Pensar que cada uno de nosotros puede ser perfecto es una fantasía que nunca sucederá. Todos queremos hacer las cosas bien y estar satisfechos con lo que realizamos, pero en el camino podemos perderse y quedarnos con la idea de ser superiores a los demás, y así entrar en la espiral del resentimiento y de los celos ...
Comparar con los otros no sirven de nada. Cada uno de nosotros vive y experimenta situaciones, sentimientos y pensamientos diferentes. Por eso, la comparación es inútil ... ¿Hasta qué punto usted sería capaz de llegar para no sentirse inferior a los demás? ¿Cómo usted enfrenta los cambios en su vida? ¿Usted cultiva la flexibilidad o la rigidez domina sus días?
Cuando un cambio llega a nuestras vidas, ya sea profesional, social o personal, tenemos que ser flexibles para lograr adaptarse a nosotros sin olvidarnos de nosotros mismos. De lo contrario, las consecuencias pueden ser terribles, como sucede con el protagonista de nuestro corto.
Cuando la inferioridad aparece en nuestras vidas Puede ser que en algunos momentos de nuestras vidas nos sintamos "inferiores" en relación a las personas que nos rodean. Tal vez porque un huracán de cambios apareció, o porque simplemente nos damos cuenta de la otra persona tiene una gran destreza con ciertas habilidades, habilidades en las que considerábamos que éramos "buenos". Eso que sucede con el pequeño robot, protagonista de nuestro corto, que estaba acostumbrado a su rutina diaria
con la que se sentía cómodo y feliz realizando su misión. Sin embargo, de repente,
se vuelve irrelevante con la aparición de un nuevo compañero con habilidades más rápidas.
La consecuencia de esto es que nuestro protagonista entra en una espiral de celos y resentimiento ... ¿Y qué le pasa a él? "Nadie puede hacer que nos sintamos inferiores sin nuestro consentimiento." -Eleanor Roosevelt- Cuando nos comparamos con los demás y nos consideramos "inferiores" o "peores", empezamos a desconfiar de nuestras capacidades y habilidades, generando una desconfianza total sobre nosotros mismos, repercutiendo así en nuestro nivel de autoestima. Ante esta situación, que vivimos como una amenaza, las consecuencias pueden ser varias ... Podemos llegar a un estado de no lograr defendernos, en el que creemos que no podemos hacer nada, lo que nos induce a la inmovilidad y al desprecio a nosotros mismos. Pero también podemos querer tratar de superarnos y continuar evolucionando para no decaer.
El problema ocurre cuando enfocamos la energía que debería ser usada por nosotros para movilizarnos y conseguir lo mejor de nosotros mismos en destruir lo que la gente a nuestro alrededor hace, boicoteando sus trabajos, actitudes o relaciones.
Movidos por la envidia, el resentimiento y los celos,
en lugar de buscar una manera para mejorar, nos centramos en buscar alguna manera de destruir lo que el otro tiene o lo que hace, haciendo que nos sintamos superiores. Es decir, nuestro foco de atención se dirige al exterior en lugar de nuestro interior. Así, hacemos a los demás responsables de nuestra infelicidad o nuestro sentimiento de inferioridad, cuando en realidad se trata de una percepción que construimos sobre nosotros mismos, como sucede al pequeño robot.Evite acabar con usted mismo siendo flexible
Presos o no en la infelicidad, añadiendo el resentimiento y los celos,
la única opción que nos queda es aprender a ser flexibles para adaptarse. La aceptación de la nueva situación, o de que otras personas pueden tener habilidades mejores que las nuestras, es el comienzo para el cambio. La alternativa está en responsabilizar a la persona adecuada por lo que usted siente y ser conscientes de que
somos nosotros mismos quienes nos consideramos "inferiores", "mejores" o "peores". Nosotros que creamos el filtro, y es con base en él que actuamos, repercutiendo así en nuestros niveles de autoestima. "Si decide ser flexible, tomará un enorme peso de la espalda al ver que nada está predeterminado y que usted puede ser el único juez de su propia conducta."
-Walter Riso-
Sentir celos o resentimiento, pensar que no puede superar o desbancar, nada más es que una creación de nuestra inseguridad.
Somos nosotros quienes en algunas ocasiones colocamos a los demás como nuestros enemigos, comenzando así una lucha de sufrimiento y malestar por querer sustituirlos. Eso es lo que sucede al pequeño robot protagonista de nuestro corto. Dominado por la inseguridad, convierte una situación de colaboración en una competición, hecha de la rigidez movida por su resentimiento y celos, teniendo como consecuencia su propia destrucción ... Por lo tanto, debemos recordar que sólo somos inferiores si nos damos permiso para ello, y que competir para destruir no es una buena opción para ser felices; sin embargo, colaborar y ser flexibles para mejorar es la opción más segura para evitar que acabemos con nosotros mismos ...