No hay felicidad sólo en dar, recibir también es un derecho

Recibir también es un derecho, y más aún, también es una necesidad que da ánimo al corazón y que construye los pilares fundamentales de la reciprocidad. Mahatma Gandhi una vez dijo que

"la mejor manera de encontrarse a sí mismo es perderse al servicio de los demás". Es un enfoque noble y humanista, sin duda, pero no hay que confundir estas corrientes con el plano de las relaciones personales o afectivas, allí donde "dar y recibir" están inscritos en un mismo círculo. Dar mucho y recibir poco también cansa, y aunque el don de saber dar a cambio de nada sea bellísimo, también hay que recibir sin tener que pedir.

CompartirAdam Grant, psicólogo y autor del libro "Dar y recibir", apunta que

todos estamos en algún punto de esa línea que va desde aquel que está acostumbrado a dar, hasta lo que apenas espera recibir. La armonía estaría en el centro, a partir del cual propiciar una felicidad capaz de dar y recibir. Es una cosa que desafortunadamente no siempre se observa, especialmente en lo que se refiere a las relaciones amorosas. El corazón también anhela por recibir reconocimiento.

No queremos regalos, preferimos detalles. No deseamos que nuestros favores sean retribuidos, ni que nos dediquen un cartel por cada esfuerzo realizado, por cada momento dedicado o por cada sueño presente con el fin de atender y hacer feliz a aquellos que amamos.

Lo que nuestros corazones quieren recibir es respeto, reconocimiento y reciprocidad.

Nada de esto se toca con las manos. Sin embargo, tiene la sutil virtud de acariciar el alma para hacernos sentir amados. Es por eso que muchas veces, cuando no se tiene nada de esto, quedamos vacíos y casi indefensos. El problema en la mayoría de las relaciones amorosas está exactamente en esta disonancia: dar todo a cambio de muy poco.

Henry Miller, conocido por sus obras vitales y llenas de sensualidad, comentaba en algunos de sus libros que para que estas relaciones "asimétricas" tuvieron éxito eran necesarios dos enfermos: un adicto a recibir y otro cuyo vicio era dar. Sólo así habría armonía. El resto de las relaciones estarían condenadas inevitablemente a un sufrimiento agonizante. Las dinámicas de nuestras relaciones

Nuestras relaciones, sean amorosas, familiares o de amistad, suelen presentar un tipo de dinámica donde cada uno de nosotros se posiciona en algún punto entre aquellos que dan o aquellos que suelen recibir. Lo ideal sería que todos asumiéramos el papel de "equilibradores", allí donde se intenta construir una armonía respetuosa entre lo que contribuimos y lo que obtenemos, estando siempre atentos a la propia interacción.

Veamos ahora con detalle qué tipo de dinámicas acostumbran a construir, según las teorías del psicólogo y autor de "Give and Take" (Dar y recibir). Donantes.Aquí entra el perfil que la psicología popular suele definir como el "síndrome de Wendy", personas que entienden la felicidad dándose a los demás, dando todo a cambio de nada.

Receptores.

  • En esta dimensión están aquellos acostumbrados casi exclusivamente a recibir. Balanceadores.
  • Como hablamos anteriormente, buscan la armonía, el beneficio en común. Falsos donantes.
  • Seguro que en alguna ocasión usted ha encontrado este tipo de comportamiento: son personas con máscaras. Aparecen mucha generosidad, pero su estrategia es más aguda y egoísta: hacen un favor y, a cambio, exigen una moneda de nuestro corazón. Es necesario saber lo que merecemos
  • Está claro que el mundo a veces es un escenario complejo e incluso heterogéneo, lleno de amores y desencuentros. Sin embargo, no hay nada que se pueda hacer para cambiar a aquel compañero o familiar que cree que la vida es así: esperando más de lo que están dispuestos a ofrecer. Para tener relaciones más sanas, necesitamos ser conscientes de que el buscar culpables de ese malestar sólo traerá más sufrimiento.

Hay momentos en que incluso existiendo el amor la relación se vuelve insoportable, y eso se debe a que uno de los dos no ama como desea, espera o necesita de la otra persona. No se debe buscar culpables.

Basta recordar lo que cada uno de nosotros merece, basta saber que es vital establecer una relación justa consigo mismo cuidando su propia autoestima y recordando, por encima de todo, que amar no es un juego donde sólo uno gana. El amor es auténtico, el amor es alma, es un acto donde dos personas sabias se ofrecen espontáneamente el uno para el otro para construir, para invertir igualmente. Es desear la felicidad del ser amado, sin exigir a cambio nuestra propia felicidad.