Cada vez que mi abuela Mercedes me veía atrapada en una de estas encrucijadas cotidianas de la vida, me miraba con cuidado y, de manera infalible, se acercaba para repetir un estribillo con el que alejaba todos los problemas: "La buena la vida cansa, y la mala vida amansa ". Confieso que cuando era niño, eso me irritaba. El "amansa" parecía más apropiado para caballos salvajes o fieras de circo. Pero al crecer, descubrí la delicada sabiduría de esta frase y también comprendí que, de hecho, hay fuerzas en nuestro interior que necesitan ser domesticadas.
Los seres humanos pasan la vida entera sintiendo nostalgia de una felicidad que jamás se han sentido. Una vida en la que no hay problemas, ni pérdidas, ni contradicciones. Sólo éxitos, días agradables y risas eternas. Raras veces nos damos cuenta de que, si experimentamos todo eso, fue sólo por un momento pasajero.
También nos acostumbra a reaccionar de forma preventiva ante cualquier conflicto. La palabra "problema" tiene una connotación de disgusto en nuestra mente. La alejamos. "Suma de aquí", decimos cuando aparece en el horizonte. La pregunta entonces es: los problemas son tan mal como parece?
El aprendizaje
Seguro que se acuerda de las clases de aritmética. El profesor indicando la tarea a ser elaborada y colocando el título de "Problemas". Después, pasaba un ejercicio que incluía una situación en que Juan vendía a Pedro no sé cuántas manzanas a un precio x, y usted debía encontrar el camino para saber cuánto pasó Pedro. Si usted hiciera el proceso correctamente, al final encontraría el valor.
Algo semejante sucede en la vida.
Gostemos o no, aprendemos de los problemas. No problemas de Aritmética, pero otros no tan cuantificables que se presentan desde que despertamos: "¡Qué sueño tengo! No quiero levantarme, pero tengo que hacerlo ". Durante el día pueden aparecer nuevos conflictos, mayores y menores que éste. Y a lo largo de la vida ocurre lo mismo. La diferencia es que ya no se trata de aplicar una fórmula, sino de elegir el mejor camino posible sobre la base de los recursos que tenemos como seres humanos.
No hay salidas automáticas. Por eso, todo problema trae implícito un aprendizaje. No somos iguales antes y después de resolver una situación porque, para solucionarla, tuvimos que confrontarnos con nosotros mismos. Los problemas nos obligan a preguntarnos constantemente lo que definitivamente queremos, cuál es el rumbo que deseamos dar a nuestra vida. Por eso, lejos de ser un disgusto, los problemas son grandes maestros que nos hacen aprender. La perspectiva
El problema es un punto de ruptura en el que se enfrentan fuerzas opuestas. Se puede considerar como un tormento, o asumir una perspectiva de apertura y darse cuenta de que se está haciendo visible una contradicción que antes no había tenido en cuenta.
Su perspectiva puede ser la de ocultar o reprimir el problema, como estrategia para eliminarlo. Pero él no tardará en reaparecer, a veces con mayor fuerza
. Por eso, tal vez el verdadero problema no esté en la situación que genera conflicto, sino en la forma en que la ve y la trata. Algunos incluso logran convertirlo en una oportunidad. Como Demóstenes, el mayor orador de la Grecia Antigua, que cuando niño tenía problemas de habla y trabajó con ahínco para alcanzar prácticamente la perfección en el arte de la oratoria.Dice un refrán popular, que también sigue repitiendo a mi abuela:
"Si del cielo caen limones, aprenda a hacer una limonada".