La edad nos hace más selectivos y hábiles a la hora de aplicar filtros adecuados de protección. Poco a poco perdimos los miedos, las inseguridades caducan, y aprendemos a cuidar de nuestras prioridades, a saber "quién sí y quién no". Porque madurar es, por encima de todo, tener en cuenta lo que merecemos y luchar por ello.Es curioso cómo se suele enfatizar la relación casi directa entre el número de amigos o de relaciones que un individuo tiene para hacer una rápida predicción sobre su felicidad o su bienestar emocional. Esta premisa fue establecida, sobre todo, a partir de una teoría de los años 90 enunciada por el antropólogo Robin Dunbar, y que actualmente es conocida como el número Dunbar.
"La edad es una cuestión de la mente sobre la materia. Si no le importa, no importa. "
-Mark Twain- Según esta propuesta, una persona necesitará un grupo social de al menos 150 individuos para desarrollarse con plenitud. Pero este enfoque fue originado en el tiempo de los "primates no humanos" y de su relación casi directa con el tamaño del neocórtex. Porque en lo que se refiere a los siempre complejos "primates humanos", es decir, nosotros mismos, el tema evidencia matices delicados que es bueno aclarar.
El número de relaciones sociales no se correlaciona directamente con la felicidad. Es la calidad de las mismas que confiere el verdadero bienestar, equilibrio personal y la satisfacción que nos permite ganar sabiduría. Por su parte,a medida que el ser humano madura, el número de relaciones sociales significativas cae para quedar reducido casi siempre a un círculo sólido,donde las interacciones favorecen una verdadera salud mental.La edad y el autoconocimiento
Comenzaremos aclarando otro dato importante relacionado con la edad.Ganar en años no significa obligatoriamente ganar en sabiduría, equilibrio y templanza. Los patrones de personalidad evolucionan, no hay dudas, pero parten casi siempre de las mismas raíces, de un mismo sustrato. Por ejemplo, el individuo de "mente cuadrada", poco receptivo y habituado a ver el mundo con un filtro de negativismo no experimentar una súbita revolución interior sólo por soplar algunas velas más en su pastel de cumpleaños.
La madurez física y la madurez psicológica no son lo mismo.
El propio Aristóteles defendía que en todo trazo de carácter hay un exceso, una carencia o una virtud que nos habrá de acompañar a medida que maduremos. Sin embargo, según el filósofo griego, sólo quien es capaz de practicar la bondad y el autoconocimiento disfruta de esa virtud en la que la persona será capaz de conectarse con la verdadera felicidad al saber lo que es el prioritario.Es fácil de entender: dependiendo de cómo percibo a mí mismo, entenderé el mundo que me rodea. Si yo soy avaricioso, voy a percibir a las personas generosas como derrochadoras.El defecto en mi carácter desvía mis percepciones intelectuales y emocionales. Sin embargo, quien practica ese autoconocimiento donde la bondad y el respeto son esenciales, aplicará un filtro mental adecuado, con el que buscar y rodearse sólo de aquello que armoniza con esos principios.
Tener en nuestra vida personas nobles, auténticas y enriquecedoras garantiza no sólo nuestra salud mental y emocional. El propio Aristóteles defendía que la amistad basada en la virtud favorece nuestro desarrollo moral. Porqueun buen amigo es alguien donde podemos ver también a nosotros mismos a través de sus ojos
, para continuar invirtiendo en el autoconocimiento.Saber quién te ama y lo que quieres no es ser egoístaLa vida está hecha de momentos, de personas y de experiencias variadas. Por nuestra parte, depende sólo de ser selectivos y dar valor a esas piezas que, gracias a su brillo intenso, nos permiten tener una existencia más bella y al mismo tiempo significativa. Por lo tanto, es necesario tener en cuenta un dato muy concreto:
ser selectivo no es ser egoísta."Sólo se vive una vez, y si lo hace bien, será suficiente."
-Mae West-
Envejece tiene muchas ventajas, siempre que tengamos una mente abierta, intuitiva, y que consigamos sacar conclusiones adecuadas en relación a las propias experiencias. Más temprano o más tarde la gente acaban percibiendo que sobran cosas, que nuestro equipaje personal arrastra un peso excesivo que hará que sea imposible despachar esa maleta para continuar nuestro viaje hacia la felicidad. La madurez es, por lo tanto, aprender a aplicar filtros psicológicos y emocionales. Quien se atreve a dejar ir ciertas amistades, ciertas relaciones, costumbres y determinados ambientes, no peca de soberbia, muy al contrario: pone en práctica un fabuloso mecanismo de supervivencia. Algo que todos sabemos es que cuando somos muy jóvenes, nuestro filtro de relaciones no tiene límites:somos receptivos a todo e intentamos impregnarnos de cualquier cosa que llegue hasta nosotros.Queremos experimentar, vibrar, emocionar ...
Sin embargo, a medida que pasan los años y llegan las decepciones y los aprendizajes, entendemos que para tener una vida de calidad no es necesario "sobrar" personas, situaciones y actividades.
Estar con lo que nos hace feliz es poder respirar en paz para seguir creciendo, para seguir madurando. Alguien dijo una vez que el secreto para una vida feliz no está en correr muy rápido ni en subir muy alto.
Está en saber saltar, en superar altos y bajos, en encontrar refugio e inspiración en esas rocas del río de nuestras vidas donde están los rincones más bellos, fuertes y relucientes.