Cuanto más madurezamos, menos nos importamos con algunas cosas que percibimos son pérdida de tiempo y con algunas personas que simplemente no cambian por nada ni por nadie. La madurez trae esa calma y esa aceptación que nos hacen menos aftosos, menos nerviosos, porque vamos aprendiendo a dar tiempo al tiempo, sin la prisa característica de los jóvenes que quieren todo para ayer.
Madurar es importar con lo que realmente importa, con quien no se niega a revisar lo que dijo o lo que hizo, en fin, con lo que tiene posibilidades de traer algún resultado. La gente se cansa de golpear la tecla perforada, de insistir en lo que no vislumbra futuro alguno, de dar importancia a opiniones innecesarias de quien es especialista en perturbar el ambiente y en azucrinar la paciencia ajena.Esto porque
pasamos a entender que cada persona va a concebir las cosas a su manera , devolviendo en la medida exacta de lo que posee dentro de sí, nada más, nada menos que eso. De nada sirve esperar de las personas algo más allá de lo que ellas serán capaces de ofrecer y cuanto más el tiempo pasa, más aptos estaremos para discernir lo que cada uno puede y no puede, aceptando las limitaciones de lo que nos rodean.No todo el mundo está preparado para escuchar lo que tenemos que decir y para recibir lo que tenemos que ofrecer. Por esa razón, con el tiempo pasamos a dirigir nuestras energías hacia terrenos fértiles, ignorando la aridez afectiva de gente egoísta, que no puede ver más allá de sus parcas limitaciones.
Perdimos el miedo de cambiar, de atreverse, de dejar cosas y personas atrás , porque no tememos más el error. El error puede ser bueno, hacer bien.Cuando maduramos,
conseguimos percibir que no siempre estaremos seguros , que no todo el mundo nos va a gustar, que el mundo no gira alrededor de nuestras cabezas. Entendemos que somos ínfimos cerca de la grandeza del universo, pero que nuestras acciones pueden alcanzar un número incontable de personas, sea cuando acertamos, sea cuando erramos. Y eso nos habilita a ejercer la empatía con más frecuencia.Una de las actitudes más inútiles que existen es barrer las hojas mientras todavía vende y, de la misma forma,
no sirve de argumentar con quien no oye, ni tratar de agradar a todos, porque nadie logra ser unanimidad. En fin, buscar estar bien consigo mismo es el mejor a hacer, ya que es así que estaremos listos para recibir lo mejor y lo peor de cada uno, guardando lo que sea útil y jugando fuera lo que sea imprescable.