"Presta tus ojos, quiero conocer tu mundo". Una vez, en una fiesta junina en mi niñez, recibí un billete que contenía estas preciosas palabras. Aquello, en un primer momento, me suena como elogio, en pre-análisis infantil acorde con mi poca edad vivenciada.Eran mis tiernos 12 años, edad de la preadolescencia donde di el inolvidable primer beso. Inolvidable porque fue pésimo, pero jamás me olvidaré de él.
Pero esta frase, hoy analizada por mí con edad más avanzada y con la madurez entrando en casa sin pedirme licencia previa, se ha vuelto bastante significativa.
Si analizamos bien, percibimos que al pedir prestado los ojos de alguien, estamos queriendo simplemente ir profundamente en el alma del otro. Estaremos deseosos de conocer lo que va mucho más allá de las apariciones, teniendo por característica los bellos pares de ojos, donde el verdadero, el sentido se escondería, fundamentándose como consecuencia sobre lo que nos va del lado de dentro.
Encaro aquel momento pretérito como un elogio a mi persona, aunque en aquellos instantes que me envió el billete tuviera sólo la intención de galardonarme, diferente de lo que estoy haciendo hoy, yendo a fondo en la intencionalidad de esa frase que a mi ver es tan profunda y significativa.
Sabemos que, al mirar profundamente a alguien, estaremos atentos a lo que demuestre aquel algo más que meramente el encarte exterior que una persona presente.Mirar bien fondo en los ojos del otro, nos incumbe mirar hacia lo que va por dentro de un alma.
Conocer a alguien "de cerca" es mirar a ese alguien sin juicio
, si estamos dotados de buena índole.
Sí, muchos de nosotros acostumbran a juzgar a las personas por las cosas que estas presentan al mundo externo, notamos si es baja, si es alta, si es hermosa, si es fea, y muchas veces cometemos el equívoco de juzgarla única y exclusivamente por la apariencia que ostenta, lo que, muchas veces, no correspondería al carácter que esa persona podría poseer en sus raíces más íntimas.¿Pero por qué hacemos este juicio?Juzgamos no sólo por debilidad moral, sino porque
fuimos condicionados a eso. Porque simplemente la sociedad que nos rodea es bélica y competitiva, porque necesitamos juzgar a alguien en el intento de sentirnos superiores a fulano o a beltran, y eso muchas veces es un tremendo tiro por la culata.
No podemos juzgar a las personas por la apariencia, y aunque juzguemos a alguien por sus debidas fallas, por posibles deslices cometidos, no podemos olvidar que somos humanos y que posiblemente nosotros, en el pasado, también fuimos dignos del juicio ajeno.
Pues, como dijo el músico y compositor Renato Russo: "Quien insiste en juzgar a los demás siempre tiene algo que esconder."
Compartir Entonces, para que todo ese juicio, fundamentado en la incapacidad de ser bondados y generosos?¿Será que sería soñar demasiado preciar por un mundo donde exista igualdad y armonía entre las personas?
¿Te sientes mejor que tu compañero de viaje? Si no, entonces ¿por qué juzgarlo?
Sabemos que estamos dotados de capacidades innatas, y la capacidad de mirar sin ventas, de tener una mirada pura y desvinculada de emociones cabizbajo nos hará tomar un peso enorme de dentro de nosotros.
Lo que se esconde detrás de juicios puede ser la propia proyección de nuestra sombrareflejada en el universo que constituye el otro. Es decir, estamos tratando de encubrir del mundo externo y de nosotros mismos fallas oriundas de traumas posiblemente infantiles.
Hagamos un autoanálisis en este instantey notemos con atención nuestras conductas. Nuestros directivos pueden decir mucho más sobre nosotros que sobre su compañero que reside al lado.
Cuidemos de nuestro jardín, podemos nuestros aristas, para que ninguna sombra reflejada de nuestro lado sombrío recaiga en el error de juzgar a su semejante.
Pues: "Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, por su origen o por su religión. Para odiar, las personas necesitan aprender, y si pueden aprender a odiar, ellas pueden ser enseñadas a amar. "
- Nelson Mandela -
Los juicios son proyecciones, conscientizémonos de ello. Después de reconocer en nosotros los posibles villanos de la historia, estaremos más límpidos y listos para mirar al otro sin máscaras. Máscaras que teaten en ocultar la verdad.
La gran verdad es que todos somos pasibles de errores
, y estaremos y siempre debemos estar listos para reconocer nuestras fallas. Nuestros equívocos deben contener en sí el don divino de la transformación.
Si cada uno cuide de sí, estaremos aptos para convivir pacíficamente en sociedad
y en conjunto; estaremos listos para embarcar y convivir en un mundo mejor, en el que tendremos una mirada generosa con los compañeros de los embates de esa vida, ayudándolos con la proyección de nuestro equilibrio interior, que reflejará sabiamente en posibles cambios, como cuando nos crucificábamos con vehemencia por simplemente estar ciegos e ineptos de ver, donde no veíamos solamente el otro, donde posiblemente veíamos en él nuestro lado más oscuro, confundiendo la realidad presentada.
No podremos jamás ser agentes transmutadores y revolucionarios si no adentramos en nuestro universo y modificamos en nosotros lo que intentamos modificar en el vecino.
Es imprescindible que hagamos nuestras partes, partes que sólo nos corresponde a nosotros modificar y transformar. Somos los agentes de cambio de nosotros mismos.
Reflejamos para que podamos transformar un enmarañado de informaciones que están a nuestro alrededor, pero principalmente sobre los equívocos que residen dentro de nosotros.
Avancemos y progresamos constantemente y constantemente Estamos aquí para evolucionar el mundo y las cosas, transformando la oscuridad en claro, sombras en luz, y errores en translúcidas verdades que servirán como barco a albergar a viajeros dispuestos a embarcarse en el universo fecundo de constantes y eficaces las transformaciones, sin juicio.