¿Por qué estamos observando un aumento de la violencia de género?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) presentó datos alarmantes sobre el aumento de la violencia de género. Una de cada tres mujeres en el mundo ya ha sufrido algún tipo de violencia. En otras palabras, un tercio de todas las mujeres del mundo es víctima de actos violentos por el simple hecho de pertenecer al género femenino. La OMS habla de una epidemia, con tendencia a convertirse en una pandemia. Los datos varían de una región a otra, pero se trata de un fenómeno que está presente en todo el mundo.

Incluso en países como Japón, que se consideran modelos de respeto y convivencia pacífica, el porcentaje de agresiones relacionadas con el género llega al 15%, lo que no puede ser ignorado. En los Estados Unidos, el 45% de las mujeres declaró haber sido víctimas de algún tipo de agresión por parte de su compañero. Y en América Latina ese porcentaje sube al 53%, según los datos de la ONU. "Nunca se entra en el corazón por medio de la violencia". -Winston Churchill-

En Europa y en la Unión Europea, la situación es un poco mejor. El índice de mujeres atacadas está entre el 20% y el 25%. Lo que llama la atención es que la mayor cantidad de denuncias de agresiones se concentra en dos países nórdicos: Finlandia y Suecia. Esto llama la atención porque en esas sociedades la mujer ya alcanzó reivindicaciones muy superiores a las de otros lugares del mundo.
¿Qué está pasando?

¿Por qué, a pesar del avance de las legislaciones, las mujeres de todo el mundo siguen siendo objeto de maltrato?

¿Cómo entender ese fenómeno si, al mismo tiempo, podemos ver un progreso sin precedentes en el empoderamiento de la mujer en tantas posiciones? Las diversas caras de la violencia de género Los principales agentes de la violencia de género son los hombres, en particular los compañeros amorosos. El fenómeno es básicamente relacionado a agresiones dentro de parejas, y va desde la violencia verbal, destinada a minimizar y humillar a la mujer, hasta violaciones y asesinatos atroces. Aunque casi todas las legislaciones de los países occidentales han endurecido las penas para esos actos, esa medida no parece estar siendo eficaz.

La violencia de género también tiene otras caras. Por ejemplo, una mujer es más vulnerable a todo tipo de ataques por parte de desconocidos en la calle.

Los delincuentes tienen más probabilidades de éxito si tratan de robar a una mujer. Por otro lado, hay hombres que se aprovechan de las mujeres en el transporte público. Esta última forma de violencia difícilmente se dirige a un hombre. Como se sabe,


también hay discriminación en el ambiente de trabajo. En muchas empresas, las mujeres ganan menos que los hombres, aunque ocupan el mismo cargo. Y la mayoría de los pobres, entre los más pobres, está compuesto por mujeres. Son casi siempre las que tienen a su cargo los hijos y los familiares discapacitados, como algunos ancianos. Por eso, en parte, sus ganancias son menores que los de muchos hombres. ¿El aumento de la violencia de género es una reacción machista al feminismo? Aunque el movimiento de liberación feminista ya ha cumplido más de cinco décadas, todavía hay muchos hombres que no parecen dispuestos a aceptar la nueva realidad.

La mayoría no ve con malos ojos que las mujeres estudien o trabajen, pero se vuelven reactivos ante otras señales de independencia femenina. Por eso, el aumento de la violencia de género se concentra especialmente en el ámbito de las parejas. Para muchos hombres es bastante difícil dejar de mirar a la mujer como un objeto sexual a su servicio. Estos hombres ven a la mujer desconocida como un cuerpo que deambula y cuyo único fin es responder a sus deseos. Se miran incluso a la propia mujer de la misma manera: una propiedad que han adquirido legalmente. Usan su fuerza cuando la mujer contraria sus pretensiones. Convierte la agresión en un mecanismo de control y sumisión.

¿Qué pasa con las mujeres que toleran ese tipo de situación en pleno siglo XXI? Muchas de ellas crecieron en lugares donde la violencia de género era la regla. Aprendieron por medio de ejemplos que sus madres les dieron.

fueron educadas para ser víctimas y no encuentran el camino para actuar de otro modo . También es frecuente que no hayan alcanzado su independencia económica y que, inconscientemente, crean que el hombre tiene el derecho de imponer su voluntad.

A todo esto, se añade que las legislaciones, aunque sean muy duras, a menudo se aplican con flexibilidad y prejuicio. En muchos países la violencia dentro de la familia es mirada penalmente como una ofensa de menor categoría.

No hay condenas y muchas veces ni judicialización de los autores de violencia de género con la misma severidad con que se busca juzgar otros delitos. Las familias son permisivas, las comunidades y las autoridades también. Estas personas desconocen que buena parte de la violencia como un todo disminuiría en gran parte si ganáramos la batalla contra el aumento de la violencia de género.