A veces, las reuniones familiares pueden hacernos sentir como si fuésemos alguien que ya no somos o que nunca fuimos. A los ojos de nuestros padres tal vez sigamos siendo aquel niño indeciso o aquel adolescente rebelde "respondan". A veces, para nuestros progenitores, seguimos siendo los mismos niños del pasado, incluso cuando ya somos adultos independientes.Es común decir que no hay mayor tempestad que la que irrumpe de las clásicas reuniones familiares de vacaciones o de Navidad, por ejemplo. Sin embargo, y como ya sabemos, hay familias de todos los colores y sabores. Hay aquellas en que reina la armonía, el respeto y el buen humor y también hay aquellas en que el rencor se mantiene clavado como pequeños espinos en esos vínculos rígidos y nada funcionales que roban el aliento y atormentan.
"Todas las familias son felices e infelices a su manera."
-León Tolstó-
Sin embargo, mucho más allá de considerar esas realidades como algo puntual, hay un fenómeno detrás de eso y sobre el cual no se habla mucho. En los días de hoy, debido a la crisis económica, es común que muchos jóvenes que habían conquistado su independencia se vean sin otra alternativa que volver a vivir en la casa de los padres. A menudo, a la sensación de fracaso en el campo profesional se añade algunas veces el hecho de que necesita asumir un papel que ya había quedado atrás. Un papel a veces construido por las propias dinámicas familiares y que poco tiene que ver con la persona que somos hoy.
La familia y sus construcciones inconscientes
Para nuestros padres, tíos o abuelos, una parte de nuestra infancia sigue presente.
Continuamos, de alguna manera, siendo el hermano del medio, que pasaba todo el día imitando al hermano mayor y envidiando los beneficios del más joven. Puede ser hasta que en su memoria todavía esté viva el recuerdo de lo que ellos llamaban "mal humor" porque éramos muy desafiadores, incontrolables y revueltos.
Cuando en verdad, tal vez haya sido ese temperamento que nos ha llevado a ser quienes somos hoy
: personas proactivas, creativas y dinámicas, cualidades que nos proporcionan gran satisfacción. Características que en el pasado veníamos como negativas debido a los constantes comentarios de nuestros padres, pidiéndonos que "cambiásemos", para que "mejoramos" hasta que poco a poco percibimos que no teníamos por qué hacerlo. Porque no eran defectos, eran verdaderas virtudes. Sin embargo, y eso sucede muchas veces, al volver a casa o ir a reuniones familiares, basta decir o hacer algo para oír de nuevo cosas como "pero como usted es poco flexible, qué personalidad usted tiene ... de dónde va a venir? ".Casi sin saber cómo, volvemos al papel del pasado, el papel de hijo rebelde o conformista. Las conquistas del presente no importan, así como no importa cuán orgullosos de nosotros mismos porque en muchos núcleos familiares existe la tendencia inconsciente de atribuir a sus miembros sus papeles del pasado, aquella posición autoconstruida por nuestros progenitores.
Este tipo de acontecimiento tan común tiene de hecho una explicación muy interesante. En un estudio en la Universidad de Illinois se explicó que en el interior de un sistema familiar casi nada funciona de manera independiente.
En cualquier familia existe un conjunto de reglas y construcciones inconscientes en las cuales cada miembro debe comportarse de acuerdo con lo esperado. Al mismo tiempo, se crean patrones basados en los que se espera que cada uno actúe, como sucedía en el pasado.
Compartir una cosa, sin dudas, muy compleja cuando a veces nos vemos en la situación de necesitar volver a casa a causa de problemas financieros o personales. En las reuniones familiares, debemos actuar como los adultos que somos hoy
A veces basta entrar por la puerta de la casa de la familia para sentir que estamos de vuelta al pasado.En algunas situaciones esta situación es agradable, incluso reconfortante. Sin embargo, para muchas personas las reuniones familiares presuponen retomar conflictos no resueltos, revivir diferencias que se convirtieron en verdaderos océanos de distancia o incluso asumir de nuevo un papel que ya habían dejado atrás.
Debemos intentar no caer en esa trampa.
La mejor forma de volver a ese núcleo familiar es que somos agoreros: adultos maduros, adultos con una historia de vida propia, con aprendizajes absorbidos, con virtudes y cualidades. Es de esta manera que podemos encarar aquellos preconceptos e incluso aquellos arquetipos que en determinado momento nuestros padres crearon: Luis es el deportista, Carmen es la rebelde, Alberto es quien cogía en la escuela y quien necesitaba ser defendido.
Sin embargo, puede ser que Luis haya escrito poemas escondidos toda la vida y que hoy quiera ser dueño de una biblioteca. Puede ser que Carmen fuera poco rebelde y que se haya sentido muy irritada durante una buena parte de su juventud. Y más, puede ser que Alberto, aquel niño magrelo que era perseguido en el recreo, hoy esté prestando concurso para ser un policía. Lo que fuimos o lo que otros creyeron que éramos en el pasado poco tiene que ver con quiénes somos hoy,
- y eso debe ser entendido por las personas que forman parte de nuestro medio social. Está en nuestras manos hacerles ver y percibir eso, evitando asumir nuevamente el papel que nuestra familia espera y lograr así cambiar los patrones del pasado que sólo generan insatisfacción. Porque pocas cosas pueden ser más saludables en una familia que disfrutar de la libertad con la que mostramos quién realmente somos.Compartir