La tecnología, en lo que se refiere a la comunicación, es una de las mejores representaciones de la dualidad que suele estar presente en cada uno de nuestros actos. Por un lado, facilita algunas experiencias. Por otro, implica un grave peligro: el de apartarnos de las experiencias. Así, conectarse con los demás es cada día más fácil y, al mismo tiempo, más difícil.
Las redes sociales, por ejemplo, nos permiten traer cerca lo que está lejos: podemos entrar en contacto con personas que están a miles de kilómetros de distancia más rápido que un parpadeo de ojos. Además, podemos saber qué lugares otras personas suelen visitar, saber de lo que les gusta, cuáles son sus pasatiempos favoritos o cómo está su círculo social.
El peligro de esta gran cantidad de posibilidades surge cuando lo que sucede en las pantallas funciona como una sustitución, y no como un complemento, de las formas de comunicación tradicionales. Así, conectarse con los demás es mucho más que apretar el "disfrutar". Hablar cara a cara implica una gran cantidad de matices que se pierden en el "WhatsApp". Y las fotos poquísimas veces tienen el poder de reflejar una realidad completa, o al menos tan completa como la que captamos con nuestros ojos en vivo.
Corramos el riesgo de volverse dependientes de las redes, de olvidarnos de entrar en contacto con las personas a través de las miradas y los gestos, de olvidarnos del lenguaje no verbal que interpretamos cuando tenemos la oportunidad de "leer" a otra persona, de fingir en las fotos cuando en realidad no queremos mostrar al mundo cómo nos sentimos. El secreto está en sacar el máximo provecho de las nuevas tecnologías sin perder, o dejar de lado, todo lo que difícilmente nos pueden proporcionar.
Conectarse con los demás por necesidad o por placer
Definimos nuestra línea de acción cuando sentimos necesidad de entrar en las redes sociales en nuestro día a día, cuando una experiencia deja de ser válida si no es "publicada" en esos medios. Cuando vivir y aprovechar no es suficiente, y pasamos a sentir la necesidad de que los demás sepan y participen en nuestro momento.
Lejos de reflejar la realidad, un estudio realizado por investigadores de las universidades de Winsconsin, Haverford, Northwestern y Toronto constató que las parejas que hacían más publicaciones en las redes sociales eran más infelices. En general, es posible decir que las personas que más necesitan el externo
("disfrutar" de sus contactos, visitas a su perfil, etc.) son también las personas que más carencias sienten en su mundo interior. Una persona con buena autoestima no va a necesitar que los demás den su aprobación sobre fotos o viajes, novios o amigos, pues simplemente hace uso de las redes sociales para conectarse de vez en cuando y para estar más cerca de otras cosas y personas, pero nunca por necesidad. No debemos olvidar que hablar o conversar implica más que mantener la mirada fija en una pantalla o escribir varios mensajes. Ver fotos, por ejemplo, tampoco es ver paisajes. Clic en "disfrutar" no significa expresar una opinión completa, es simplemente un "estoy aquí y sigo tú".
La cámara de nuestra memoria es mucho mejor que la de nuestro celular La verdadera esencia de nuestro día a día queda grabada en nuestra memoria, y no sería positivo permitir que, por estar reflejada en una foto, esa experiencia dejara en nosotros menos marcas que la digital. Un momento puede ocultar una inspiración emocional que podemos perder si el único medio que utilizamos para mirar es la cámara. Sin perder la posibilidad de conectarse con sus amigos inmediatamente, o abriendo mano de esa posibilidad en algunos momentos (no hace mal dejar el celular de lado un poco),
sería bueno tomar un tiempo para un café, mantener una conversación común, viajar y tener la oportunidad de abrazar, de parpadear un ojo, de coger las manos, ya que tenemos los métodos y la voluntad para ello.
Es verdad que tal vez no seamos sólo nosotros.
Parece que la mayoría de la gente prefiere la comunicación digital a la comunicación presencial, y poder pasar algún tiempo con ellas es prácticamente un milagro. Así, si usted no quiere perder el contacto con esas personas no hay otra opción que ir al lugar donde pasan la mayor parte del tiempo: el mundo digital.Hay una vida detrás de cada perfil. Somos más que una imagen o un contacto, cada persona es un mundo, del que poco se refleja en las redes sociales. Así que conectar con los demás es más de estar en línea al mismo tiempo. Si usted intenta descubrir y salir de detrás de las pantallas, usted verá lo que la realidad esconde y guarda para usted.