Hacer el bien de manera sincera es mucho más complicado que hacerlo preservando su propio interés por encima de todo. De esta manera, muchas veces alguien recibe el rótulo de "persona interesada", cuando la buena intención de la misma la beneficia de manera personal.
Un interés que de otro modo suele ser lícito, aunque sea mal considerado por un elemento diferenciador significativo: la persona "etiquetada" es acusada no sólo de adherirse a la causa en beneficio propio, sino también de hacerlo sólo cuando ese beneficio existe.
Este tipo de comportamiento, que muchas veces notamos demasiado tarde, tiene más que ver con la inteligencia o el egoísmo que con la bondad, la solidaridad o la entrega. Ser bueno no es lo mismo que ser elegante, pero en ciertos contextos confundimos ambas cosas: la segunda característica puede camuflarse con la primera y, de esa manera, acabamos engañando. Además, cuando esto ocurre podemos incluso sentirnos decepcionados y tristes, ya que habíamos creado una expectativa de la otra persona que no condice con la realidad.
El desnudo egoísta de hacer el bien por interés
Siguiendo lo que fue expuesto anteriormente, cabe decir que en el momento en que alguien nos ayuda, nos sentimos felices de pensar que la persona tomó esa actitud por preocuparse de verdad con lo que necesitamos. Sin embargo, cuando descubrimos que la acción es tomada por interés propio, inmediatamente tendemos a disminuir el valor de la misma, aunque el beneficio que se nos ha generado en ambos casos sea el mismo. El estrago surge porque percibimos las verdaderas motivaciones del supuesto acto de bondad: si el bien individual está en la esencia de las acciones y de las estrategias empleadas para conseguir algo, probablemente esa persona está actuando para su propio beneficio, no por solidaridad. En ese caso,
lo que es bueno, pero fue guiado por la inteligencia, posee un cierto nuance egoísta
, una vez que su persona y sus metas se encuentran en el centro de sus acciones. Tanto es así que el posible altruismo y preocupación por el otro quedan en segundo plano, como veremos a continuación. Altruismo: dentro de la esencia de la bondadSi de uno de los lados de la moneda está la inteligencia manchada por el egoísmo, del otro lado está justamente el altruismo. Esta es la maza esencial que define el bien, por encima de cualquier otra cosa. La persona altruista se dedica a los demás, se interesa por ellos y es, ante todo, solidaria y dedicada.
Esto sucede porque quien es del bien y actúa conforme esa idea realiza sus acciones buscando no lastimar a nadie, y abandona sus propios intereses si éstos van a perjudicar a otra persona. El altruismo busca constantemente el bien de los demás, sin pensar en lo que se puede recibir a cambio: hacer el bien sin mirar a quien.
Es evidente que el amor propio es indispensable, pero una persona altruista mantiene los límites firmes: no se trata de mostrar una falta de interés en relación a sí mismo, sino de entender que la bondad surge de un acto libre y voluntario que busca ayudar a otras personas. Cualidades de la bondad, no de la inteligencia
Podemos definir esta forma de ayuda con interés como la habilidad artificial para alcanzar cualquier objetivo. En otras palabras,
el interés no es malo porque nos mueve, el problema está en usar ese movimiento para manipular y aprovecharse de los otros. Por otro lado, entre las cualidades de una persona del bien se encuentran las que ya mencionamos, y aún podemos añadir algunas más. Por ejemplo,
alguien bondadoso es gentil con las personas que necesitan y con las que no necesitan
, ella hace favores para quien debe y para quien no está debiendo nada, ella cede su lugar en la cola para una persona que tiene prisa incluso sin tener ningún interés en ella. Finalmente, y sobre todo, no podemos olvidar que, al realizar actos de bondad de forma voluntaria y sin interés, transmitimos valores de empatía y humanidad, fomentando una sensación de satisfacción plena dentro de aquellos que actúan de esa manera.