En mi época de niña, mamá y otras mujeres de la familia reprendían mi manera ni allí de vestirme. Todo lo que quería era ropa que no tolera mis alas y zapatos que me permitieran deslizar. En verdad había envidia de los chicos. Ellos vestían cualquier cosa y salían a la calle. Volvían sucios. Cosa de niños, los adultos decían.
Cuando aparecía con ropa o cara sucias, tenía que oír:
Ni parece una niña!
Con la llegada de la adolescencia las cobranzas recrudecen. Después de todo, me había convertido en una pequeña. Las muchachas necesitan enriquecerse. Pero yo odiaba presillas, pulseras, pendientes, sujetadores y tacones altos. Todo lo que necesitaba eran trajes que me dejara cómodo para subir y bajar de las lociones, saltar charcos de agua, entrar y salir del mar.
Mamá siempre ha sido arreglada. Hasta hoy - a los 83 años y con problemas de memoria - combina el color del pendiente con la sandalia de la hora. Entonces ella se desesperaba con el patito desordenado que vino en su cesta. Muchas veces me preguntó: Usted no tiene vanidad? Me quedaba quieta. Si ella pregunta ahora, respondería: Por supuesto que soy vanidosa, madre. Pero es que hay varias modalidades de vanidad. Entre ellas, la vanidad de no importarse con ropa .En la juventud, al final de los años 1970, mi vestuario se desató. Amigas y amigos de la universidad no cobraban modelos de vestir. Mis cabellos eran largos y despeinados. Usaba una eterna bolsa de cuero bien riponga.
Han sido años felices, en los que conjetí sueños, perspectivas, entusiasmo. Luego conocí a las feministas. Fue la señal verde para vestirme y desvestirme como me diera en la teja. Comprendí que la moda, como todo lo demás, es política. Ahora llegué a los sesenta. Curiosamente ando más mujercita. Creo que me inspiro en la irreverencia libertaria del dibujante Laerte. El hecho es que tengo cuidado del corte del pelo, pensado seriamente en combinar el color de la blusa con el color del pantalón. Quien sabe voy a adoptar el lápiz labial. Son hermosos los labios rojos.Tal vez más ordenada yo pueda por amor arrancar una buena sonrisa de mamá
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