De los amigos que la gente carga

Cuando pienso en la gente mía, en mis amigos de años, soy tomado por una nostalgia pequeña. Recuerdo, claro, de nuestros rompientes, de nuestras locuras, de los grandes eventos que testimoniamos con el brillo en los ojos que sólo parece quemar una vez en la vida.

Pero la nostalgia viene dolorida, aprieta poco, llama bajito de canto, cuando recuerdo, es de nuestros tiempos más blandos, aquellos que parecían banales, cuando nuestro amor era común y estaba todo el tiempo al alcance de una venguela corta.

No necesitaba de agenda, no necesitaba reserva, nadie cogía avión. La gente medio que intuía que iba a salir para espantar el calor, para ver una película junto, para bailar dondequiera que fuese. No había camino, ni remarcación, ni prisa ligando, sólo la gente se inclinaba sobre un futuro incierto, que la gente adoraba imaginar.

La nostalgia de los amigos

Y es una nostalgia donada, una voluntad absurda de decir - Eh, vamo allí - y recibir una sonrisa de vuelta, ya dando el primer paso. En aquella época, nuestros celulares eran todos pésimos y nuestras conversaciones mucho mejores. Yo recuerdo los ojos, la gente se miraba mucho en los ojos y yo todavía no entendía, pero hoy veo esos lagos fondos de amor y cuidado volviendo a mi memoria, fuertes.

Cuando había coche, era uno y cabía a todo el mundo. La gente salía por la ciudad, escuchando música, cantando alto y siempre íbamos a parar en el mismo lugar, donde éramos tomados por un silencio inmenso que duraba cinco o seis segundos. He venido a entender años después que ésa era nuestra oración de gratitud, nuestro miedo de perder la amistad el uno del otro, como quien sale de un coche apretado de gente y se esparce por el mundo.De ustedes sólo siento nostalgia, de la no necesidad de pompa, del estar bien vestido de zapatillas, de los asuntos que iban más allá del trabajo, de nuestra falta de organización siempre certera. De ustedes sólo siento nostalgia, de nuestro tiempo de escuela, de las noches post-universidad, de los viajes sin estancia correcta, de la riqueza de nuestra amistad, de cuando no teníamos idea que un día nos haríamos tanta falta.