Estamos divididos entre los deseos fervientes y los límites de la realidad. La vida nos presenta desafíos continuos y nosotros decidimos qué ignorar y qué queremos aceptar. Sin embargo, en raras ocasiones, pasamos por situaciones extremas. Estas nos prueban y, en muchos casos, nos permiten comprender que somos mucho más fuertes de lo que pensábamos.
En otros casos, nuestros deseos nunca se concretan y no tenemos la menor idea del por qué. En este artículo vamos a tratar de entender algunas de esas razones camufladas. Si desea acompañarnos, vamos a intentar descubrir de dónde vienen esas limitaciones inexplicables que nos impiden alcanzar lo que deseamos."Nuestros deseos desprecian y abandonan lo que tenemos para correr detrás de lo que no tenemos". En primer lugar, vamos a pensar que
los deseos surgen como resultado de un interés en conseguir algo que no tenemos,o por lo menos de la forma y en la hora que quisiéramos tenerlo. Además, de alguna manera, sentimos su falta y lo consideramos necesario.Llenar este vacío implica poner en práctica un procedimiento, una metodología o una estrategia. Si conseguimos eso, todo queda bien. El problema surge cuando notamos que conseguimos otra cosa. Lo que tanto deseábamos, en realidad, no era lo que queríamos.
Este resultado es tan frustrante como cuando trabajamos muy duro para alcanzar un objetivo y acabamos por no conseguirlo. En realidad, también sucede a veces no encontrar satisfacción en los deseos por los que más luchamos.
Por más que implementamos todos los recursos que tenemos a nuestro alcance, no vemos ningún progreso y el objetivo parece siempre estar a una distancia mayor de la que podemos alcanzar si extendemos el brazo. Es como si la realidad se hubiera empeñado en llevar nuestra intuición hacia el lado contrario de nuestra razón, que por más que busque, no encuentra motivo para no alcanzar ese objetivo. Pero ... ¿qué pasa realmente en el fondo? ¿Dónde está ese obstáculo infranqueable? Mensajes que contaminan nuestros deseos Muchas veces no estamos seguros de lo que realmente deseamos.
Además de dejarnos influenciar por los deseos colectivos, expresados en la publicidad, por ejemplo, también estamos influenciados por los comentarios de amigos y familiares. La verdad es que, aunque estos comentarios pueden ser bien intencionados, tal vez no satisfagan nuestras necesidades reales.
La familia es, por sí sola, una verdadera fábrica de expectativas.Desde que nacimos estamos involucrados en una especie de "ideal". Si somos el más viejo de la casa, el pretexto es porque somos el más viejo. Si somos lo más nuevo, el motivo es el mismo. Y así sucesivamente con diferentes categorías, como el género o la apariencia. Otra cosa que influye mucho es el momento en que la familia vive cuando llegamos al mundo. En principio, somos el resultado de los deseos de los demás. Es un deseo que ha hecho posible nuestra vida. En alguna medida hemos sido deseados, ya que, de lo contrario, probablemente no habríamos nacido. Y si no hubiera existido un deseo sostenido, tampoco habríamos sobrevivido a nuestros primeros años de vida. Sin embargo,
ese deseo que nos dio origen no siempre es claro o sano.
Sin embargo, al principio de la vida no tenemos otra opción que inclinarnos a los deseos de los demás. Parte del proceso de maduración es precisamente la de librarnos de ese juego. Comprender cuál fue el deseo que hizo nuestra vida posible y definir hasta qué punto esas expectativas coinciden con nuestro proyecto personal.
Los mandatos inconscientesEstamos en un mundo en que parece que todos son capaces de emitir una opinión profesional sobre nuestros deseos.
Por supuesto, esto también depende mucho del lugar que ocupamos en el mundo y del ambiente en que crecimos. El "bueno y el mal", el "deseable y lo reprobable" son categorías delimitadas, al menos parcialmente, antes de nuestra existencia.Durante la infancia, tenemos contacto con una serie de mandatos
. Algunos de ellos son explícitos. Te dicen como tú "debe" ser. Te regalan cuando te fijas al estándar y te castigan cuando no lo hace. Así, usted aprende los patrones de comportamiento, que con la fuerza de los refuerzos y de la repetición, acaban transformándose en hábitos. Para ello, además de un buen repertorio de mandatos directos, también existe todo un conjunto de mandatos enmascarados que son mucho más difíciles de precisar.Vamos a imaginar a una madre acariciando a su hijo mientras está sumergida en una profunda tristeza. Usted la ve y, sin que ella le diga nada, usted se siente en deuda. Tal vez ella espere que usted sea un consuelo. Que usted la libere de su frustración, su soledad o su dolor. Tal vez incluso hable con usted sobre eso. Y así,
sin notar, usted puede asumir su expectativa como un mandato inconsciente. Siguiendo este ejemplo, es probable que quien tenga una madre así también tenga dificultades para definir y realizar sus propios deseos.
Puede asumir que buscar la independencia es agredir a la madre. O puede creer que ser feliz es una forma de traicionarla. Pero como todo esto es inconsciente, la situación no será vista de forma tan nítida; se reflejará en autoservicios, en retrasos o en falta de metas.
Ganar la batalla entre los deseos y las limitaciones Si usted siente que no puede definir cuáles son sus deseos, es muy probable que dentro de sí esté operando un mandato inconsciente.Lo mismo vale para los casos en que aparentemente tenemos el deseo bien definido, por más esfuerzos que hicimos, no conseguimos satisfacerlo.
Las claves para entender lo que está sucediendo pueden estar en su infancia.En los deseos de quien estaba a su alrededor. Usted puede incluso conseguir identificar esas expectativas que se han forjado para usted. Y puede, conscientemente, rechazarlas e intentar alejarse de ellas.
Para ganar la batalla entre los deseos conscientes y las limitaciones inconscientes primero tienes que identificar cuáles son esas fuerzas disfrazadas o escondidas que operan en tu vida. Para ello, es esencial hacer un ejercicio de introspección, de forma que la ayuda terapéutica se transforme en una valiosa aliada en estos casos. Normalmente permite localizar las limitaciones, hacerlas conscientes y acabar con ellas.