las exigencias por parte de los demás sobre lo que se debe o no tener aumentan a esa edad.Con eso, surgen dudas, miedos y preocupaciones, a veces llevando a la famosa crisis de los treinta años.Una casa propia, una relación estable, un trabajo fijo y apasionante, además de tener hijos y hacer viajes. Es el retrato ideal que la sociedad establece para una persona de treinta años. Una imagen creada a partir de preceptos sociales que atienden y marcan un camino a seguir. Además de todo, las personas a nuestro alrededor son responsables de recordarnos de él.
Como vemos, podemos decir que la crisis de los treinta años tiene mucho más que ver con la cultura de una sociedad y su sistema de presión social que con la llegada a los treinta.
Al fracasar en atender las expectativas sociales, la angustia y la frustración aparecen como resultado de los "deberes" no cumplidos. Aunque no sean necesariamente representativos de lo que la persona quiere.Yo ya debería tener ...¿Qué frase pequeña y pesada, no crees?
Los "deberes" forman parte de la presión social.
Ellos establecen cuáles son los pasos a seguir en el camino de la vida, cuáles son las paradas obligatorias. Si los cumplimos, seremos considerados exitosos y admirables. Si no los alcanzamos, seremos excéntricos o casos perdidos.La mayoría de los objetivos a alcanzar en la sociedad están relacionados con la conquista y el éxito. De estos factores dependen todo el reconocimiento y el status.A medida que crecimos, estas demandas aumentan y con ellas nuestro propio nivel de autocrítica y presión
.Mientras caminamos por el camino de la vida, acumulamos conquistas. Sin embargo, también dejamos otras cosas atrás. Lo que no hacemos no nos llama atención durante la mayor parte de la vida. Sin embargo, algo sucede cuando llegamos a los treinta años.Esa edad trae de vuelta abruptamente todo lo que queda en la lista de cosas a hacer.
Hasta pensamos que si no hemos alcanzado lo que fue establecido por la sociedad a esa edad, no hicimos nada con nuestras vidas. Es así que entramos en la famosa crisis de los treinta años. Un estado de confusión, desorientación e incertidumbre causada por el choque entre las expectativas sociales y personales y la realidad.¿Cuán mal puede ser desviarse del camino?
La vida es un conjunto de opciones sobre las cuales existe una gran presión social.Junto con ella,
están también los ideales de referencia que tomamos para nosotros como nuestros padres, hermanos o amigos. De esta forma, aspiramos a hacernos aquellos que la sociedad y las personas a nuestro alrededor esperan, muchas veces sin reflexionar y analizar lo que realmente queremos. Pero eso no necesita ser sinónimo de felicidad.Si nuestra ruta se ha desviado de la ruta predeterminada, esto no significa que sea una falla.Puede ser una señal de que decidimos diseñar nuestro propio camino sobre la base de nuestras decisiones. Sin embargo, esto no significa que no alcanzamos ciertas metas socialmente definidas. Tener un socio estable, un empleo fijo o comprar un coche. Puede que el orden de prioridades haya cambiado para nosotros.Los parámetros sociales y la crisis de los treinta
No es una cuestión de deshacerse de parámetros sociales, eso es imposible.Somos seres sociales y vivimos en comunidad. Sin embargo, cuando estamos en la llamada crisis de los treinta años, es necesario que hagamos algo para salir de ella. Para eso, podemos preguntarnos qué nos pesa tanto? Si nos asusta no alcanzar objetivos o no satisfacer las expectativas de los demás? O simplemente reflexionar sobre cómo queremos que nuestro proyecto de vida sea, examinando la propia conciencia y actuando de acuerdo con ella.
En ese punto, es importante saber diferenciar entre lo que nos pertenece y lo que pertenece a los demás.
Pensamientos, expectativas, ideales, miedos y dudas. De lo contrario, arcaremos con una pesada carga de soportar que nos va a corroer con el tiempo.Sin embargo, si hay algo que necesitamos tener claridad es que sentirse feliz y gozar de la vida no depende del cumplimiento de metas sociales.
En realidad, está relacionado a cuidar de nuestro proyecto de vida. Entender que el camino no es lineal y que los tiempos tampoco son exactos.Cree su camino de vidaLa responsabilidad de nuestra vida no está en los demás, sino en las decisiones que tomamos.
La presión social estará siempre presente para recordarnos las conquistas que debemos cumplir de acuerdo con nuestra edad. Sin embargo, nuestra actitud es la clave. Podemos decidir si debemos o no seguir el camino predeterminado o, en su lugar, descubrir una ruta alternativa.Como ya dijimos, la felicidad no está en lo que otros esperan de nosotros, sino en lo que realmente nos hace felices. Para eso, sólo tenemos que mirar dentro de nosotros.
Puede que la crisis de los treinta años nos recuerde que ya hemos recorrido un camino. Tal vez incluso nos asustes si miramos hacia atrás y descubrimos que tenemos objetivos pendientes. Sin embargo, estas metas no necesitan necesariamente ser cumplidas si nuestra escala de prioridades cambia.
La vida es un camino construido a través de decisiones personales.La cosa más importante es que sean definidas por nosotros mismos.
"La vida es lo que sucede mientras usted insiste en hacer otros planes." -John Lennon-