En los últimos años, la ciencia ha descubierto la gran importancia que las emociones presentan en nuestra vida.Los investigadores han comprobado que la conciencia emocional y la capacidad para manejar los sentimientos son mucho más importantes que el coeficiente intelectual, y que esa inteligencia emocional es la que va a determinar el éxito y la felicidad en todos los ámbitos de la vida incluyendo las relaciones familiares. "La vida en familia es nuestra primera escuela para el aprendizaje emocional", escribe Daniel Goleman. Por eso es tan importante tomar conciencia de cómo las experiencias familiares influencian a los hijos, y actuar de acuerdo con ellas.Los niños aprenden la mayoría de las lecciones sobre emociones con sus padres.Esto incluye la capacidad de controlar los impulsos, postergar la gratificación, motivarse a sí mismo, leer los signos sociales de los demás y hacer frente a los altos y bajos de la vida, administrando la tensión y la ansiedad adecuadamente.En el seno familiar, dice Goleman,
aprendemos sobre nosotros mismos y sobre cómo los demás reaccionan ante nuestros sentimientos; Sobre cómo pensar acerca de esos sentimientos y sobre las opciones que tenemos para reaccionar ante ellos. Esta manera de actuar ofrece a los niños un modelo para la gestión de los propios sentimientos.Autoconocimiento, la base para educar a los hijos con inteligencia emocional
Las experiencias del pasado y de la propia infancia se hacen presentes cuando los padres y afrontan el desafío de educar a sus hijos. Es fundamental tener conciencia de la influencia que los recuerdos del pasado tienen, y de los sentimientos provocados cuando son negativas. Si no se hace nada, si no tomamos conciencia de nuestros propios sentimientos, corre el riesgo de desarrollar patrones de educación contrarios a lo que deseamos para nuestros hijos. Cuando los padres toman conciencia de los deseos, motivaciones y sentimientos que los invaden en los momentos felices y en los de conflicto y preocupación, son más capaces de dominar sus impulsos, especialmente en situaciones de tensión emocional con los niños.Así, se establece la base de una competencia emocional adecuada. Ya que los padres son capaces de manejar sus sentimientos, sus hijos también serán capaces de hacerlo. Sin embargo, si los padres se dejan llevar por la ira y pierden el control, sus hijos reproducirá el patrón aprendido con sus padres.Educar las emociones en la familia
Saber manejar las emociones es fundamental para la salud emocional de los hijos, ya que así ellos tendrán un soporte estable y seguro para madurar. Cuando los padres son capaces de manejar adecuadamente sus emociones y son capaces de detectar las necesidades de sus hijos, contribuyen a que se sientan seguros. Esta sensación de seguridad ofrece un fundamento que sirve como apoyo cuando necesitan ayuda, consuelo o cariño. John Gottman propone el siguiente proceso de entrenamiento emocional para que los padres ayuden a sus hijos a administrar sus emociones: 1. Tomar conciencia de las emociones del niño; 2. Reconocer la emoción como una oportunidad para la intimidad y la enseñanza; 3. Escuche con empatía, validando los sentimientos del niño; 4. Ayudar al niño a encontrar las palabras para etiquetar la emoción que está sintiendo; 5. Establecer límites y explorar estrategias para resolver el problema en cuestión.Gottman afirma que los niños cuyos padres practican constantemente un estrecho entrenamiento emocional tienen una mejor salud física y obtienen mejores resultados académicos que los niños cuyos padres no ofrecen esa orientación.
Estos niños "entrenados emocionalmente" se dan mejor con los amigos, presentan menos problemas de comportamiento y son menos propensos a actos de violencia.
Además, estos niños expresan sentimientos menos negativos y sentimientos más positivos. Por último, son más saludables emocionalmente.Gottman también comenta que cuando las madres y los padres utilizan este estilo de entrenamiento en la crianza de los hijos, éstas se vuelven más resistentes, y que, aunque continúen tristes y irritándose, o se asustan en circunstancias difíciles, son más capaces de calmarse, de recuperarse de la angustia y continuar con las actividades productivas.En otras palabras, son más inteligentes emocionalmente.