Desde muy pequeños, poseemos una habilidad que algunos llaman sexto sentido, intuición o instinto, pero que con el paso del tiempo es destruida por la lógica y la racionalidad. No todo es lógico. Gracias a nuestros instintos podemos detectar personas tóxicas, saber cuando alguien no nos conviene o intenta herirnos.
Cuando eliminamos nuestros instintos nos transformamos en personas más vulnerables. Entonces, ¿por qué lo hacemos? ¿Qué sucedió? No hemos sido educados de la forma correcta. Los adultos creen que saben enseñar, pero no son conscientes de que existen habilidades muy importantes, como por ejemplo el instinto, y no le prestan mucha atención. "La intuición es el susurro del alma".
- Krishnamurti -
Nuestra manera de educar a los niños está determinada por la forma en que hemos sido educados por nuestros padres y por las personas a nuestro alrededor. De esta forma,
repetimos patrones sin analizar si son correctos o no. Hoy, le daremos algunos ejemplos de cómo ciertas actitudes pueden minar los instintos de sus hijos. 1- Presionar a los niños
Tal vez usted cree que presionar a sus hijos tiene resultados positivos, pero no siempre es así. Por ejemplo, cuando se trata de abrazar o besar a otras personas. A todos les gusta mostrarse cariñosos con los niños; pero alguien ya se preguntó si quieren la misma cosa?
Imagínese si alguien le obligara a abrazar y besar a alguien de quien no le gusta. Si su hijo no quiere abrazar o besar a alguien y usted lo obliga, está matando su instinto. Él va a entender que
debe someterse a la voluntad de los adultos, independientemente de que le agrada o no. En los últimos años ha surgido un nuevo tipo de presión que impide que los niños disfruten de su infancia.
Estamos hablando de las actividades extracurriculares, que toman mucho tiempo de los niños y les impiden hacer lo que más saben y necesitan: jugar. Si los juegos son con los padres, será mucho mejor. Los niños aprenden muy temprano a participar en actividades que las harán más competitivas en el futuro, sin tener en cuenta si les gusta o están felices con lo que hacen. Estamos matando sus instintos; se convertirán en adultos que no saben lo que realmente quieren y se dejan llevar por cualquier tipo de trabajo.
2- Los miedos no son tonterías Cuántas veces ya hemos oído: "Usted es demasiado grande para sentir miedo" o "miedo a la oscuridad es una tontería". De esta forma, intentamos tranquilizar a nuestros hijos, pero en realidad estamos ignorando sus miedos. Y eso acaba convirtiéndose en un obstáculo.
El niño aprende que debe ocultar sus miedos para que los demás no creen que se está comportando de una manera ridícula. Va perdiendo su instinto poco a poco y en el futuro no podrá identificar sus miedos verdaderos. Esto puede causarles serios problemas.
Los miedos que no logramos superar se transforman en obstáculos. • Contrariamente a esta actitud, algunos padres intentan proteger a sus hijos en todo momento. Este sentimiento es normal, pero, tarde o temprano, ellos tendrán que lidiar con los problemas, con los miedos y con las situaciones que se presentan. Esta actitud provoca en el niño una falsa sensación de seguridad que traerá graves consecuencias en el futuro.
Cuando un niño siente esa falsa sensación de seguridad, su sexto sentido queda anestesiado y no despertará cuando sea necesario. Si comete algún error, se sentirán perdidas e inseguras.Tenemos la idea equivocada de que necesitamos proteger a nuestros niños, pero en realidad, debemos enseñarles cómo protegerse.
3- Como padres, no siempre tenemos razón¿Por qué queremos siempre tener razón?
Los adultos también se equivocan, pero queremos ser mejores, dar una falsa apariencia de perfección
. No percibimos que somos tan humanos e imperfectos como los demás. Esto nos lleva a cometer muchos errores. ¿Recuerdas cuando era niño? ¿No entendía por qué sus padres le mandaban hacer algo si ellos mismos no daban el ejemplo? Esto puede confundir a un niño y no puede percibir lo que es correcto o incorrecto.
Utilizamos con los niños muchos patrones de comportamiento sin parar para pensar en sus efectos reales. No percibimos que estamos matando ese instinto nato que puede facilitar sus vidas. Entonces, ¿por qué insistimos en acabar con él?
El instinto y la racionalidad deben estar en equilibrio, sólo entonces podremos tomar las mejores decisiones en la vida.