Con el paso de los años, la soledad pasa a tener otro sabor. ¿Por qué? Porque a medida que vamos sumando experiencias llegamos en ese momento donde la soledad se vuelve sinónimo de espacio personal, íntimo y emocional.
Es verdad, la soledad se convierte en un vicio. Una vez que usted descubre la paz que existe en ella, acaba necesitando que su manto lo cubra con cierta frecuencia. Usted pasa a no soportar el ruido ajeno con tanta tranquilidad y pasa a gustar de conocerse en su propio mundo.
Con el paso del tiempo, usted comienza a relacionarse con la soledad sin miedo, a gustar de su interior, a contemplarse ya recuperar un equilibrio que en la juventud es muy difícil de conseguir. A los 20 años la sociedad no permite contemplar la soledad como una cosa positiva de la misma forma que de los 30 en adelante, cuando las experiencias lo hacen topar con la necesidad de parar y reservar una parcela para sí mismo.
"La soledad es nuestra propiedad más privada, el viejo ritual de fuegos malabares en la que nos movemos e inventamos paredes
con espejos de los que siempre huimos.
-Mario Benedetti-
Lo que la soledad tiene que nos hace sentir tan libres?
La soledad es tan atractiva porque nos ayuda a preservar una parte de nuestras propias almas.
A través de ella podemos oír, lidiar con nuestras inquietudes, observar a nuestros demonios y manifestar nuestros deseos.
Nuestros momentos a solas se transforman en un punto de encuentro que nos llena y no nos lastima. Compartir
Pero ... ¡cuidado!No se debe confundir la soledad escogida con el aislamiento social.
Necesitamos entenderla como un lugar al que recurrimos por elección propia y con la necesidad de construir nuestra personalidad a través de la observación plena. Cuando uno elige estar solo, no se siente aislado. No sólo eso, la soledad escogida ayuda a desarrollar una sensación de control que la acelerada y ocupada vida adulta no nos permite cultivar.
La gente, en esos momentos de soledad, es responsable de construir su imagen en el espejo y saber lo que está pasando detrás de la mirada. Podemos conectarnos con nuestra propia capacidad de introspección y analizar los antecedentes y las consecuencias de nuestros propios conflictos, nuestras conquistas y nuestras propias experiencias. La soledad nos trae momentos de deliciosa intimidad
A través del encuentro íntimo con nosotros mismos,
decimos adiós a la dependencia emocional ya los apegos insanos.
Trabajamos nuestra propia esencia al precisar de nosotros mismos, cultivar y trabajar nuestro propio interior, haciendo conscientes nuestras necesidades y venciendo los miedos. Así, el temor de no encontrar el sentido de la vida se reduce, pues cuando una persona comienza a apreciar sus momentos de soledad, comprende que el sentido de la vida es aquel que la gente quiere dar. Ni más ni menos. Compartir
Las personas que gustan de tener momentos a solas ven las cosas de otra forma.Saben lo que es deleitarse con un día sin planes, encontrar horas para pasar tiempo por su cuenta, ser independiente, considerar un café solitario como uno de los mayores placeres de la vida.
Esto ayuda a fortalecernos en términos de poder de decisión y de análisis. No sólo eso, la necesidad de estar solo y el aprecio por eso son dos facetas relacionadas con la creatividad y la originalidad.
Esto transforma los pequeños detalles en sutilezas que hacen la diferencia. Descubrimos a nosotros mismos en los momentos en que estamos en contacto con nuestro propio YO profundo. Esto es lo que hace la soledad sinónimo de espacio personal e íntimo. Eso es lo que muchas veces nos impulsa a encontrar y coleccionar motivos para continuar creciendo. Compartir
La soledad siempre es útil para recomponermos, para entrar dentro de nosotros mismos y compartir la reflexión a cada parte de nuestras vidas que está descuidada. Lo fundamental de ese estado emocional es que nos enseña, sea como fués, a reservar un terreno y abonarlo para trabajar profundamente lo que nos sostiene: el amor por sí mismo.