Cosas malas también suceden con personas buenas. Porque el destino es arbitrario, el mundo es ciego, y el egoísmo a veces es muy afilado. Sin embargo, las personas nobles jamás renuncian a sus raíces a pesar de las decepciones, porque quien piensa con el corazón no entiende de desprecio ni de razones frías.
Todos conocemos a personas con ese perfil. No sólo eso, cada vez que vemos un gesto de nobleza, de altruismo desinteresado o una actitud heroica, la mayoría de nosotros se siente inspirado o incluso reconciliado con el propio mundo. Una cosa muy parecida ocurrió hace poco, en el dramático atentado en el corazón de Londres el pasado 22 de marzo. "Una gracia de bondad vale más que una tonelada de intelecto."
-Alejandro Jodorowsky-
Tobias Ellwood, vicecordero parlamentario del Ministerio de Relaciones Exteriores, no tuvo duda en dejar el Parlamento de Westminster a pesar de las recomendaciones. Quería ayudar. Durante varios minutos hizo lo posible para salvar la vida de un policía herido, presionando la herida y haciendo la respiración boca a boca hasta la llegada de un helicóptero. No fue posible. Sus gestos de impotencia y desesperación por no poder salvarlo dieron la vuelta al mundo.
Todos empatizamos con su dolor. Al día siguiente, todo el espectro político elogió su capacidad de reacción ante el resto, y la determinación que mucho más allá del miedo, el alarde o la indecisión, hizo que actuara con la determinación de quien sólo anhela ayudar, de quien prioriza los otros por encima de todo.
Personas buenas: es mejor sentirse bien o hacer el bien?
La pregunta puede parecer algo extraña: ¿qué es mejor?
Invertir en el propio bienestar o priorizar el bienestar ajeno? Es muy probable que muchos de los lectores se digan a sí mismos que la respuesta es fácil, ya que una cosa tan simple como hacer el bien ya revierte en el propio equilibrio y satisfacción personal. Sin embargo, esta conclusión no es tan evidente para los expertos. De hecho, esta misma idea intrigó durante varios años a los expertos en comportamiento humano. • Los investigadores de la UCLA (Universidad de California) realizaron una interesante investigación donde pudieron concluir que existen dos tipos de propósitos vitales en el ser humano, y que cada uno de ellos tiene implicaciones biológicas. Estos son los datos. Hay personas que se caracterizan por aspirar por un bienestar hedonista.
Esto es, un tipo de felicidad que tiene su origen exclusivamente en la satisfacción propia, en la búsqueda existencial del propio bienestar.
Por otro lado, también se definió lo que se conoce como "
bienestar eudaimónico
- ". Se trata de otro tipo de propósito mucho más profundo y elevado, en el cual la persona busca desarrollarse y crecer para dar lo mejor de sí a los demás.
- ConclusionesLa investigación concluyó que las personas con una clara predisposición eudaimónica(tienen los otros en uno de los lugares más altos de su escala de prioridades), tenían un sistema inmunológico más fuerte. Se comprobó que desarrollaban menos inflamaciones y que tenían mayor número de anticuerpos, sinónimo de un sistema inmunológico más fuerte.
De forma similar, a nivel psicológico fue posible comprobar que eran perfiles de fuertes convicciones.
No importa cuántas veces la vida los hubiera derribado, las decepciones vividas o las pérdidas sufridas. Continuaban pensando con el corazón, seguían priorizando a los demás y confiando en la propia nobleza del ser humano. Por otro lado, los individuos hedonistas demostraron tener un menor número de anticuerpos, un sistema inmunológico más débil y una personalidad más errática, voluble y variable. A pesar de todo, pensar y actuar con el corazón vale la pena. Es probable que muchos de nosotros haya pasado por una fase en que nuestra propia aspiración existencial haya sido puramente hedónica. Lejos de verla como el claro reflejo de un acto de egoísmo, hay que entenderla como una etapa más de nuestro propio crecimiento personal. A veces, somos simples exploradores. Queremos experimentar, dejarnos abrazar por la vida, aspirarla, regocijarnos y consumirla en grandes bocados. "El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad." -Beethoven-
Sin embargo, poco a poco vamos ascendiendo en la pirámide de nuestras necesidades hasta comprender que somos un todo interconectado, una maravillosa y compleja trama interrelacionada donde nuestros los actos repercuten en los demás. Hacer el bien, actuar con el corazón, es añadir armonía al caos, es ser un faro en medio de la oscuridad o la confusión, como hizo el parlamentario Ellwood tratando de salvar la vida de Keith Palmer, el policía apuñalado por el terrorista. Creer o no, el hecho de ser buenas personas no exige que seamos héroes
, no demanda involucrarnos en la realización de acciones arriesgadas por los demás, ni pide que agrademos a la humanidad toda del planeta. Las personas buenas hacen todo el día, son discretas, pero luminosas, silenciosas pero alegres, humildes pero inmensas, como su propio corazón.
Debemos sembrar con bondad y respeto nuestros actos cotidianos
, poniendo nuestra mirada en las menores cosas. Así, cuando llegue la oportunidad de realizar grandes cambios, el movimiento que ya creamos nos ayudará. Es en este horizonte de trabajo cotidiano que el bienestar está por encima del simple hedonismo y donde podremos ser una fuente de inspiración que contagia al mundo.