Somos instantes, momentos pasajeros y una sucesión de memorias. Somos viajeros en el tiempo, en una fracción del mundo en la que instalamos nuestra vida como si fuera a durar para siempre. Pero la verdad es que somos fugaces, somos como las huellas en la arena que las olas apagan en cualquier momento. Sin embargo, a pesar de todo esto, creemos que somos de cemento.
Nos esforzamos para vivir instalados en la historia de lo que nos duele y en el pesar de no tener lo que nos falta, y olvidamos vivir lo que tenemos. Dejamos que el tiempo escape sin pensar que nada es eterno, ni lo que amas ni lo que duele, porque en realidad somos una sucesión de momentos, somos instantes pasajeros.Queremos todo a la hora, no tenemos espacio para el descanso, todo es rápido, todo pasa y nada es aprovechado. En el mundo del
fast food , de los enamorados rápidos y de los horarios repletos de compromisos de trabajo, perdemos la perspectiva del valor del tiempo, preocupándonos más con el sufrimiento que con el placer de las cosas simples de la vida.Somos unos locos que no saben vivir el momento
Somos unos locos que no saben vivir el momento. Preferimos ir rápido mirando al suelo en lugar de aprovechar el lugar en que estamos. Preferimos correr para llegar en cualquier lugar en lugar de pasear y respirar lo que nos rodea.
Preferimos dejar que el tiempo escape entre nuestros dedos en vez de agarrar el momento con fuerza para vivirlo sin miedo. Queremos todo deprisa porque siempre hay algo más importante, algo además de aprovechar el momento presente, y nos olvidamos de aprovechar lo que tenemos porque nunca estamos parados lo suficiente para darnos cuenta de ello. Vivimos encerrados en el túnel del tiempo, un túnel oscuro con apenas una luz en el fondo que nos impide ver lo que nos rodea y que siempre nos empuja ciegamente hacia ese futuro incierto.
Somos instantes que vivimos como si fuésemos eternos. Somos instantes que no saben aprovechar lo que existe a nuestro alrededor en todo momento.Somos "masoquistas" instalados en el sufrimiento. En contrapartida, cuando algo nos duele, somos "masoquistas" instalados en el sufrimiento.
Nos sumergimos en el dolor y abrazamos la queja
como si no hubiera nada más en el mundo más allá de nuestros problemas. Nos quedamos ciegos delante de ese dolor y dejamos de ver que hay más cosas ahí afuera.
Sumergimos en nuestras heridas lentamente y sin buscar soluciones. Nuestras conversaciones se vuelven monótonas cada día, porque paramos nuestros relojes en lo que nos duele. Somos menos instantes cuando sufrimos, entonces somos eternos y perjudiciales. Si somos instantes, vamos a vivir sin miedo
Por eso, es mejor recordar que si somos instantes, lo mejor que hay que hacer es vivirlos plenamente y sin miedo. Elegimos cómo pasamos nuestros momentos. Podemos decir que un vaso de agua está medio lleno o podemos decir que está medio vacío, y ambas posturas son correctas, pero la manera más optimista es la que hará que usted aproveche más la vida.
Tenemos que pensar que todo pasa, todo cambia y todo puede modificarse.
Podemos decidir cómo vivimos nuestras propias situaciones, tantas buenas como las malas. Podemos aprovechar cada momento presente sin dejarlo escapar y podemos escapar del sufrimiento sin que él nos sostenga, pero aceptando ambos en su justa medida. Usted decide cómo pasar cada instante, cómo colorear cada memoria y cómo aceptar cada momento. Usted vive su vida y modela su regalo. Sólo puedes optar por aprovechar cada paso del camino o quedarte atrapado en tus miedos y no aprovechar cada momento.
Sólo usted puede evitar que cuando llegue su final, usted quiera pedir tiempo al tiempo por sentir falta de lo que no hizo. Nadie puede dar más tiempo al reloj, los instantes pasan, usted decide si aprovecha o deja pasar. Cada segundo cuenta, viva y no mire hacia atrás, viva o entonces se arrepentirá.