Los domingos causan angustia y, sin duda alguna, son un día marcado en la semana para muchas personas. Un día destinado a ser temido por muchos por las emociones que genera. Al contrario, para otros, el último día de la semana es un día para recargar las baterías que se desgastaron y construir su hoy, su regalo.
Normalmente, conocemos a muchas personas que viven con angustia este día. Un día que nos inunda con su nostalgia y su verdad. De alguna manera, es como si el domingo nos diera una bofetada invisible de la realidad. "Aquí estoy yo, aquí está su libertad, aquí está usted y su existencia". El final de un ciclo, la semana. Es como si nos mostrase todo aquello que evitamos pensar. Como si estuviera abriendo el cajón que nos esforzamos con tanto cuidado para mantener cerrada durante toda la semana. Pero, casi como si por magia, siempre hay un encuentro con los domingos. Un encuentro en que este cajón se abre y revela parte de lo que no queremos sentir. Por otro lado,
el domingo es un día paradójico porque muchas veces sentimos un cansancio enorme en él.
Nos preguntamos cómo diablos vamos a empezar una nueva semana con ese sentimiento que, en nuestra mente, sólo imaginamos crecer. Sin embargo, pensamos que el cansancio del domingo normalmente ocurre porque los fines de semana alteramos nuestros hábitos y, por lo tanto, el cuerpo queda un poco "desplazado", en muchos casos por descansar demasiado o porque la caída de tensión en relación a la semana fue muy fuerte. Después de una semana de ocupación, el domingo emerge con su soledad. El domingo nos habla de nuestra existencia, sin distracciones o ceguera impuestas. Esta es su vida, ese es usted. Es como si nos apartara y nos dejara indefensos ante un futuro incierto. Ya nos encargaremos el lunes de vestir nuestras ropas de trabajo. Literalmente y figurativamente. Nos distraemos de aquella angustia que aparece el domingo tan pronto como empezamos a trabajar. En la ocupación encontramos paz, encontramos sentido, dirección y estabilidad. Somos algo para algo. Ocupamos un lugar fértil en el mundo. Nuestro pequeño grano de arena ayuda a construir esa sociedad. Una sociedad llena de personas que temen el momento en que su existencia quede desnuda. Personas que son aterrorizadas, paradójicamente, por la libertad.
Erich Fromm ya señaló esta situación en su obra "El miedo a la libertad" (1941). Él enfatizó esa curiosa paradoja entre desear nuestra libertad y, a su vez, temerla por la responsabilidad que ella implica. Si yo soy libre, entonces yo soy completamente responsable de mi existencia y de mis elecciones.
Este abismo en el cual debo construir y me inventar genera una angustia atroz, además de inseguridad e inquietud. Los domingos causan angustia y hacemos lo posible para evitarla
Los domingos causan angustia acompañada de un vacío. El domingo es un tipo de limbo entre lo que somos en esta sociedad, nuestro papel como profesionales y lo que somos en las profundidades de nuestra existencia.
Nos coloca ante nuestra soledad más primaria, soledad de la que necesitamos apartarnos. A veces la alejamos buscando cualquier tipo de compañía, todo para no estar solos. Porque cuando estamos solos, muchas veces la angustia nos invade. Y para no sufrir los efectos de ese huracán, haremos lo que esté a nuestro alcance. Sea dormir todo el día, quedarse con personas cuya compañía no nos nutre, o simplemente nos mantenemos distraídos.Muchas personas adictas al trabajo no podrían soportar la idea de quedarse un día entero sin trabajar. Este día envolvía confrontarse con su verdad, con su existencia, con su manera de huir de sí mismos.
La actividad frenética nos llena de vida porque nos mantiene ocupados y nos hace sentirnos útiles, pero también nos aleja de quién somos.. Ella nos aleja de nuestra soledad, de nuestra inquietud.
El trabajo nos distrae de las profundidades de nuestro ser. El trabajo nos ayuda a evitar esa angustia, y es por eso que esta surge con tanta violencia los domingos. Lo que tapamos con tanta insistencia saldrá disparado cuando menos esperamos. Por esta razón, es importante observar lo que sucede dentro de nosotros con una mirada honesta ; de otro modo, no conseguiremos aprovechar ese reflejo cristalino que nos negamos a ver. El hecho de que muchos domingos causan angustia es normal. En el regreso de un viaje, el día anterior a nuestra rutina ocupada ...
Esta tormenta interior tiene un significado y un sentido.
Sentido que no debemos olvidar. Es importante vivir en este mundo como seres útiles que persiguen y creen en un sentido, en un material para construir. Al mismo tiempo, es importante atender a nuestra naturaleza como seres humanos. Así, podremos entender todas esas reacciones naturales que emergen abruptamente y / o repetitivamente de nosotros. Escuchar, no negar y aceptar nuestra angustia la hará más soportable y, ciertamente, más fértil.