La impulsividad siempre ha sido una característica muy fuerte de mi personalidad. Cuando me preguntaban sobre mí, la respuesta era casi automática: "soy muy impulsiva". El tiempo pasó ... Conocí nuevas personas, nuevos lugares, pero el lugar más importante que conocí fue dentro de mí misma. Es un proceso lento y muchas veces doloroso también, pero valió y está valiendo mucho la pena. Cuando me veo en situaciones en las que solía actuar sin pensar, empiezo a hacer las siguientes preguntas:
va a valer la pena? ¿Es eso lo que quiero? ¿O es mi ego tratando de hablar por mí? ¿Cuáles son las consecuencias de ello para mí y para las personas que me aman? ¿Eso me ayudará en esta búsqueda para ser una persona mejor? Cuando no consigo las respuestas, recurro a alguien que me ayude a responder: un amigo que ya pasó por eso, una persona más experimentada, a Dios a través de la oración y la meditación. Y, después, tomo la decisión que tengo que tomar. Pequeña o grande.
No es vergüenza pedir ayuda a nadie. Por el contrario: es una prueba de fuerza y coraje. Desde entonces, pasé a recibir muchas cosas buenas: sonrisas, gestos de amor, ver a la gente a mi alrededor más confiada y más feliz también. No hablo más de lo que no me gustaría oír. No impongo mis ideas a otras personas. No me precipito más en decir sí o no. No tengo más prisa. Sigo dando lo mejor de mí, pero evitando crear expectativas. No tengo más vergüenza o miedo de decir o no decir algo. Eso no significa que soy mejor o peor que nadie. Eso no existe. Somos todos hijos de un solo Dios que habita dentro de nosotros. Entonces todos somos iguales.
Lo que nos diferencia es cómo manejamos nuestras batallas diarias y lo que hacemos de ellas.Aprendí sobre amor, respeto, gratitud ...
No tengo más vergüenza de mis lágrimas o de mi sonrisa. Yo merezco todo eso. Y no es arrogancia, como yo pensaba antiguamente. Es consciente. Todo lo que pasamos es una lección. Si ponemos la mano en un lugar caliente, probablemente nos quemar y seguramente vamos a optar por no poner más la mano allí. Esto sirve para el fuego y para la vida. No voy a decir que la impulsividad desapareció de dentro de mí como en un paso de magia. Sin embargo, el hecho de observarme más atentamente me hace percibir que ya no es mi característica más fuerte. Que no es malo, pero tiene el momento adecuado hasta para eso. Y saberlo es maravilloso. Estoy agradecida a todos los que están haciendo parte de este descubrimiento y de las muchas otras que están sucediendo. Y, si me permite darle un consejo, yo diría: hable menos y escuche más. Es en el silencio que usted descubre el poder que tiene sobre su ego. Él no puede y no debe dominar usted. Dale adiós tu impulsividad, toma más tiempo para ti. Valorar a sus verdaderos amigos. Ama, muuuuito, a ti mismo y ver el mundo de armonía, luz y felicidad que se abrirá delante de ti. La puerta está ahí. Gira la manija y entre. ¡Va a valer mucho la pena! Namaste