Apuesto a que te gustará la historia de Hellen Keller. ¿Has oído hablar de ella? Pues bien, Hellen nació a finales del siglo XIX, en un pequeño pueblo de Alabama, en Estados Unidos. Poco después de hacer un año de edad, sufrió una fiebre muy fuerte que la mantuvo entre la vida y la muerte durante varias semanas (los médicos actuales piensan que puede haber sido Meningitis o Escarlatina). Todos pensaron que iba a morir, pero milagrosamente se recuperó.
La felicidad no duró mucho. Debido a la enfermedad, Hellen se sordo y ciega. La familia se preguntó varias preguntas. ¿Qué era posible hacer por una pequeña niña que no podía escuchar, ni ver? ¿Cómo romper las barreras que presentaban un mundo de oscuridad y de silencio? ¿Qué destino podría tener alguien que no podía contar con los sentidos?
La niña estaba inquieta. No hacía otra cosa que no era gritar, llorar y gritar. Las rabietas y las escenas de desesperación se sucedían día tras día.
Lo bueno es que, en los planes de sus padres, no estaba la idea de rendirse. Buscaban al propio Alexander Graham Bell (inventor del teléfono), que hacía varias actividades con jóvenes sordos. Él los aconsejó a ponerse en contacto con el Instituto Perkins para ciegos en Watertown, Massachusetts. Fue allí que Hellen encontró quién sería la luz por sus próximos 49 años de vida: Anne Sullivan.
Una profesora, un mundo
Sullivan tenía sólo 20 años de edad y una voluntad de servir y ayudar a la prueba de frustraciones. Ella estaba dispuesta a sacar a Hellen de ese mundo insondable donde estaba presa. Con una paciencia incalculable, la nueva profesora se empeñó primero en ayudarla a controlar su carácter, y para ello exigió que Hellen fuese aislada de su familia. La llevó a vivir en una pequeña casa donde la instruyó con normas de disciplina. Luego le enseñó las primeras palabras a través de los gestos de sus manos. Con las palmas de las manos hizo una ola y Hellen entendió que ese movimiento se refería al agua.
Así comenzaron el maravilloso proceso de bautizar el mundo. Lo más significativo es que habían roto la gran barrera de la no comunicación que las separaba. Lo más difícil fue que la niña aprendiera a hablar.
La profesora utilizó el método Tadoma para enseñarla. Se trataba de ella tocar los labios de las personas mientras hablaban, o que palpase sus gargantas para sentir las vibraciones. Anne Sullivan le deletreaba esos sonidos en la palma de la mano y así aprendió el lenguaje del tacto. Anne después le enseñó a leer y escribir con el sistema Braile. Así fue como la niña aprendió francés, alemán, griego y latín. Hellen Keller inició una travesía de superación verdaderamente conmovedora.
No sólo llegó a ser la primera persona sordo-ciega a obtener un título universitario (con honores), pero también se convirtió en la escritora y conferencista más solicitada de su tiempo. Su obra " La historia de mi vida" ha sido una de las más vendidas. Junto con Anne, viajó por más de 39 países y se convirtió en amiga personal de Charles Chaplin y de Mark Twain. El presidente Lyndon Johnson le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad.Hellen Keller también fue una socialista activa y luchó incansablemente por mejorar la condición de las personas ciegas en su país y en el mundo.
Murió tranquila y feliz a los 88 años. Una de sus frases más recordadas es: "La vida o es una aventura atrevida o no es nada". Algo impensable para una niña que parecía condenada al silencio.
Foto: Mikasi - Vía Flickr