"Voy al psicólogo y no estoy loco.Además, loco es una etiqueta figurativa descalificadora que nadie debería usar para denominar a las personas con problemas mentales. Yo voy al psicólogo para que me ayude a cambiar mi lámpara, que parece estar quemada por las circunstancias.
Voy al psicólogo porque necesito poner mis pensamientos en orden, gestionar mis emociones y aprender a vivir mejor. Voy porque me hace sentir bien, porque me ayuda a adquirir recursos para enfrentar la vida y buscar el bienestar.
Conozco el sonido de las piedras golpeando mis pies y obstruyendo mi camino, conozco la sensación abrasadora de no encontrar sentido para la vida, de no poder poner nombre en los sentimientos, de no dejar de pensar que todo puede ir mal, de no encontrar salida en el callejón de la vida.
Este podría ser el discurso de cualquier persona que hace terapia.No importa los motivos que te lleven a hacer terapia, NO HAY NADA NEGATIVO EN HACER ESO. Por el contrario, es necesario mucho coraje para dar el paso y permitir que un profesional te ayude a desatar a tus nudos más íntimos.
El estigma de la salud mental
Ir a la terapia es algo visto con malos ojos.En realidad, si usted va, parece que la sociedad apunta el dedo hacia usted. Sin embargo, muchos profesionales observan que no es necesario tener cáncer en el útero para ir al ginecólogo. ¿Por qué no vamos al psicólogo cuando nos sentimos mal (es decir, ansiosos, angustiados o bloqueados)?
Tal vez porque superar ciertos problemas no sea tan fácil como tomar un comprimido. Quizás porque vivimos en la sociedad de las soluciones rápidas y de la búsqueda de la píldora de la felicidad. Tal vez porque desechamos con mucha facilidad la importancia de hablar sobre un dolor interno a la que no sabemos poner un nombre.Sucede que
tenemos una enorme sensación de invulnerabilidad en relación a los problemas psicológicos.Las dificultades emocionales nos parecen secundarias y, por eso, no nos permitimos profundizarlas. Además de que hacer esto parece una señal de debilidad.Nosotros llevamos las manos a la cabeza cuando la infección es más difícil de curar, pero no nos damos cuenta de que, obviamente, si hubiéramos atendido los síntomas y las señales que nos indicaban que algo no estaba completamente bien a tiempo, entonces el dolor no se habría extendido de esa manera.
Tenemos que ser muy valientes para no ignorar una punzada en el estómago de nuestras emociones.
Es necesario tener mucho coraje para abrir nuestra mente y nuestro interior a un profesional. Hay que tener mucho coraje para reconocer que hay algo que tenemos que cambiar.Es necesario ser increíblemente fuerte para tener el coraje de transformarse y de trabajar en sí mismo. Reconocerlo y darnos la oportunidad de gestionar nuestras expectativas es una conquista psicológica.
CompartirPorque en muchos casos las preguntas son las que encuentran la clave de nuestro avance. Porque el apoyo de un psicólogo es fundamental a la hora de dar coherencia a nuestras dificultades y así articular su superación.
No siempre que necesitamos terapia tenemos un trastorno mental, y la psicología no está basada en el sentido común.Lo que conseguimos a través de la psicología en la terapia va más allá de una escucha ordinaria.
No es una conversación íntima. Se trata de cambiar la lámpara de un cuadro equilibrado que se estabiliza a partir de la objetividad.Los conocimientos y las técnicas tienen su referencia en estudios científicos, lo que confiere solidez al proceso terapéutico.
CompartirAhí está la clave del mérito psicológico, en acompañar profesionalmente la búsqueda de respuestas, en la creación de preguntas, en el conocimiento de las emociones, pensamientos, cualidades, recursos y patrones fallidos. Por lo tanto, este es un camino maravilloso para quien tiene el coraje de desbravarlo.