Tres días después de lo sucedido, aún en camino del tiempo, el monje más joven ya no podía contener la rabia y dijo: "¿Cómo pudiste hacer eso? ¡Sostener a una mujer en sus brazos! ¡Es una falta a las reglas a las que seguimos! ", Y el monje más viejo respondió: ¿Qué hay contigo? ¿Ya pasaron tres días que la dejé en la orilla y todavía la estás llevando? ".
Cuando un acontecimiento importante afecta nuestros valores más íntimos, solemos reaccionar con estupor.
Ocasionalmente, muchas acciones cotidianas (en casa, en el trabajo, con amigos o familiares) alcanzan nuestros sentimientos, nuestras emociones y hasta nuestra dignidad de la manera más profunda.
Nos paralizamos, eso nos causa letargo, insensibilidad.Encapsulamos nuestro corazón porque ya no soporta ningún dolor.Cuando percibimos que somos golpeados por un desastre, todo se derrumba, nuestros miedos aumentan, las dudas se amontonan y la esperanza se va. Olvidamos las creencias y asumimos en nuestro interior un caos que nos invita a perder la confianza, y sin confianza no queda nada. El sufrimiento es enorme y alejamos a las personas que antes eran de confianza. En un primer momento, dejamos que el tiempo organice nuestra confusión mental adecuadamente, pero eso es un error. No hay remedio mejor que limpiar, reorganizar, barrer la suciedad y quitar el polvo que nos cubre. De esta manera, nos deshacemos de todo lo que nos causa dolor, escapamos y dejamos de almacenar lo que ya no sirve.
Debemos buscar nuevos caminos, limpios e iluminados, que nos alejen del caos. Resumiendo: acabar con la tristeza y desinfectarla.
Otra alternativa es continuar con nuestra vidriera, como si nada hubiera pasado, sin dialogar ni reflexionar. Pero de esa forma, nuestros pensamientos y emociones reprimidas van a acumular rabia y resentimiento, hasta que eso nos provoque un nuevo desastre. Es extremadamente necesario guardar los muebles, recoger los escombros, hacer una bella limpieza general y esterilizar nuestro interior. Adquirir una dimensión consciente de nuestro sufrimiento y volver a decorar con compromiso y respeto nuestra conciencia y la de quien nos ha causado los desastres. Sólo olvidar el miedo, la incertidumbre y la desconfianza organizando el caos, así todo desaparecerá.
Los recuerdos no serán borrados, pero al menos dejarán de causar dolor. Créditos de la imagen: Eddy Van