Hace muy bien reír de los problemas, sin chocar con ellos

Comienzo sin rodeos. Nos ofrecen píldoras en forma de medicina o de palabras fáciles, de métodos clínicos y rituales, de soluciones frágiles, de morales fallidas, de comerciales disfrazados de lección de vida. Ante todo este arsenal de sonrisas con el que nos atacan por todas partes, parece que no se siente pleno todo el tiempo, que no tener un gran sueño o correr grandes riesgos, que no haber conquistado eso o aquello, que sufrir con las pérdidas, los desengaños, que querer lo que no se realiza o aún no querer nada por ahora, todo eso parece un pecado mortal.

Tantos modelos de "perfección" que nos llevan la goleada abajo hacen que su vida simple, sin grandes acontecimientos, sin "nada más" parezca un gran fracaso - y la culpa es suya.

nos roban la angustia sin ofrecer consuelo. Nos hunden en un gran vacío.

Nos inculcan ambiciones que a veces nunca fueron nuestras. Hay mucha diferencia entre lo que es inspirador y lo que es impositivo. Es demasiado peligroso tratar de seguir esa lógica como si la felicidad tuviera una fórmula

, una única forma de ser, como si fuera un estado constante de alegría. Hay quien se incomoda con el llanto ajeno porque es incapaz de sensibilizarse con cualquier dolor que no sea la suya. Hay quien siempre encuentra una visión positiva para todo y se olvida de que su mirada no resume todas las perspectivas. Hay quien no soporta el silencio y la inercia del momento del otro. Pero somos humanos, estamos llenos de fallas, de heridas, de interrogantes, de altibajos.Estamos hechos de carne, de sangre y de excreciones. Tenemos brillo y oscuridad para convivir todos los días. Es realmente muy bueno encarar con alegría los desafíos que aparecen o la inevitable rutina que existe incluso en el espacio entre las aventuras. Es realmente muy bueno reírse de los propios defectos, de los problemas ordinarios

, de nuestras expectativas desastrosadas tropezando en la realidad. Pero eso no es una obligación. No nacimos sonriendo. Aprendemos con el tiempo. Aprendemos a conocer lo que sentimos, la verdadera importancia de las cosas, a no hacer "tempestad en vaso de agua", a tener iniciativa para lo desconocido cuando la voluntad está tímida y desanimada, aprendemos tantas otras cosas que parecen vacías de tan banalizadas, sólo si experimentamos todos los matices del propio sentir. Y como cada experiencia es única, es bien personal el aprendizaje sobre cómo manejar eso, sobre cómo manejar consigo mismo. Es un camino largo, lento, lleno de tropiezos e imprevistos. La madurez no es algo que se pueda meter en la cabeza de nadie, pero que crece con el cuerpo, que crece con el todo de las experiencias y sensaciones, nace silenciosa y actúa poco a poco hasta darnos cuenta de que ella floreció.Cada uno en su tiempo. Cada uno de su manera.

Desconfío de las fórmulas listas, de esas perspectivas ansiosas de éxito y superación. Es necesario dar un paso a la vez sin preocuparse de quedarse atrás - su paso no necesita tener la extensión del paso del otro. Es necesario permitirse angustiarse para entender la propia angustia y lo que quiere decir. Llorar y experimentar el gusto de las propias lágrimas para conocer todos los materiales que componen el alma. Desabafar y quejarse cuando desabafar y quejarse es lo que el corazón pide. Que te escuchen los que sean capaces de lidiar con los propios dolores y no temen despertarlas con sus lamentos.No es que ese estado deba permanecer indefinidamente en el tiempo. En realidad, si es así, hay algo mal.

Es necesario dejarse ayudar, pedir ayuda si es necesario.

Es necesario ayudar en vez de simplemente rechazar a quien así se porta, intentar por lo menos, entender que a veces la dificultad de la persona en creer en lo que ofrecemos viene de esa falacia de la autosuficiencia que hace cualquier impotencia parecer una enfermedad terminal.

Pero tener fallas, sentirse mal, no dar cuenta de todo todo el tiempo es síntoma primordial de ser humano. Tanta autosuficiencia, como la colocan en párrafos cortos, aún nos llevará a la inanición. Nos nutrimos de nuestras contradicciones, de esas peleas que necesitamos resolver para superar las etapas de la vida, de cada momento. Nos nutrimos de los encuentros, de las afinidades, de los deleites con el otro, pero también de los conflictos, de los desacuerdos, de las fallas en la comunicación

. Lo que construimos es con ruido, con sudor, con detritos - hace mucho antes de los acabados finales y de la decoración. Hace mucho antes de instalarse. Y aún después, hay reformas necesarias. No creas en los castillos de arena que te venden como si fueran un abrigo sólido. Tanta insistencia en parecer inalcanzable, impermeable, en tener solución para todo y para todos no pasa de megalomanía, una fuga desesperada de la realidad de ser. Más temprano o más tarde, todos necesitamos encarar a nuestros fantasmas.

Es mejor que sea poco a poco.

Es mejor que sea exactamente en el momento en que aparezcan. Es mejor no esperar mofar. Sentimos vergüenza, sentimos frustración, sentimos miedo, sentimos rabia, sentimos tristeza, somos canallas y cobardes. Podemos ser eso y mucho más, lo que pesa es sólo ser sin reflexión. Mientras todo el "negativo" es considerado como aprendizaje, como parte de la vida, como impulso para buscar otros rumbos, estamos perdonados - somos humanos.Quien, por eso, nos abandona en el camino, como si él mismo no tuviera defectos, crea: es mejor que así sea, es porque nunca estuvo allí de hecho. También de todo eso podemos ser el opuesto, sentir lo opuesto, y ser medio, sentir medio.

No necesitamos ser intensos todo el tiempo para demostrar personalidad. No necesitamos nada de eso que nos imponen, tal vez, inocentemente.

Ser feliz, tener éxito, es dar cuenta de reír a la hora de reír, llorar a la hora de llorar. Es saber ser al extremo y ser medio término. Es tener sólo a sí mismo como criterio de comparación. Es ser entero y poder ayudar, es ser quebrado y pedir ayuda. Es ser más que una prescripción. Es lo que sólo usted puede definir que sea, y de forma indefinida, pues puede ser que descubra mañana otra perspectiva, y otras en el transcurso de la vida.

Es ser en el propio tiempo, aceptar sus propias alturas, sus propias formas, sus raíces profundas o sus alas inquietas, su gusto por bandas o por la soledad. Rechazar nuestros percances no los quita del camino. Negar los problemas no los resuelve. Ignorar nuestras fallas no las elimina ni nos permite crecer con ellas.

Es muy bueno cuando aprendemos a reírnos de los problemas porque aprendemos también a lidiar con ellos Como sucede cuando conocemos a una persona nueva, que en principio nos causaba antipatía, y después somos capaces de reír con ella y de nuestra resistencia al principio.

Es muy bueno cuando es espontáneo cuando es auténtico. Pero cuando se convierte en una imposición, una simulación cotidiana, tarde o temprano nos ahoga con todo lo que tratamos de esconder con esas sonrisas. Nos sofocamos. No lo necesitamos. Está bien no ser perfecto.

Esto hace de nosotros más humanos, incluso porque nos damos cuenta del hecho de que el otro tampoco lo es. Eso nos acerca. No es falta de autoestima, no es falta de amor propio, no es tantos otros rótulos que transforman en regla las exageraciones: es sólo natural.