¿Cuántas veces has intentado contener o esconder la tristeza? Desde que somos pequeños recibimos mensajes por parte de la sociedad diciendo que no podemos permitirnos estar tristes, que tenemos que ser valerosos, que tenemos que ser fuertes en todo momento, que no podemos fallar, que no aprendemos nada con la tristeza ... y que la alegría es la única emoción deseable y que nos hace bien. Una alegría, claro, también contenida: nada de euforia.Claro que la tristeza es una emoción de valencia negativa, pero ... y si la convertimos en una emoción que nos proporcione algo positivo, y si somos capaces de aceptarla como emoción y aprender de ella? ¿Y si en vez de encarcelarla, damos un poco de espacio a ella?
La tristeza: una emoción básica Perder a un familiar, terminar una relación, perder el empleo, descubrir una enfermedad, cuando no cumplimos las expectativas que creamos para nosotros mismos ... esas son algunas de las situaciones que suelen hacernos tristeza. Es verdad que muchas veces no es una tristeza instantánea, ya que en los primeros momentos, lo que surge es rabia de esas fuerzas que dieron origen a la pérdida. Una diferencia muy importante es la que existe entre la tristeza y la depresión. Esta última no es una emoción, es una enfermedad que va más allá de un momento puntual y, para ser diagnosticada, es preciso un estado de tristeza continua y más intensa asociada a otros síntomas. A pesar de esa diferencia, que es muy importante, la tristeza se ve de una forma parecida a cómo se entiende la depresión, de modo que lo que muchas personas hacen es intentar acabar con ella. Si, además de estar muy triste durante un tiempo, la persona experimenta trastornos del sueño, incapacidad para sentir placer con actividades que antes eran placenteras, ausencia de voluntad para practicar sus actividades diarias, falta de concentración, sentimientos de culpa ... no tiene duda : es hora de buscar ayuda profesional. Sin embargo, la tristeza por sí sola, como emoción, es una oportunidad única para conocernos.
Una emoción que algunos estudios relacionan con una mayor activación de nuestro cuerpo para que podamos responder después de una pérdida. Además, es una emoción que, por sí misma, exige el apoyo y la ayuda de las personas queridas, y no de un tratamiento clínico. "A veces las cosas corren mal y no es culpa de nadie. Pero todos quieren un porqué. Un motivo. Algo que puedan envolver, poner un lazo y enterrar en el jardín. Enterrar tan profundo que parece que nunca sucedió ".
El Mundo de Leland- Las lágrimas
Con la cantidad de lágrimas que los seres humanos derramamos, aún no podemos conocer nada sobre el misterio contenido en ellas, aunque todos los estudios apunte que, como seres sociales que somos, cumplen una función de liberación y de comunicación con los demás para buscar consuelo.
Detrás de ellas, lo habitual es que exista una red compleja de emociones, más que una sola. Las circunstancias en las que podemos llorar también son muchas: podemos llorar de felicidad, por empatía con las personas que nos rodean, de rabia e incluso viendo una película que nos emociona.
Cada lágrima cuenta una historia que es importante para nosotros. Por eso,contenerlas o verlas como enemigas no nos hace personas más fuertes o mejores
, estamos simplemente comportándonos en base a lo que otros pueden opinar sobre ellas. Y en ese punto debemos preguntarnos: ¿acaso esa persona nunca lloró? Si nunca lloró, algo está mal. Llorando en calma, reduce nuestros niveles de ansiedad, hace que respiremos mejor, que seamos fieles a lo que sentimos, que nos conectemos con los demás y, además de todo eso, hace que eliminemos bacterias protegiendo nuestro organismo. ¿Entonces qué mal hay en las lágrimas?
No llore, sea fuerte
Si lloramos con facilidad,
cuántas veces en nuestra vida oímos a alguien censurar nuestra necesidad de poner las emociones hacia fuera? Que tenemos que ser fuertes ante todos, que llorar es para personas débiles, que es ridículo o, peor, que somos infantiles por hacer eso. Además, de tanto escuchar esa respuesta, nosotros mismos llegamos a interiorizarlas. Así, nos transformamos en los primeros en censurar nuestras lágrimas.
Podemos comprender en algunas ocasiones por qué nos dicen eso. Tal vez no digan con mala intención, al final de cuentas son frases que escuchamos y aprendemos desde que somos niños y que se incorporan en nuestro repertorio. Nosotros los construimos y compartimos de forma automática, sin reparar en ellas. Sin embargo, como dijimos anteriormente, su efecto no es inocuo. La aceptación y la socialización de este mensaje es el terreno fértil para que cale a las nuevas generaciones que heredan el producto de nuestros pasos. Así, los niños no suelen tardar en incorporar esa censura que los adultos le proponen, como si hacerlo fuera un paso necesario para la adolescencia y la fase adulta.Tenemos una responsabilidad con ellas y con nosotros mismos: la de entender el papel de las emociones, sean de qué valencia. Se trata de aceptarlas y de dejar que ellas toman aire para que puedan desempeñar su papel reparador o su papel motivador. Por otro lado, teóricamente puede ser bastante didáctico separar nuestra parte emocional de nuestra parte más lógica; sin embargo, a nivel funcional no podemos olvidar que los procesos suelen mezclarse, haciendo que el todo tenga un resultado muy distinto a lo que podríamos imaginar con la suma de las partes.
"Ria cuando puedas y llora cuando lo necesites."Compartir