William Shakespeare-
Cada familia es como un clan. Es una dimensión dinámica y terriblemente compleja donde se incorpora un legado emocional, un pasado, ciertas creencias, represiones, y obviamente ciertos mandamientos. Viktor Frankl, célebre neurólogo y psiquiatra austriaco, escribió en su libro "The Doctor and the Soul" que la única cosa peor que el sufrimiento es que el sufrimiento mismo no tenga testigos. Por eso el valor de la familia como el primer círculo de recuerdos, como heredera de ese legado.
Esta idea es verdadera, pero si ese sufrimiento está rodeado de rencor, podemos concebir un legado malo. Porque lo más probable es que genere como principal mandamiento la desconfianza.
Sugerimos una reflexión sobre esto.Los mandamientos inconscientes que nos moldean todos los días Un mandamiento es algo más que obligación implícita de comer todos los domingos con nuestros padres. Hablamos sobre todo de los esquemas de pensamiento que levantan, ladrillo por ladrillo, gran parte de nuestro propio castillo emocional. Son parte de esa psicogenealogía que muchas veces veta el impulso vital del crecimiento.
Frases como
"no puedo equivocarse", "necesito controlar mis emociones", "hay que desconfiar de las personas"
o
"si no tengo razón es porque no me gusta" , definen ese cuño. Porque crea si quiere,la marca de cada uno de estos mandamientos intergeneracionales penetra profundamente en nuestra personalidad.
La psicología cognitiva es uno de los mejores enfoques para comprender esta trama delicada. Las creencias más significativas y determinantes se adquieren en la infancia a partir de las relaciones con nuestras propias familias. Pero existe, a su vez, un concepto aún más complejo. Los autores como Aaron Beck recuerdan que parte de estos modelos tiene un factor genético. Según una encuesta publicada en la revista Nature Neuroscience, nuestro ADN transmite información de experiencias de estrés y miedo heredadas de generación a generación. También del Hospital Monte Sinai se habla de este mismo aspecto: del peso de la herencia epigenética y de su influencia en los genes de los hijos. Es necesario aclarar un aspecto. La predisposición genética no determina nuestra personalidad, sólo nos predispone. Sin embargo, si al peso de los genes añadimos la continuidad de ciertos mandamientos, de ciertos valores, orientaciones y reglas, se puede establecer un ciclo de estímulo recíproco.
Cómo romper los mandamientos familiares Romper los mandamientos familiares no es exactamente algo fácil. Muchas son las culturas y los países donde el peso de la familia condiciona y predispone. Preguntarla es casi un sacrilegio en algunas sociedades. De hecho, como dijo Albert Einstein una vez,
"Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio". Actualmente la llamada psicología transgeneracional está en el auge.Se trata de una modalidad terapéutica que se profundiza en el árbol genealógico para prevenir patrones repetitivos del pasado en el presente. De esta forma, ayuda a la persona a tomar conciencia de las dinámicas imperceptibles que puede haber heredado y que detienen su crecimiento, su felicidad. No obstante, más allá de estos enfoques, nunca es demasiado tener conciencia en nuestro día a día de ciertos aspectos que pueden ayudarnos también a romper estos mandamientos.
Veamos a continuación. Consejos para romper los mandamientos familiares Es necesario entender los mandamientos familiares como un contrato que no firmamos.
Podemos asumirlos si nos enriquecen personal y emocionalmente, o simplemente no podemos firmarlos. No asumirlos.
Un mandamiento es una constelación de códigos verbales y no verbales que necesitamos saber decodificar. Nosotros mismos formamos parte de muchos modelos de pensamiento que hay que cuestionar. La revolución para realizar esta liberación debe comenzar por nosotros mismos.
Profundice sus contratos intelectuales. Ideas como "soy bruto" o "no debo frustrarlos" son como las "ideas irracionales" que describió Albert Ellis. Son las raíces de las emociones disfuncionales que necesitamos corregir. Comience a cuestionar estas frases tan comunes que se escuchan en tantas familias. "Expresiones como
" ese compañero no es bueno para usted "," en esta casa somos todos de tal partido político, de tal religión, de tal equipo de fútbol "o" estudiar eso será una pérdida de tiempo, hacer tal cosa es una burr ... "Son códigos para invalidar, y que hay que empezar a derribar en nuestras propias mentes. Ser familia no implica lealtad devota sólo por la misma sangre. No si esto nos impone un destino. No si es usted mismo tiene consecuencias y nunca si estas dinámicas nos someten a un tipo de ciclo infinito de infelicidad.
A veces desafiar y romper los mandamientos del clan familiar es mucho más que una obligación: es una necesidad.
Es el derecho y el deber de reafirmar la propia integridad personal para que nuestra propia identidad no se vea comprometida.