De un tiempo para allá, cambié. Comencé a dar la importancia que las cosas tienen y paré de sufrir por tonterías. Si antes pensaba mucho antes de salir de las relaciones y quedaba como un portero desequilibrado tratando de controlar el flujo y las despedidas, ayudo ayer a hacer las maletas y cerrar la puerta sin arrepentimiento. Sí, usted puede irse.No, no me he convertido en una cantera. No soy insensible.
Mi corazón sigue bobo por sutilezas, tiene predilección por exageraciones hermosas, golpea la frecuencia más fuerte, ya veces queda descompasado y loco cuando se encuentra con alguna belleza extravagante.
Lo que sucede es que no tiene sentido colocar intensidad en las cosas que no vibran . Despeje el amor en corazones baldíos e improductivos. Dedicar a quien no sabe lo que es tener alguien que se preocupa por la calidad de su día y que espera ansiosamente el cariño de su abrazo. Alguien que cuida y se dona en los mínimos detalles sólo para ver la danza de la felicidad exhibiéndose en su cara.Todo cambio requiere una mirada demorada sobre las cosas, y aún me tomo pensando en los pendientes inútiles que no dejé ir y guardé a lo largo de los años; las amistades de ocasión, que duraron apenas mientras pude darles mi mejor versión.
Pseudoamores que arrojaron una carga de inseguridad en mi vida y me hicieron dudar de que el prerrequisito para tener el amor genuino es cultivar el propio. La vida se volvió una extensa pasarela, donde vi todo se exhibía con prisa y deshaciéndose, sin ningún entusiasmo, sin ninguna verdad, sin compromiso alguno con la reciprocidad
. Las personas que llegaron, interpretaron sus escenas con cálida frialdad y desaparecieron. Es necesario aprender a dejar irseHoy cuido de mis afectos con larga alegría, sin dejar mis deseos para después
, sin almacenar los sentimientos, porque el corazón intenso es órgano que vive expuesto. Pero comprendí que hay que domesticar los ímpetu y hacer una clasificación de lo que queda, de quien queda en estas tierras sagradas, en este corazón que no necesita sufrir caídas innecesarias para descubrir cuán importante es. Hoy sé despedir sin encontrar que es el fin del mundo, sin imaginar que vivir sin una persona va a comprometer mi vida entera.
Hoy comprendo que quien no se queda es porque no quiere. Aprendí que la primera cláusula de un sentimiento verdadero se llama "libertad". De un tiempo para allá, cambié. Fue lo mejor que hice.