Los recuerdos son como olas del mar, vienen y van. Caprichosas, nos traen un instante del pasado: una voz, un olor, un sonido, un momento marcado por la tristeza o la alegría ... Estamos llenos de recuerdos que nos determinan y construyen, son nuestras raíces y trazan lo que somos: seres que experimentan, crecen, maduran y aprenden.La doble cara de los recuerdosLos recuerdos son imágenes del pasado que se archivan en la memoria, reproducciones que ocurren en un momento determinado, a las que solemos dar una interpretación y que normalmente cargan una determinada carga emocional.
Estos dos conceptos "memoria / emoción" están tan unidos que en ciertas ocasiones el mero hecho de sentirnos felices, asustados o tristes implica que casi siempre surja un determinado recuerdo del pasado. Son reacciones afectivas que demuestran el gran peso que los recuerdos tienen en nuestra personalidad. Pero, como decía Cervantes:
"Oh memoria, enemiga mortal de mi descanso", en algunas ocasiones los recuerdos también nos hacen sufrir.
Puede llegar un momento en que nos apegamos exageradamente a un determinado recuerdo hasta distanciarnos de nuestra realidad y de nuestras responsabilidades, cayendo, por ejemplo, en una depresión o crisis nerviosa. El problema no es mirar el pasado y recordar, lo preocupante es cuando se vive en el pasado de forma continuada. Esto puede llevar a un temor al presente ya los desafíos que la vida nos proporciona. Anclarse en el pasado proporciona un sentimiento de seguridad permanente, pero no es una situación real, ni madura. Debemos llevarlo en cuenta siempre. Recordaciones positivas para vivir mejorLos buenos recuerdos se usan muy a menudo en la psicología para crear vínculos con experiencias personales significativas de nuestro pasado. Todo aquello con carga positiva que vivimos en algún momento de nuestra existencia tiene el potencial de llenarnos de ánimo y coraje en el presente. El misterio que hay detrás de todo eso es que los buenos recuerdos pueden ser utilizados para potenciar nuestros recursos presentes.
Esta situación nos demuestra muchas veces que no estamos tan lejos de donde queremos estar, pero que ya tenemos parte de la solución dentro de nuestro baúl de experiencias.
Poseemos las llamadas neuronas espejo, que además de favorecer nuestra empatía y comprensión, nos permiten conectarnos con un recuerdo de nuestro cerebro , recreando el mismo estado experimentado en el momento original, sean las emociones agradables o desagradables. De este modo, y si por ejemplo, queremos aprender a ser más asertivos, nos ayudarán a recordar momentos en que actuamos con seguridad y desenvoltura, reconectando con las sensaciones positivas que este comportamiento que deseamos potenciar nos produjo.Además, también podemos aprender a revivir nuestros recuerdos agradables y beneficiarnos de los efectos positivos al recordar una situación que vivimos como satisfactoria, emocionante o motivadora. Más aún, si evocamos buenos recuerdos de forma continuada para ayudarnos a fortalecer nuestros recursos actuales de enfrentamiento, podemos crear un sistema auto-alimentado de protección y bienestar.
Cuanto más ánimo sentimos con las cosas buenas que sucedieron en nuestra vida, más recargamos nuestras baterías de energía positiva. Esta energía positiva no sólo nos hace sentir bien, pero también aumenta la posibilidad de reaccionar con menos depresión ante acontecimientos negativos. Es lo que en la psicología llamamos resiliencia. De esta forma, podemos concluir diciendo que, aunque no debamos vivir de recuerdos, los recuerdos nos ayudan a vivir.