Si usted quiere ser feliz de verdad, no caiga en la tentación de comparar ese momento con otros del pasado, los cuales, a su vez, usted no supo valorar porque estaba comparándolos con los momentos que aún estaban por venir. En ese sentido, la comparación es el arte de arruinar la vida. No hay mayor pérdida de tiempo que comparar los momentos pasados con los actuales.
La frase que dice que "cualquier momento pasado fue mejor" resume en sí misma los riesgos a los que la comparación nos expone. Según el neurólogo y psiquiatra Alan R-Hirsch, recordamos el pasado como una combinación de muchos momentos diferentes, en cuyo proceso las emociones negativas pierden fuerza. Al recordar los momentos vividos, conservamos principalmente las emociones positivas, ideando, así, momentos pasados, que siempre serán mejores cuando comparamos con el momento presente, precisamente debido a la distorsión que acabamos de describir. Para evolucionar debemos escribir una historia con nuestros recuerdos, nuestra historia.
Pero no podemos permitir que nuestra atención quede atrapada en ella. Lo que sucedió con nosotros ayer puede haber sido grandioso, pero no significa nada si no continuamos con nuestro presente. Nuestras acciones no pueden ser un intento de recuperar lo irrecuperable, pero deben enfocarse en la creación de nuevos momentos. En un mundo en el que la comparación es una costumbre, clasificándonos como más o menos inteligentes, más o menos bonitos, con más o menos éxito, no es fácil creer en un amor que hace lo mismo.
Compartir¿Por qué nos comparamos?
Según la teoría de la comparación social de Festinger, ciertas características de la situación, como su ambigüedad, serían muy relevantes a la hora de motivarnos a hacer comparaciones.
Él llegó a esa conclusión a través de la observación de un principio que regula todas las comparaciones sociales: la conformidad. Esta teoría explica cómo nosotros, las personas, evaluamos nuestras propias opiniones y capacidades utilizando la información que obtenemos a través de la comparación con otras personas. La comparación correspondería, así, a la necesidad que tenemos de obtener nuestras propias evaluaciones. En ese sentido, cuando estamos en una situación en la que interactuamos con otras personas, podemos preservar o afirmar nuestra autonomía e identidad diferenciándonos de los demás.
Cuando una persona siente que su identidad está amenazada, una de las respuestas más probables es la de diferenciarse para salir de esa escala de la comparación.
Nosotros nos comparamos porque necesitamos saber qué lugar ocupamos en el mundo o en un grupo.Por ejemplo, vamos a imaginar a dos hermanos. Uno es muy estudioso y el otro no. El segundo, para proteger su identidad y sabiendo que no va a poder destacar en el aspecto en que su hermano se destaca, probablemente va a emplear sus esfuerzos en otra área, como el deporte, por ejemplo. De esta manera, él consigue equilibrar una posible comparación con su hermano: uno no es mejor que el otro, son apenas diferentes.No debemos comparar nuestras conquistas con las de otras personas. Debemos sólo contestar una pregunta a nosotros mismos: ¿He dado lo mejor de mí?
CompartirCuando la comparación sólo nos golpea
Dependiendo de nuestras características personales, nos comparamos con las demás personas hacia arriba o hacia abajo. Cuando nos comparamos hacia arriba, establecemos comparaciones en las que probablemente saldremos desfavorecidos. En contrapartida, en la comparación hacia abajo, evaluamos características en las que seremos beneficiados.La comparación con otras personas consideradas superiores a nosotros provoca más malestar que la cantidad de bienestar provocada por la comparación con personas consideradas inferiores.
Este descubrimiento probablemente se debe a que consideramos las comparaciones hacia arriba como una amenaza.
La publicidad y el marketing utilizan comparaciones hacia arriba en sus anuncios, lo que suele producir insatisfacción en la población. Una insatisfacción que nos hace más vulnerables a los efectos adversos de exponernos a las imágenes que los medios de comunicación suelen proyectar. Las personas que están más insatisfechas consigo mismas presentan mayor riesgo de verse afectadas por ese tipo de publicidad que modelos retocados con programas de computadora nos muestran.
El ser humano tiene la capacidad única de comparar. Esta es una importante habilidad mental, pero debemos recordar que también puede acompañarse de una gran insatisfacción vital.