Día de esos, mientras yo andaba por la ciudad, por primera vez en mi vida no me sentía vieja. No me sentía señora de nada, ni de nadie. No debía respeto ni satisfacción. Me paré en medio del caos de gente que hacía surf sus vidas en el paseo, rendiéndome a los tropiezos de quien pasaba y sentía prisa. Me entregué al vacío del cielo urbano herido por edificios. Paré. Por primera vez no pedí disculpas, incluso obstruyendo el tránsito de pasantes y pedintes apresurados o entristecidos. Por primera vez me sentía señora de mí.
Liberé mi cuerpo que vivía atrapado en la cocina, en la habitación, en el comedor de las habitaciones vaciadas con los años. De la soledad herida de la piel cediendo. De los años perdidos en los sueños de familia. Descubrí que cada año mi tenía 365 días especiales , no sólo Navidad y Nochevieja, no sólo celebraciones de bodas y nacimientos. Me acordé de las perlas guardadas en la cajita de música de la juventud, decía Horacio en nuestro primer encuentro que yo era más hermosa que ellas. Corrí a casa, arrebaté el cordón, lancé al espacio. ¡Eran lindas, más lindas de lo que jamás fui! Más me valió el deleite de verlas quicar por el suelo que las palabras del amante amortiguadas por la realidad del tiempo.Tan pronto entré por la puerta y concluí mi primer acto de revuelta, salí de nuevo. Fui a la tienda de construcción. Pinta las paredes de color de rosa, como siempre quise. Veloz como un niño, como una niña llevada, pervirtiendo las memorias no deseadas. Deseen. Invité a los trabajadores a desmontar las habitaciones intocables. Cambié los muebles. Hice mil planes para el futuro breve que me aguarda, aunque en esta fase de la vida la muerte esté siempre a la puerta.
Hoy puedo soñar c omo nunca pude mientras quedaba entre proveer, alimentar, cuidar, llevar, buscar, soportar.Aquella dulce vida de ama de casa que aprendí a amar aún en la juventud. Ustedes saben, yo fui de buen grado a la boda, sin amor, dejándolo en las páginas marcadas de los libros, escondidos, que me llevaban noche adentro por universos pecaminosos, mientras Horacio explicita sus pecados por las noches. Cuando un llanto rompía de la cuna, fingía que era mío, así podía contener mis lágrimas prestadas en las suyas. Mi fiebre alquilada por sus virosis. Mi cólera embutida en sus dolores. En el carruaje de la vida, ustedes mis amadas ruedas, Horacio guiando a los caballos, hasta que, cada uno a su lado, me quedé solo y perdida, observando la descomposición de la madera curtida, hasta no poder soportar las picaduras de las termitas que infestaban recuerdo podrido.
Divorciada a los 55, yo que soñaba en completar las bodas de oro ... no veía sentido. Fue revuelta lo que me tomó, bile amarga insoportable aburrida, de las que nos transforman en cobra y destilan veneno en cada palabra.No pediré perdón por sufrir amargamente después de perder toda mi juventud cultivando algo que no era nada para nadie sino para mí.
Sé que no quedé solitaria por los caprichos pocos de los años que vinieron a la separación: cuántos veo que cuidaron, dedicaron, ralentizaron las hogueras hasta agotar sus últimas fuerzas y ahora están abandonados en sus enfermedades, en sus locuras, en sus jaulas solitarias de vejez. A nosotros, a nadie, no debería jamás ser privada la vida. Agradezco a todos los que no necesitan más de mí. Agradezco el abandono que me ha liberado. Pueden decir que estoy siendo dramática, y estoy, ahora puedo ser lo que quiero ser y ya no necesito ser el mejor de lo que me enseñaron que debería ser.
Sin mis ruedas o guía yo ando y siento el suelo. Sin grandes expectativas ya no me importa los rumbos del camino. No sé hasta dónde voy o hasta cuando puedo ir, pero sé que mi corazón ha ganado nueva vida cuando me mira en el espejo, en vez de ver la opacidad de lo que en mí se fue, yo veía la vitalidad de lo que en mí nació.
De las fisuras dibujadas en la piel de mi cara y de mi cuerpo nacieron semillas , brotaron mudas listas para crecer en el mundo. Ya no tengo ninguna responsabilidad que me sostenga, ya no tengo ninguna moral que me pueda. Podo de las hojas enfermas, de las raíces moribundas, expulsado las plagas y el peso muerto. Cultivo la tierra de mis experiencias con el abono del amor, aquel que pensé que había perdido en las páginas de los libros, pero que me encontré cuando me miró en el espejo, miré bien en los ojos, y vi un brillo tímido, que nunca salió por la puerta que nunca se permitió liberar delante de todo el pudor que me rodeó desde el primer llanto - apuesto que hasta al nacer yo fui discreta. Hasta que me di cuenta de que era, lo que sólo sucedió hace tan poco.Ustedes me critican ahora, diciendo que estoy vieja para eso. Aunque la Horacio no dirija palabra alguna que cuestionen su vida de "joven guardia".
Yo sufría callada y casi desistió. Pero yo vi que mi cuerpo ya no pertenecía a la sala, a las habitaciones, a la cocina o al jardín. Mi cuerpo jardín, mi cuarto, nutre todo el alimento que necesito, hace sala a la vida que llega. Mi cuerpo entero: ¡mío! Yo aprendí: con la terapeuta misma que ustedes indicaron. Y hoy doy carcajadas al recibir pedradas de aquellos de quienes limpié el culo blanco sucia y cambié el pañal siempre puntual, y me mostré tan buena y correcta, conforme a lo bueno y lo correcto que aprendí que así lo eran , como verdad única. No entendieron que era por ustedes. Sólo por ustedesNo era lo que era.
Si debo pedir perdón por algún error es por haber sido tan buena y tan tonta, es por haberme esforzado tanto en ser "completa" que he pecado en el celo de afecto y de trato, sin atentarme a la falta que hacía falta. Aquella falta que haría que ustedes entendieran que la mamá es mujer. Pero no por eso perdón lo pido, pues Horacio en eso no me ayudaba y yo no estaba obligada a descubrir sola tan deprisa. Y si lo hiciera, tal vez hoy fueran ustedes llenos de estigmas, cargados de las marcas de las piedras ajenas. Voy siguiendo mi flujo, mi camino.No pretendo terminar mi vida ensayando posar para el ataúd. Acostumbrarse con eso. Mi matrimonio es sólo el comienzo. Pero traigan caretas o sonrisas, es con amor y cariño que las paredes rosadas los esperan para la charla y para el vino. A los solteros, sepan, todavía jugaré un hermoso ramo. Yo insisto que vengan, yo insisto que se deconstruyan. ¿Saben por qué? Ustedes, mis ángeles, siempre serán bebés en mi corazón. Sólo que demostraron tan bien, incluso por la desaparición, que no necesitan más de madre, que la madre se fue por el precipicio. Si aún hay tiempo, quizá, podremos ser más, ser más que madre e hijos: podremos ser amigos.