El desamparo aprendido es uno de los estados más angustiosos en que podemos caer. Es el mejor caldo de cultivo para desarrollar síntomas de ansiedad y depresión. Además, es una consecuencia y, al mismo tiempo, una causa de la falta de asertividad ("¿Por qué causar un conflicto expresando nuestra opinión o nuestros gustos si no será útil para nada?"), Transformándose en cuerpos vacíos con un alma apagada para luchar.
Esta condición podría ser resumida en "lo que usted haga, estará equivocado". O lo que usted haga, no importa, usted no resolverá nada. El resultado siempre será el mismo. Es ahí donde surge el desamparo aprendido. Desamparo que aprendemos como resultado de haber intentado diferentes maneras de actuar y comprobar que éstas no tienen ningún tipo de asociación con el resultado que obtenemos. Así, no es sólo un conjunto de respuestas extinguidas, la propia iniciativa de responder acaba desapareciendo.
Tal vez usted ya se ha visto en este tipo de situación. En el trabajo, con un socio o en algún ambiente en el que usted convive. En este ambiente, hay una persona que es quien juzga si lo que haces es correcto o no. No hay sentido común. No hay coherencia. Lo que usted hace, sea como sea, casi siempre estará equivocado y en las veces en que esté todo bien, usted no tendrá idea de cómo o por qué está bien, de modo que no puede repetir eso, no importa cuánto intente.
El desamparo aprendido nos lleva a desistir del control
De alguna forma, detrás de esa actitud estamos oyendo algo como "Yo soy quien juzga lo que usted hace. Dicho mis propias leyes. Ahora sí, ahora no. Porque yo dije. Las personas que causan el desamparado aprendido son aquellas que, teniendo influencia sobre el otro, hacen un juicio de valor (está bien o está mal), sin explicarlo.
Entonces ... qué lectura hace una persona cuando recibe todo eso? Que no vale la pena hacer un esfuerzo por un resultado que, a sus ojos, es prácticamente al azar. La sensación es que, haga lo que sea, usted no puede aumentar el control sobre lo que sucede.
Esta falta de control sobre lo que nos sucede es angustiosa y muy limitante ya que, aparentemente, no podemos revertirla. Por ejemplo, esta es la semilla de muchos abusos emocionales. "Decido como usted se sentirá. Usted no decide. Usted no tiene control, tengo ".
Aunque la solución es huir, el desamparo aprendido nos impide
Martin Seligman descubrió ese fenómeno en los años 70. En un experimento que hoy no se podía hacer debido a sus implicaciones éticas (como muchos otros en la historia de la psicología), demostró que los perros , cuando sometidos a choques, independientemente de sus intentos de escapar, acababan adoptando una actitud pasiva hacia ellos y resignándose a sufrir en silencio.
Rápidamente se observó en ese fenómeno un paralelismo con las causas y las actitudes de muchas personas que caen en el pozo de la depresión. La ansiedad, la depresión, la falta absoluta de motivación acaban por controlar la actitud y el comportamiento de la persona, hasta llevarla a la pasividad más absoluta. Así, si aparece una oportunidad de cambiar el curso de la situación, ellos no la ver o pasar por ella. Su fe y su esperanza desaparecen porque sienten que cualquier cosa que hagan con el timón, escojan la dirección que elijan, continuarán sin avistar la tierra.
Este fenómeno psicológico es muy poderoso ya que secuestra totalmente nuestra capacidad de actuar.
Secuencia nuestra creatividad para generar otras alternativas y resolver los problemas. Esto nos hace incapaces de ver soluciones a nuestro problema. Aunque son soluciones obvias, cómo intentar escapar de un "lugar" en el que nos hirieron. El desamparo se apodera de nuestros pensamientos, comportamientos y emociones. Por eso muchas personas se sienten incapaces de dejar una situación que les está perjudicando. Porque están totalmente condicionados por ese desamparo que han aprendido. Desamparo que se apodera de los pensamientos, conductas y emociones de aquellos que lo internalizaron.
Para romper esa espiral que se vuelve cada vez más grande y más profunda en muchas ocasiones, es necesario ir hasta la raíz del problema. No podemos quedarnos en la superficie y resolver las pequeñas consecuencias de este fenómeno.
La persona no quiere sentirse así. Ella no buscó sentirse de esa manera. Por lo tanto, esa persona debe entender lo que la llevó a pensar así, como acabó entregando el control sobre lo que le sucedía. El objetivo será empoderarla, devolverle el control sobre su propia vida.
Un control que ha perdido durante mucho tiempo. Que dio al destino oa quien la maltrató, con sus dobles mensajes cargados de incoherencia y falta de sentido común. Pero ese control sobre su propia vida es suyo, y nosotros tenemos que trabajar para devolverlo.
Entender lo que sucedió y aceptar es el primer paso en ese camino. Un camino en el que cada uno se convierte en su propio propietario, que un día dejó en manos que no eran suyas.