La amígdala y el aprendizaje emocional Vamos a incluir un simple ejemplo. Acabamos de trabajar y dirigirse a nuestro coche, aparcado en una calle cercana; está de noche y no hay iluminación. Esta penumbra nos pone en alerta, la oscuridad es un escenario que evolutivamente solemos asociar como indicador de riesgo y peligro; así que apresuramos nuestros pasos para encontrar el coche. Pero algo sucede, alguien se acerca y nuestra reacción lógica es comenzar a correr para huir.Mediante esta simple escena, podemos deducir muchas de las funciones instaladas en la amígdala: ella nos pone en alerta de que la oscuridad es un riesgo y de que esa persona que se aproxima también es.Más aún, ella crea un nuevo aprendizaje al deducir, a causa del miedo, que al día siguiente no estacionaremos el carro en esa calle.
Los recuerdos y experiencias con mucha carga emocional hacen que nuestras conexiones sinápticas estén asociadas a esta estructura,provocando efectos tales como taquicardias, aumento de la respiración y liberación de hormonas del estrés.
Las personas que, por ejemplo, tienen amígdala dañada, no ser capaces de detectar situaciones de riesgo o peligro.
La amígdala nos ayuda a buscar una estrategia adecuada después de haber identificado un estímulo negativo, pero cómo identificar que ese estímulo puede hacernos daño? Por aprendizaje, por condicionamiento, por esos conceptos básicos que, como especie, reconocemos como perjudiciales. Daniel Goleman, por ejemplo, introdujo el concepto de "secuestro amigdalar", para referirse a esas situaciones en las que nos dejamos llevar por el miedo o la angustia de algún modo que no sea adaptativo, que no es lógico y donde la desesperación nos impide encontrar la respuesta adecuada.
La amígdala y la memoriaLa amígdala también está asociada a nuestros recuerdos y nuestra memoria,
y son muchas las ocasiones en que determinados hechos están asociados a una emoción muy intensa: una escena de la infancia, una pérdida, un instante en que sentimos inquietud o miedo. Cuando nuestros sentimientos son más agudos, más conexiones neuronales ocurren alrededor del sistema límbico y de la amígdala, y muchos científicos están estudiando la determinación de detalles bioquímicos que afectan esta estructura para aplicarlos a posibles tratamientos terapéuticos y farmacológicos para minimizar los traumas infantiles. Pero no debemos limitarnos a asociar el miedo con una pulsión negativa capaz de causar traumas y problemas psicológicos. Por el contrario, él es un interruptor que nos advierte y que nos protege. Es el centinela que viene permitiendo, generación tras generación, que podamos evolucionar teniendo como base nuestra protección y la protección de las personas a nuestro alrededor.La amígdala es una fascinante estructura primitiva de nuestro cerebro que nos cuida y que nos da una visión equilibrada de los riesgos.
El miedo, así como el placer, es esencial en nuestra riqueza emocional como seres vivos.