Lo que una tragedia puede enseñarnos sobre la muerte

Me desperté con mi marido hablando de la caída de una aeronave. Intenté resistir y continuar durmiendo, empecé a oírlo atentamente, desperté y empecé a leer las noticias. A cada nueva información sentía una nueva angustia. El hecho es que es casi imposible saber algo así y no conmoverse.

Yo sé que la muerte es algo previsible, todos saben que un día llegará a todos los que viven en ese planeta, pero, contrariando el hecho de que esta certeza es inmutable, allá en el fondo, en nuestro inconsciente, no lo aceptamos. Siempre será dolorosa si sigue siendo un feto o una persona de 100 años.

Cuando la muerte ocurre con personas más jóvenes esto se vuelve más doloroso todavía. Es como si aceptamos mejor cuando ocurre con una persona de más edad o enfermo, alguien que está sufriendo, pero de esa manera que sucedió, en un momento feliz para un equipo y con muchos jugadores jóvenes, delegación, periodistas y tripulación de otro país, choca demasiado ¡la gente! Es una pérdida abrupta, violenta e irreparable.

Entrimos a la gente las vidas interrumpidas, los sueños que se acabaron, el dolor de quien se queda, la lucha de los que están gravemente heridos, la nostalgia de la familia. Doy más en mí la esperanza que muchos familiares tenían de ocurrir milagros y de sus hijos, maridos, nietos, sobrinos, padres estar vivos. Con certeza yo también tendría, si se permitiría tener como apegarme a un hilo de fe que fuese.Y por más que yo tenga por la profesión visto la muerte de cerca como quien trabaja en los hospitales, queda aquella sensación general de que la vida es muy frágil, y cada día debe ser vivido de forma intensa, porque no sabemos siquiera lo que viene pronto en el frente ...

Como la gente pierde tiempo con tontería, con cuestiones pequeñas, peleando, odiando, maltratando cuando deberíamos amar más, respetar más, cultivar diariamente afecto, tener sentimientos más positivos! El tiempo suavizará todo esto, haciéndonos resilientes y flexibles para sobrevivir a pesar de todas las tristezas, tragedias y dolores que pasamos. Esto sucederá para mí, para usted y para todos los que pasan hoy por esta situación abrumadora.

El sentimiento es de pérdida, de luto, hay que tener empatía, tener consideración,

ofrecer apoyo y comodidad, ayudar de todas las formas posibles, será inevitable llorar, no se conmover y mucho menos lamentar, hasta porque podría ser cualquiera de nosotros, de nuestros seres queridos, en fin. Da a ver en un día de los que da para tener fe en la humanidad, que hay sí más personas de bien esparcidas por ahí, en cualquier rincón de la Tierra. De ahí para sentir la solidaridad, la unión de los pueblos, la empatía de colocarse en el lugar del otro y sentir de verdad una pérdida, porque ante todo, somos gente, y la gente de verdad sufre por sí y por el sufrimiento de su semejante.

Este texto no tiene el objetivo de dejar a nadie más triste, ni más alegre, porque es difícil sonreír hoy, pero tiene la finalidad de posibilitar una breve reflexión sobre la vida.

Como ella es un soplo leve que puede venir e irse cuando quiera, sin fecha cierta, sin despedidas ... Que todos necesitamos una hora u otra de las otras personas (vean ellos, bajo la lluvia, frío de 5 grados, noche, heridos y ajenos en una mata esperando socorro de personas extrañas!). Que podamos valorar la vida, aun cuando llegue a su fin. Para muchos el renacimiento, no sólo de los heridos, sino de todos los familiares y amigos, de toda una nación, de un mundo que hoy llora, pero con gran esperanza de días mejores, y ellos vendrán. ¡Todavía que una tormenta no dura para siempre!