Las heridas emocionales se extienden a través de los lazos familiares de forma casi implacable. Son como una sombra que se camufla en las palabras, en el modelo educativo, en los silencios, en las miradas y en los vacíos. Hasta que alguien maduro y consciente detiene el proceso para decir basta y huir de esa tela de araña.
Todos nosotros, en algún momento de nuestras vidas, ya lanzamos una piedra en la superficie de un lago o un río. Inmediatamente, cuando ésta cae y se hunde, se genera una perturbación. Las partículas de agua varían su posición inicial y se dibuja en la superficie lo que se conoce como frentes de olas.
Cada uno tiene su historia, cada uno sabe cuánto le dolen sus heridas, sus vacíos, sus cantos rotos ... Compartir
Si el impacto fue muy fuerte, se generarán muchas olas. Son como el eco de un grito silenciado, como la propia metáfora de una herida emocional, la misma que impacta sobre el miembro de una familia para después se estampar en el resto de las generaciones con mayor o menor intensidad.
Fue Oscar Wilde quien una vez dijo que pocas esferas eran más misteriosas y herméticas que las familias. Trancados en el aislamiento de los propios hogares, casi nadie sabe con plena ciencia lo que sucede entre esas cuatro paredes donde una o dos generaciones de personas comparten un espacio en común y los mismos códigos.
Las heridas de unos impactan sobre los otros como ondas invisibles, como hilos que mueven títeres y como ondas cargadas de rabia que corroen las rocas de las playas. Entonces, vamos a hablar de una cosa compleja, dolorosa, ya veces desgarradora.
La íntima arquitectura de las heridas emocionales
Cuando hablamos del origen de esas heridas emocionales que se transmiten a lo largo de los lazos familiares es común pensar en hechos como abusos sexuales, violencia física o la pérdida traumática de un ser querido. De forma similar, tampoco podemos descuidar los conflictos bélicos y el impacto que, por ejemplo, tendrán todos los niños refugiados que la sociedad está descuidando en los límites de nuestras fronteras.
Sin embargo, más allá de estas dimensiones ya bien conocidas de todos, también se abren "laceraciones" emocionales causadas por otras dinámicas, por otros procesos tal vez mucho más comunes que las señaladas anteriormente.
- Tener crecido bajo una creación basada en el apego inseguro o en un contexto basado en la contención emocional genera, sin duda, diversas heridas e incluso trastornos emocionales.
- Hacer parte de una familia donde la ira siempre está presente es otro responsable. Son contextos donde abundan los gritos, las censuras entre sus miembros, la toxicidad emocional, el desprecio y la devaluación constante.
- Otro aspecto que puede ocasionar un gran impacto en el seno de una familia es el hecho de que la madre o el padre viven sumergidos en una depresión crónica y no tratada. La impotencia, los códigos de comunicación y las dinámicas establecidas entre padres e hijos dejan marcas permanentes. "Las heridas emocionales son el precio que todos tenemos que pagar para ser independientes."
-Haruki Murakami-
Los traumas y la epigenética
Conrad Hal Waddington fue un biólogo del desarrollo, genetista y embriologista que creó un término tan interesante como impactante . Hablamos de la epigenética, la ciencia que se encarga de estudiar el conjunto de procesos químicos que modifica el ADN sin alterar su secuencia, y donde los traumas tienen, sin duda, una gran importancia. Por ejemplo:
Se sabe que
- cuando un niño está rodeado de un entorno de confusión, caos emocional y vulnerabilidad, experimenta niveles exorbitantes de estrés. Inmediatamente, sus mecanismos cerebrales, endocrinos e inmunológicos reaccionan para encontrar un necesario equilibrio, pero a largo plazo, quedarán saturados hasta desarrollar serios efectos secundarios implacables: aumento del cortisol en la sangre, taquicardia, migrañas, dermatitis y hasta asma.
- Se sabe, por ejemplo, que la expresión del genoma, es decir, el fenotipo, cambiará según las experiencias establecidas con el ambiente (nutrición, hábitos, estrés, depresión, miedos ...)
- De esta forma,
todos estos cambios epigenéticos se irán reflexionar también en las nuevas generaciones , al punto del trauma puntual en una persona afectar hasta 4 generaciones posteriores.Las heridas emocionales y su enfoque
Ya hemos oído que el dolor forma parte de la vida, que el sufrimiento nos enseña y que hay que perdonar para avanzar. En realidad, todas estas ideas tienen importantes matices que hay que detallar e incluso reinterpretar.
Veamos algunos aspectos en detalle.
No es necesario sufrir para aprender; de hecho, el verdadero aprendizaje nos es dado por la verdadera felicidad. Es ella quien coloca los fundamentos de un adecuado equilibrio emocional, y ella también nos pone en contacto con lo que realmente es significativo para nosotros. Es por esas cosas que vale la pena luchar.
No dejes que tus heridas te convierten en algo que no eres. Por otro lado,
perdonar es una opción, pero nunca una obligación.
La reconciliación más importante que tendremos que realizar es con nosotros mismos. Una herida emocional nos transforma en una cosa que no nos agrada: en alguien que sufre, que se ve como frágil, poco habilidoso, en alguien lleno de ira y rencor y que aún es prisionero de quien lo perjudicó. Debemos aprender a curarnos, a reconciliarnos con nuestro ser herido para fortalecerlo, cuidarlo y atenderlo ... Por fin, y no menos importante, es necesario disponer de estrategias adecuadas y protocolos para detectar pronto temprano las heridas emocionales de los niños. Las escuelas deberían proporcionar mecanismos prácticos para detectar cuanto antes estos hermetismos o esas conductas desafiantes que a menudo esconden dinámicas familiares problemáticas o disfuncionales.
No podemos olvidar que, a pesar de que ninguno de nosotros puede elegir a nuestros padres o familia en que nacimos, todos tenemos el pleno derecho de ser felices, de llevar una vida digna y con un adecuado equilibrio psicológico y emocional. Debemos luchar por ello.