Dejar que el nudo de la rabia nos quite el aire y nos asfixie hará que tarde o temprano aparezca la aguja de la ira, y con ella un huracán que pone en nuestra boca palabras que más tarde lamentamos. Aprender a administrar las emociones siempre es más sano, más racional y más práctico que acabar cayendo en una discusión sin sentido. Sabemos que
a primera vista este consejo puede parecer fácil, inocente, y hasta muy obvio. Estamos diciendo esto por una razón muy simple: la administración de las emociones negativas como la rabia, la ira o la irritación son nuestro talón de Aquiles. De hecho, sobran aquellos que incluso hoy en día caminan con su disfraz de adulto y su cabeza erguida, mientras que en su interior esconden la madurez emocional de un niño de 4 años. "Cualquiera puede enojarse, eso es fácil. Pero quedar con rabia con la persona adecuada, en la medida adecuada, en el momento oportuno, para el propósito correcto, y en el camino correcto, no es fácil. "
- Aristóteles -
No sólo eso, hay que considerar que la rabia extiende sus ramificaciones no sólo en el mundo de las emociones.
Nuestro lenguaje y nuestra cognición son atraídos por los largos tentáculos de los sentimientos contrapuestos, afilados y terriblemente frustrados. Sin embargo, hay personas que los tragan y disfrazan fingiendo una hábilidad normal. Poco a poco y día tras día este virus letal causa estragos. La comunicación se vuelve agresiva, el trato se vuelve desigual, la autoestima cae, aparecen el chantaje, los desniveles emocionales y hasta los trastornos psicosomáticos donde el propio cuerpo evidencia el malestar de la mente.
A continuación, explicamos cómo afrontar esta realidad tan común. La rabia que existe dentro de mí y que usted no ve Para comprender cómo y de qué forma el universo de la rabia forma parte de nuestro cotidiano
, veamos un ejemplo muy simple. Amelia tuvo un mal día en el trabajo. Llega tarde para cenar en casa y cuando atravesa la puerta, Jaime, su compañero, dice que va a salir porque combinó con algunos amigos. Sin embargo, antes de salir pregunta si todo bien o si ella prefiere que se quede en casa con ella. Amelia responde que todo bien, que él puede "hacer lo que quiera, sin ningún problema".
A la mañana siguiente, la protagonista no puede evitar sentir la aguda terrible de la rabia. Se siente mal porque su compañero no fue capaz de ver en su rostro las marcas de su mal día, de su abatimiento y sufrimiento. Ahora, su malestar aumentó aún más porque Jaime también fue incapaz de ver durante el desayuno su apatía, o la sombra de la rabia que ronda en su interior como un animal herido y enjaulado.
Probablemente esta situación habría ocurrido de otra forma si Amelia hubiera explicado antes de que hubiera tenido un mal día. Que no se sentía bien, que estaba destruida, acabada y que necesitaba su apoyo. Sin embargo, a veces las circunstancias se complican, aparecen las dudas y el deseo desesperado de que los demás entiendan casi sin palabras lo que duele en nosotros. Por otro lado, esta situación se justifica también por un hecho muy real que parte directamente de todo lo que fuimos enseñados desde niños: "Controlar, disfraz, muestre como si todo estuviera dentro de la normalidad". El autocontrol es probablemente el aspecto más mal interpretado en el área de la inteligencia emocional.Nadie puede controlar una cosa que no entiende a la fuerza, sólo porque sí.
No se puede colocar en una jaula un león si primero no entendemos sus necesidades, su naturaleza. Sin embargo, es evidente que no podemos andar por ahí rugiendo y mostrando las garras, pero podemos ser sinceros. Diciendo en voz alta simplemente "no, no estoy bien, hoy tuve un mal día".
Deshelar el hilo de la rabia antes de que sea demasiado tarde Una pequeña irritación mal administrada y no resuelta puede derivar en un gran problema , una mala experiencia y un clima malo que día tras día ampliará su niebla de toxicidad. De hecho, no es necesario recordar aquí el fuerte impacto que suele tener una persona eternamente irritada en el ámbito familiar y en un contexto de trabajo. Son agujeros negros ambulantes que dejan secuelas y quebrantan la armonía.
"No hay mejor batalla que aquella que finalmente comprendemos a nosotros mismos." -Buda- A continuación, presentamos consejos simples sobre los que reflexionar y que pueden servir de ayuda para prevenir y paliar el impacto de estas irritaciones el día a día día.
5 consejos para administrar la rabia El primer paso quizá va contra muchas cosas que nos enseñaron o recomendaron.
Es necesario entender que la rabia no es una cosa mal, que la rabia no es algo que la gente deba tragar a la fuerza.
Es necesario adoptar una actitud positiva y cercana a ella: es una alarma de alerta, una señal de que necesitamos prestar atención, comprender y resolver.Sentir la contradicción, sentir rabia por una situación en particular, es algo normal y necesario. Es así que ampliamos nuestros mecanismos de defensa, defendemos nuestras verdades, nuestras necesidades y valores. Ahora, la rabia tiene una finalidad última y constructiva, que no es más que la de resolver una situación de conflicto personal.
El segundo paso es percibir nuestro propio nivel de excitación. Cuando estamos muy nerviosos y la rabia nos controla, es muy difícil razonar normalmente y tomar decisiones constructivas. Es necesario espaciar, respirar, recuperar la calma, ventilar la mente ...
La próxima estrategia que ponemos en práctica es un poco más compleja: es necesario examinar nuestro propio conflicto emocional.
¿Qué realmente me molesta? ¿Qué me está lastimando y por qué? ¿Qué se está volviendo vulnerable aquí? ¿En qué medida soy responsable?
Por fin, y aclaradas las prioridades, pondremos para funcionar lo más importante. Una cosa que lleva un cierto tiempo para aprender pero que es necesario practicar diariamente: la comunicación asertiva.
Porque para hablar y para resolver un desentendimiento o una situación de ideas opuestas no hay que perjudicar a nadie. Sabemos por lo tanto ser buenos gestores de nuestras propias emociones negativas, entendemos que comunicar es llegar a acuerdos, posicionarse con respeto, pero siendo capaz a su vez de crear puentes para mejorar la convivencia.