Yo soy mi propio hogar, así que abro las ventanas para renovar el aire, para que salga el olor acre y tóxico y entre la brisa que remite la esperanza, a ilusiones perfumadas. Yo soy mi propia casa, soy mi refugio precioso, por eso a veces no estoy a nadie porque busco el abrigo de mi intimidad: mis cantos particulares para oírme, para curarme ...
Si nuestro interior fuese en la verdad una casa, muchas casas estar tristemente descuidadas. Además, habría casas con fachadas bien decoradas, techos coloridos adornados, chimeneas llamativas, puertas sofisticadas y grandes ventanas con cortinas elegantes.
"Los hogares se construyen para ser habitados, aprovechados, no para ser contemplados."
-Francis Bacon-
Sin embargo, si visitáramos el interior de esas mansiones tan imponentes, descubriríamos en muchas de ellas muros en ruinas, pilares débiles, salas solitarias, habitaciones vacías que huelen la tristeza y muchas esquinas oscuras, donde la luz del sol nunca llegó. De hecho, si cada uno de nosotros era una casa, tendríamos la obligación de cuidar de nuestro hogar, de transformarlo en un espacio agradable, cómodo, libre de sombras, de cuartos cerrados y de grietas claramente descuidadas. Nosotros somos nuestro propio hogar, debemos admitir. Somos nuestro propio refugio y la estructura excepcional que siempre está en constante crecimiento. Debemos, entonces, aprender a cuidar de ese espacio mágico que no se vende ni se presta, pero se protege.
El hogar que usted busca allá afuera está en su interiorGeorge Bernard Shaw decía que
la vida no se reduce a encontrarse a nosotros mismos, se trata en realidad de crearnos a nosotros mismos.
Así, quien escoja emprender un viaje de búsqueda con el fin de encontrar un propósito, con el objetivo de reconocer sus límites y encontrar la esencia de la propia personalidad, se equivocará en el enfoque escogido. Porque todo lo que se desea saber no está fuera, sino en el escenario interno que produce frutos maravillosos cuando lo mantenemos bien cuidado. Por su parte, hay un hecho innegable que muchos de nosotros tal vez ya hemos percibido alguna vez, sobre todo en la fase de nuestra adolescencia cuando vivimos de puertas abiertas, ocupados con lo que la vida nos trae, con lo que sucede en el exterior con gran alboroto con sus sabores, sonidos y movimientos. Al vivir desconectados de nuestro corazón, de ese faro interno donde brillan los valores y la propia identidad, siempre tenemos la sensación de que nos "falta algo". Tenemos la sensación de que lo que existe en el propio hogar es un vacío insoportable y de que hay que llenarlo con algo. Así que, casi sin darse cuenta, dejamos entrar en el hogar de nuestro propio ser la primera cosa que viene, entregamos las llaves de la puerta delantera , ofrecemos el sofá de la sala e incluso la clave secreta de nuestros armarios y nuestros cajones. Lo hacemos con una ingenua inocencia, sin saber que hay ladrones que se quedan con todo, saqueadores sin piedad que dejan todo arrasado: autoestima, fortalezas, virtudes, sueños y esperanzas ...
Cuidar, oír, construir a sí mismo no son actos de egoísmo
Tener un hogar con salas espaciosas llenas de libros, en los que están guardados infinitos saberes, no es un acto de egoísmo. Poseer un hogar en el que no hay puertas cerradas ni grietas, mucho menos cantos habitados por sombras y por la oscuridad, no es un acto de vanidad. Poseer un jardín en el que nacen flores increíbles, hermosos arbustos y árboles con raíces fuertes no es algo superficial. Porque conquistar cada una de esas cosas exige tiempo, voluntad y un delicado autocuidado."La luz es muy dolorosa para los que viven en la oscuridad."
-Eckhart Tolle- Vivimos en una sociedad que nos condiciona a creer que el amor hacia sí mismo es un acto de egoísmo. Sin embargo, después de ser prácticamente obligados a leer libros de autoayuda, descubrimos que esa premisa no es verdadera, que
cerrar las puertas de nuestro hogar a las cosas de las que nos gusta o no nos gusta no es ser narcisista. Es ser valiente, es juntar amor propio y honestidad, es consolidar un compromiso consigo mismo para garantizar la autoestima y el bienestar en un mundo acostumbrado a moldear personas frustradas, personas que no saben cómo ser felices.
Albert Ellis, en su época, dijo que nuestra sociedad nos enseña a menudo a castigarnos a nosotros mismos. Por lo tanto, debemos dejar de lado todo lo que nos han hecho creer hasta ese momento para aprender a pensar y sentir de modo diferente, para recordar que existe un ser frágil y desamparado que necesita atención, atención y reconocimiento: usted mismo.
Hagamos, por tanto, ese viaje de regreso a nuestro propio hogar para barrer nuestras creencias limitantes, para ampliar las salas de esperanza, para abrir las cortinas de los conflictos internos, para reparar los caños de nuestras heridas emocionales. Vamos a sembrar nuestros jardines con semillas de esperanza y guardemos en nuestro propio bolsillo las llaves de nuestro hogar porque son ellas, y solamente ellas, que abrir las puertas de nuestra felicidad ...