No mendigue amor

"¡Cómo es fuerte una persona cuando está segura de ser amada!"
-Freud-

Muchas veces sobrevalorizamos todo lo que está fuera de nosotros, dándole una importancia mucho mayor de lo que en verdad tiene en nuestras vidas. Acorralados por esa ilusión, acabamos depositando toda la razón de nuestra existencia en personas y en bienes materiales que no nos añaden nada. Creemos que no conseguiremos vivir sin todo aquello, que la vida no seguirá su rumbo con tranquilidad. Creemos equivocado, pues la vida sigue, con o sin lo que queremos, ya veces de una manera mucho más tranquila y feliz.

Enamorarse de alguien, por ejemplo, trae un placer tan grande que nos agarramos a la condición de estar con otra persona como prioridad y prerrequisito imprescindible para ser felices. Con eso, la posibilidad de alcanzar felicidad y contentamiento sin alguien de nuestro lado nos parece inconcebible, algo que ni pasa por nuestra cabeza. Desafortunadamente, esa visión distorsionada de la realidad tiene un alto precio que consiste en la anulación paulatina de todo aquello que es nuestro, de todo lo que tenemos aquí dentro, en favor del mantenimiento del otro en nuestras vidas. Desgraciadamente, cuando nos agarramos a lo que está fuera de nosotros y, en esa búsqueda externa por una felicidad que debería estar llenando nuestro íntimo,descuidamos las necesidades de nuestra esencia

, adormecemos como personas, muriendo lentamente, sin darnos cuenta. Nada conseguiremos simplemente depositando en vidas ajenas la responsabilidad de encontrar la felicidad, pues esa responsabilidad es nuestra tan sólo. La felicidad es un sentimiento que debemos encontrar dentro de nosotros, haciéndolo visible, para que la gente nos vea como alguien que posee un mundo a ser compartido y sumado. Sin embargo, si estamos ofreciendo sólo carencia e inseguridad, probablemente atraeremos a quien quiera llenar esos vacíos de forma unilateral y, muchas veces, tiránica.Necesitamos, por lo tanto, estar seguros en cuanto a lo que queremos de nuestras vidas, a lo que merecemos sentir, a lo que necesitamos recibir de quien escogemos para compartir nuestros sueños, nuestros deseos. Necesitamos, de la misma forma, tener coraje para percibir cuando estamos solitarios mientras construimos nuestro viaje, aunque tengamos a alguien dividiendo no más que una mesa y una cama. Es así que afirmaremos nuestra existencia para el otro, ya que nadie es capaz de soportar por mucho tiempo, sin sucumbir, el desprecio ajeno

, mientras las manos tatean en vano por la oscuridad de los retornos vacíos. No podemos seguir insistiendo en un amor que no tiene futuro, que nos disminuye o incluso nos hace inexistentes. Jamás podremos dejar de luchar por el reconocimiento de todo lo que hacemos, tenemos y somos, de todo lo que podemos dar y merecemos recibir, buscando siempre los intercambios en que se constituyen las relaciones sanas. Nada menos que eso.

Tendremos siempre un futuro de posibilidades por delante y innumerables maneras de encontrar la felicidad, sea con o sin alguien de nuestro lado. No nos condenemos, por tanto, a la inexistencia diminuta, por temor de tener que recomenzar; de lo contrario, ya no tendremos una vida por delante, pues entonces ninguna vida existirá dentro de nosotros.

Porque el amor no es limosna, es donación voluntaria, entereza, es entrega de cuerpo y alma, sin pendencias, sin carencias, sin rodeos.