Es verdad que existe un gran mito en la historia de que las sogras son metidas, fofoqueiras, controladoras y matriarcas (principalmente la madre del marido). También es cierto que algunas son de dar miedo. Pero el problema no es de las madres, sino de los hijos que no saben cómo impedir su intromisión y eso termina generando muchos conflictos.
En realidad, el gran inconveniente no es cuando las sogras tiran la primera piedra, sino cuando los hijos no defienden a sus esposas . Atención, pues también es posible suceder lo contrario con la madre de la mujer o incluso con los padres, aunque sea cierto que este último caso ocurra con menor frecuencia.Sin embargo, como se decía antiguamente, una persona hará lo que se le permita hacer. Sucede a cualquier edad. Si desde el primer episodio pedimos al otro, amablemente, que no se entromete en asuntos que no le conciernen, es grande la posibilidad de que eso se convierta sólo en una historia.
Cuando en cualquier relación se introducen terceras personas sin que se tenga un consenso a su respecto, el conflicto entrará en pauta . Puede ser debido a un poco de celos de la esposa, o de la suegra, una disputa por el amor del hombre, pero en última instancia, aquellos que acaban separándose o peleando son los maridos. Por supuesto, las estadísticas indican que esto sucede en la mayoría de los casos. Cargar ese peso puede generar otras situaciones y hasta puede indicar la falta de madurez del hijo para no enfrentar a los padres.Desde llevar su comida preferida hasta decir cómo criar a sus hijos (es decir, sus nietos), pasando por querer cambiar las cosas de la nuera tratando de vivir en la residencia de la pareja (o pasar muchas horas allí), todo es posible para algunas sogras. Es en ese momento que el matrimonio tiene que mostrarse sólido y maduro y no puede dejarse influenciar por lo que los "terceros" hablan.
Esto no significa que las sogras sean demonios por querer ayudar a sus hijos y nueras, porque como se ha dicho anteriormente, todo depende de lo que se les permite hacer o hasta qué punto ellas pueden opinar o meterse en la vida ajena. El problema real comienza cuando el hijo no es capaz de reconocer la intromisión, la sospechosa o el rechazo por la esposa. En muchos casos, culpa a la pareja por ciertos comentarios, no sabe defender a su compañera, no enfrenta a su madre, etc.Podemos dar un ejemplo muy claro de ello. La madre del marido llega a la residencia de la pareja y luego abre la nevera y se asegura que allí tenga todo lo que su hijo le gusta, indica que cierta comida no es saludable para él, o mejor, ella con sus propias manos le prepara su plato preferido. La esposa va inmediatamente a hablar con su compañero para comentar esta situación y en vez de hablar con su madre, el hombre dice que ella está exagerando, que su madre "sólo quiere ayudar", que deje que ella dé su opinión sobre la comida, que no tiene sentido enojarse.
Hasta entonces podría ser una situación muy normal para una pareja. Sin embargo, siguiendo este ejemplo, la misma madre llega a casa y le dice a su hijo que su esposa es desorganizada, que no sabe cocinar, que no "cuida" de él como debería, etc. ¿Cuál es la actitud que el hijo debería (amorosamente) tomar?
Partir en defensa de su compañera, pedir a su madre que no se entrometa en sus cosas, que ya es lo suficientemente grande para volverse solo. ¿Y si él no toma esa actitud? Entonces, ahí es donde algo está muy mal. La excusa de no querer herir los sentimientos no cuenta, es vital hacer uso de su independencia. Si desea mantener a su cónyuge fuera de ese problema, lo ideal es que conversen sin la presencia de la suegra. Deje claro que hay un precedente y que esto puede tomar grandes proporciones. Analice la relación de su marido para saber en lo que usted debe estar atenta y cómo reaccionar si la intromisión aumenta. Pero, de ninguna manera, haga que la relación madre-hijo se rompa, mucho menos frente a ella. Porque ahí sí una guerra puede ser desencadenada.
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