Déjese ser amado, porque el amor que es hermoso y auténtico no lastima ni traiciona, ni tampoco sabe lo que son las lágrimas. El amor que nos da la alegría es aquel que se ofrece con los ojos abiertos y el corazón entusiasmado, es una relación madura y consciente donde no se llenan vacíos ni se alivian soledad egoístas. Si pensamos en ello por un momento, nos damos cuenta de que está enraizada en nuestra cultura popular la clásica idea del "quien te quiere bien te hará sufrir". Eso es algo mal. El dolor y el amor son dos cosas bastante distintas. Porque la relación sincera basada en la reciprocidad jamás tendrá en su composición un aditivo tóxico o venenoso.
Déjese ser amado de una forma bonita, permítame ser amado como usted se merece, porque mi amor no lastima, y el amor que es real siempre trae felicidad, nunca tristeza.CompartirJohn Gottman es uno de los mejores especialistas en lo que concierne a las relaciones amorosas. En uno de sus libros, él nos explica que el secreto para que una relación sea duradera y feliz está en saber complacer.Con ello, el profesor emérito de psicología de la Universidad de Washington subraya la necesidad de que la pareja se ayude mutuamente, de mostrar interés sincero el uno por el otro y, sobre todo, de crear significados y valores compartidos.
Por lo tanto, el dolor no tiene espacio ni sentido en las relaciones. Te invitamos a reflexionar sobre eso.La falta de amor y su presencia en nuestro cerebro
Una de las características más notables de esas personas que logran establecer una relación amorosa basada en el respeto, la alegría y el crecimiento, es que son capaces de amar como si nunca hubieran sufrido antes, sin nunca transferir a la nueva relación el dolor de las relaciones anteriores. No hay desconfianza ni manifestar amargura.Pero la verdad es que también encontramos personas convencidas de que el amor realmente hace sufrir, y eso sucede porque las experiencias pasadas de ellas les enseñaron eso. Hablamos, claro está, de la falta de amor. De hecho, según un estudio publicado en la revista "Journal of Neurophysiology
" ante el final de una relación o de una desilusión amorosa, nuestro cerebro reacciona de la misma forma como reacciona al dolor físico.
Para hacer frente a estas situaciones tan delicadas, está surgiendo actualmente un enfoque interesante basado en la neurobiología relacional. Esta teoría tiene como principal punto de partida la idea de que el cerebro, gracias a la neuroplasticidad, es capaz de curar estas heridas, estas marcas de dolor.
Si fuésemos capaces de reconstruir tejidos y fortalecer aún más esas conexiones neuronal afectadas por el dolor del trauma emocional, lograríamos sin duda alcanzar un equilibrio interno más sano.
La teoría de la "Neurobiología interpersonal" (IPNB) fue desarrollada por el psiquiatra Dan Siegel. Según el propio autor, el mejor modo de curar estos circuitos neuronales afectados por la vulnerabilidad o por el desconsuelo detrás de un fracaso sentimental es practicar la meditación.El hecho de favorecer un estado de calma donde volvemos a conectarnos con nosotros mismos es una forma bastante adecuada de encontrar ese punto de equilibrio que hace entender que lo que duele no es el amor en sí, sino nuestras acciones y reacciones .Nuestra capacidad de saber "agradar" mutuamente, como nos indica John Gottman.El amor hermoso, el que no lastima ni sabe lo que son las lágrimas del ser amado. El que duele es la falta de amor y nunca el AMOR con letras mayúsculas.Lo que nos deja tristes y nos desconsola es la batalla perdida, el cansancio de un corazón vacío, sin esperanzas. Esto sucede cuando ya no se confía en el "prometo que voy a cambiar
"o" estoy seguro de que las cosas van a ser diferentes a partir de ahora
".Quiero un amor así, de miradas cómplices, de palabras verdaderas, de corazón humilde y caminos compartidos.
CompartirDebemos rechazar completamente quién nos vende un amor con sabor a lágrimas, quien nos intenta convencer que el auténtico aprendizaje de la vida llega con el sufrimiento, y que todos, de algún modo, tenemos que experimentarlo para que podamos nacer de nuevo, nacer de verdad.
Lo que es cierto es que la felicidad también enseña, y mucho. Porque en el amor con letra mayúscula no hay acentos ofensivos, ni letras minúsculas cargadas de egos, miedos y desconfianzas.
El cariño que es hermoso no duele ni busca herir,y si en algún momento aparecen la sonrisa apagada y la mirada baja, la otra persona buscará la razón de esa nube pasajera y ahuyentarla para siempre.Tal como nos recordaba Erich Fromm, el amor es sobre todo un acto de fe.También podríamos encarar esto como un salto al vacío, donde a pesar de que nadie nos asegura de que todo va bien, no tenemos dudas en arriesgar, en ofrecer siempre lo mejor de nosotros para agradar y permitir que nos gusten.