Nikola Tesla, la soledad del genio de la luz

Dicen que Nikola Tesla fue el genio que iluminó el mundo, y para imaginar nuestra vida sin su legado bastaría simplemente apagar la luz. Sin embargo, su figura está siempre asociada a la soledad ya la incomprensión que comúnmente acompañan a las grandes mentes: siempre complejas, siempre fascinantes.

Una de las frases más conocidas de Tesla es aquella que los periodistas de la época inmortalizaron y de cierta manera sirvió también para perfilar un poco más su estilo vehemente y siempre animoso: "el presente es de ustedes, pero el futuro es mío".Tal vez había tenido razón.

No faltan aquellos que afirman que sin él nuestro mundo tendría los restos de un escenario enigmático, como el bosque silencioso de la Bella Durmiente. Un territorio a las oscuras, sin radio, sin televisión, sin gigantescas industrias y sin el rugido eterno de nuestras ciudades modernas. La Tesla debemos la bobina de inducción que inauguró la era de la radio. También fue él el artífice del sistema de transmisión que transporta la energía eléctrica a nuestras casas, el mando a distancia, la telegrafía inalámbrica, los rayos de luz violenta, la resonancia magnética. Todo ello sin citar su obra de ingeniería más soñada, pero posteriormente fracasada, olvidada e incluso destruida, el proyecto "Wardenclyffe", que tenía como finalidad proporcionar energía libre y sin cables a todo el mundo.

Para muchos, este hombre de origen serbio sufrió el castigo del olvido por haber enfrentado el poder de la industria de su época y tratar de ofrecerla al pueblo más humilde. En cualquier caso, algo que no se habla tan a menudo es de la personalidad del propio Tesla, sobre su psicología y sobre este universo más íntimo y personal que existía detrás del genio.Le invitamos a conocer un poco más sobre su figura a continuación.Creatividad y disciplina: la mente compleja de Nikola Tesla

Hay varios libros que abordan este universo más profundo y personal de Nikola Tesla. "Relámpagos" de Jean Echenoz es uno de ellos, así como "Nikola Tesla, personalidad y neurosis" del médico serbio Zarko Trebjesanin. Fue siempre una persona brillante y con un alto intelectual intelectual. Su genialidad se nutría a través de todo un mecanismo que el propio Tesla comenzó a practicar desde pequeño: una disciplina férrea y obstinada. Cuando en su mente surgía una idea, no la abandonaba hasta que le daba forma o simplemente quedaba desmembrada. Se sabe que dormía poco, que comía menos y que desde temprano asoció que la creatividad exigía reglas rígidas, duros horarios y un enfoque donde las emociones quedaban obligatoriamente relegadas.

Su ciencia tenía una voluntad de hierro hasta el punto en que quiso convertirse en un asceta, evitando toda relación afectiva; según él, estos tipos de relaciones le harían perder la objetividad en su trabajo creativo.

Eso fue, sin dudas, algo que más tarde se arrepintió, y en una entrevista acabó lamentándose sobre su soledad. Admitió que la tarea creativa tiene mucho de pasión, pero que al mismo tiempo su mente hambrienta era también su gran enemiga:

siempre estaba llena de múltiples ideas y de complejos proyectos que lo atacaban como tormentas, como relámpagos a los que debía obedecer a la fuerza . Nikola Tesla llegó en 1885 a Nueva York. Tenía sólo un cuaderno lleno de cálculos, miles de ideas en su mente, algunos poemas y cuatro centavos en su bolsillo, pero sabía muy bien lo que quería lograr.

Sólo un año después ya había vendido la patente del motor de corriente alternativa a George Westinghouse y estaba inmerso en lo que se conoció como la "guerra de las corrientes", vinculada a su archienemigo Thomas Edison. Sin embargo, esta mente fue habitada por infinitas ideas, complejos mundos cargados de electricidad y de sistemas que se conecta de forma invisible a través de la distancia, que no llegaron a tomar forma en general. No por lo menos como ansiaba Tesla. Tropezó en dos grandes rivales: un sistema férreo y una política interesada que no armonizaba con las ideas "arriesgadas" de Tesla. Además, padeció de un trastorno obsesivo-compulsivo que le sacó el ánimo y la salud al final de su vida.

Una mente noble, una mente obsesiva Los últimos años de vida de Nikola Tesla fueron especialmente complejos. Su trastorno obsesivo-compulsivo llegó a condicionar mucho sus rutinas.

Vivía en hoteles, donde siempre pedía 18 toallas. Cuando comía o cenaba, que eran pocas veces, exigía tener en la mesa 18 servilletas. La habitación donde se hospedaba era siempre el 207 porque este número era divisible por 3. Su extraña obsesión por el número 3 y por la idea de ofrecer energía de forma gratuita al mundo y sin cables le fue quitando la salud y el equilibrio personal. Su nivel de exigencia a sí mismo era tan alto que la neurosis alcanzó límites inconmensurables.

Los sonidos le causaban dolor, se tornó hipersensible. Además, se quedó sin dinero, porque Tesla no tenía ninguna ambición empresarial. Vendió todas sus patentes y falleció en la más extrema pobreza, dejando una infinidad de trabajos y documentos con los cuales otros se volverían ricos. En los días de hoy el nombre de Tesla recuperó su brillo y la luz que no sólo quiso traer el progreso, sino que también tenía un raro altruismo de alguien que jamás buscó enriquecerse, apenas poner la ciencia al servicio de la humanidad.